Es curioso, cuanto más me escupe la vida mejor me lo paso. Debe ser masoquismo o que cuento con una personalidad arrolladora. Constantemente me vienen señales de que diga que lo negro es blanco y cuando estoy a punto de sucumbir una mano invisible me rescata de la alogia.
Gentes diversas he sido. Como todo el mundo, imagino. Como todo el mundo que vive a esta parte de acá, casi convendría decir. Del niño que era queda cierta obstinación. También he sido , metafóricamente hablando, empleado de la construcción, estudiante e incluso tuve un cuarto de hora de Cristo crucificado. Se pasa bien, contra todo pronóstico. La belleza de la sangre y las luminarias con las gentes compungidas y a la vez alborozadas.
Pese a todo ello, nunca he perdido la ilusión: tengo la fe ciega de todos y el dolor lo he sabido sobrellevar hasta el punto de que haya quien diga que me recreo en el sufrimiento. No es verdad, o, por lo menos no lo es del todo.
En realidad me sostiene la creencia de que aquel tiempo perdido es recuperable. La vuelta a la juventud; aquella despreocupación y generosidad, como si se pudiera sostener eternamente la gracia.