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Enrique es un taxista esmerado en su trabajo, de tal manera que casi no hace deporte por estar trabajando o durmiendo. Él es un hombre obeso, tanto que tiene una barriga que ya no le permite ver con facilidad sus pies. Terminó el bachillerato en su municipio natal, y la verdad es que en su pueblo, después de graduarse de la escuela, ya no hay nada más que hacer, algunos deciden volverse profesores y son los que mejor futuro tienen. La mayoría de los bachilleres de ese lugar no hace nada en todo el día, los jóvenes hacen lo mismo que muchos adultos, se sientan en una tienda donde vendan cervezas, y ahí pasan toda una tarde; la verdad es que casi todas las tiendas de allí se dedican a vender bebidas alcohólicas, mientras que ponen vallenato y rancheras de fondo para acompañar el momento.

Es usual que en ese tipo de pueblos, se usen parlantes muy grandes que no dejan hablar a los que asisten a esos sitios, sin embargo nadie se ha quejado debido a que el volumen esté muy alto. A causa de la dificultad para conseguir empleo, cuando Enrique finalizó su educación secundaria, decidió irse de allí, se trasladó a la ciudad principal de su departamento, consiguió una habitación en arriendo y buscó empleo en una empresa de transporte. Después de capacitarse y demostrar apasionadamente su habilidad para manejar automóviles, le fue entregado un taxi para que se desempeñara por las noches. Fue criado como muchas personas de Occidente, en los dogmas católicos, por lo que el primer día que empezó a laborar, colocó una virgen en miniatura dentro de su carro para que lo cuidara siempre.

Su horario laboral es de seis de la tarde a dos de la mañana, pero él como está obsesionado con su quehacer trabaja horas extras hasta las seis de la mañana. No pensaba abdicar de su ocupación hasta cuando se muriera. Luego de un año se casó con una mujer que conoció en un bar, una vez que salió con uno de sus colegas a divertirse. Cuando decidió casarse, junto a su esposa alquilaron una casa, pues ella también trabajaba y por eso pudieron hacer eso. Al principio su mujer no quedaba embarazada, por lo que decidieron adoptar una niña, y luego de varios años, finalmente pudieron tener un hijo biológico. Se envició al cigarrillo, después de cinco años de trabajar, al enterarse que uno de sus compañeros había sido asesinado en un robo. Desde ese entonces, fuma una cajetilla de doce cigarrillos diarios, de los más dañinos para los pulmones.

Hasta el día que lo mataron, tenía aproximadamente quince años laborando de esa forma, vivía en arriendo, en una casa amplia de dos plantas. Ese día salió de su hogar con la misma llenazón con la que solía salir a ocupase, pues su esposa le daba mucha comida antes de que saliera a sus labores nocturnas. Se había estado molestando los oídos rascándoselos con sus propios dedos, por lo que se le habían tapado un poco ambos. Eso no impidió que saliera a las calles a buscar clientes. Como estaba haciendo mucho frío se llevó una zamarra, sin predecir, que ninguna protección lo podría salvar de lo que le pasaría.

Hizo varias carreras circulares, en las que recorrió muchos kilómetros; hasta que a las once de la noche, tres hombres vestidos de manera informal se montaron en su vehículo. Se encontraban en el norte de la ciudad, y uno de ellos le indicó que se dirigiera al extremo del sur; dándole la dirección exacta; Enrique le pidió que le repitiera, pues tenía otitis, el hombre lo hizo con enojo y Enrique por fin entendió bien la dirección. Cuando iban más o menos en la mitad del camino, uno de los sujetos le pidió a Enrique que se metiera por una calle, aduciendo que conocía un atajo; Enrique conocía bien todas las calles, y supo que sí era posible que hubiera un trayecto más corto.

Cuando se metieron por el atajo, donde no había nadie, los criminales supieron que era su momento para actuar, la calle tenía muchos huecos, por lo que Enrique se esforzaba para evadirlos. Los tres hombres estaban sentados atrás, pero esto no impidió que lograran su cometido, pues no había vidrio de protección, el que estaba más en diagonal con respecto a Enrique, sacó un revólver de atrás de su pantalón, y se lo puso en la sien derecha a Enrique, apretándolo fuerte contra la piel, dejándole una ligera marca circular en la epidermis. Posteriormente le dijo - deme todo el dinero que tiene -.

Enrique tenía plata en su billetera y en la guantera, en esta última guardaba el producido del día, por lo que pensó que podía engañarlos entregándoles sólo eso. Abrió la guantera y les dio lo que había, el hombre que lo estaba encañonando le preguntó – ¿No tiene más? -. Enrique respondió con su voz entrecortada – No señor, le juro que no tengo nada más -. El atracador no estaba muy convencido, por lo que decidió esculcar sus bolsillos, cuando metió su mano en el bolsillo derecho del pantalón de Enrique descubrió su billetera, inmediatamente Enrique gritó - ¡ay! no me vaya a hacer nada -. Al ver esto, el malhechor que estaba en el asiento detrás de Enrique le dijo a su compañero – mate a ese malnacido -. El criminal que tenía el revolver sobre la piel de Enrique, guardó la billetera robada en su chaqueta, y decidió apretar el gatillo en tres ocasiones, produciéndole a Enrique un dolor espantoso por unos milisegundos, antes de morir. La virgen que lo acompañaba no lo salvó, quedó salpicada de sangre, inmóvil frente a su seguidor. Los individuos decidieron no robar el carro, salieron de allí, y cogieron otro taxi que los condujo a su residencia.

Texto agregado el 14-01-2014, y leído por 135 visitantes. (1 voto)


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