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Inicio / Cuenteros Locales / elizabeth67 / Viaje sin retorno capítulo 9

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Capítulo 9: Picada de Escorpión.
Laura miraba con horror como el cuerpo de su amado esposo yacía en el piso, Abdul parecía no haberse dado cuenta que la chica había llegado, su persona estaba presa del pánico, en todos sus años de experiencia jamás había visto algo así.
-¿Qué sucedió Abdul?- Preguntó Laura corriendo hacia Eduardo.
-No lo sé, estábamos, estábamos leyendo una inscripción y de la nada cayó al suelo- Tartamudeó sin mirarla el anciano.
-Abdul ¡llama a una ambulancia ahora!- Gritó la joven con desesperación.
-Sí, sí, tienes razón iré por Mohamed, es más rápido que una ambulancia- Respondió torpemente el doctor, como si recién notara lo que estaba ocurriendo.
El egipcio llegó con prontitud aunque su rostro delataba su habitual abulia. Los hombres levantaron al enfermo y sin mayor problema lo trasladaron al velero, era preciso llegar al hospital de El Cairo urbano cuanto antes.
Pasado el tiempo de navegación, que a Laura le pareció una eternidad, buscaron un vehículo con un chofer lo suficientemente irresponsable como para manejar a toda velocidad, para su fortuna un simpático taxista que cumplía con los requisitos se ofreció a llevarlos apenas vio el estado del joven.
Laura por su parte acariciaba el cabello de Eduardo, mientras más caricias le brindaban a los castaños rizos, con más empapada terminaba su mano, el chico ardía en fiebre y sus ojos estaban completamente idos. El chofer frenó el auto abruptamente, estaban frente al hospital.
Los paramédicos llevaron al muchacho a la sala de urgencias dejando a los arqueólogos y al jefe de excavación en la sala de espera.
Laura miraba a su alrededor, el hospital no era tan sofisticado como los de México, pero, era bastante confortable, las blancas paredes daban luminosidad y el reflejo de su rostro en el piso era una prueba de la excelente higiene del servicio, la joven no recordaba haber pisado un hospital desde hace por lo menos unos diez años, en esa horrible espera se quedó profundamente dormida.
-Oye, despierta- Dijo Mohamed dándole a Laura un fuerte codazo.
La muchacha ni siquiera se molestó por responderle, estaba demasiado angustiada y sus movimientos no querían emerger, Abdul le dedicó un feo mohín a su amigo, éste por supuesto lo ignoró, el silencio reinaba en la habitación, hasta que, en el fondo del pasillo, la esbelta figura de una enfermera se mostró ante ellos.
-Muy buenas tardes, lamento haberlos hecho esperar, hemos logrado examinar al paciente, siento mucho decirles que el joven fue picado por un escorpión- Informó ella con acento profesional.
-Pero estará bien ¿verdad?, es decir, podrá sanarse- Preguntó esperanzada Laura.
-Logramos extraerle un poco del veneno por lo que deberá estar en observación esta noche, si gustan, uno de ustedes puede pasar la noche aquí- Respondió la enfermera en su intento de consolar a la joven de larga cabellera castaña.
Los hombres que la acompañaban se miraban entre sí, Mohamed fue el primero en hablar.
- Es cierto que era nuestro compañero, pero, nos está retrasando yo no tengo ninguna obligación en quedarme – Murmuró con semblante molesto.
- Y yo, aunque quisiera, debo continuar con la investigación, además, estoy solo a un paso del museo, en donde podré trabajar mejor- Se intentó excusar Abdul.
- Nadie les pidió a ustedes que se quedaran, yo soy su esposa por lo tanto yo estaré con el – Exclamó Laura, no podía creer tanta falta de sensibilidad por parte de los que se suponen era sus amigos, de Mohamed se lo esperaba pero no del doctor, pensaba que apreciaba a Eduardo.
Mohamed se encogió de hombros y se dirigió a la salida, por su parte el administrador del museo lo siguió silenciosamente.
-Por favor, lléveme con él – Imploró la arqueóloga a la enfermera que aún estaba de pie frente a ella.
Con un gracioso movimiento la mujer le indicó la habitación del muchacho y le dijo que a esa hora no había nadie más, era libre para estar con él a solas.
Al entrar Laura vislumbró la camilla de su marido entre la oscuridad de las cortinas, se acercó suavemente a él y con alivio comprobó que su aspecto estaba mucho mejor, ya no tenía temperatura, su piel no estaba pálida y su labios se deshincharon.
-Laura – Articuló el joven débilmente, intentando tomar una de las delgadas manos de su mujer.
- Eduardo, que alegría que estés bien, no te preocupes, saldremos de aquí muy pronto y…-
- No, Laura yo moriré - La interrumpió él.
-Una parte de mí ya está en el mundo de los muertos , si no fallecí en el acto es porque me urge decirte algo, verás, en mi agonía, cuando me picó ese bicharraco, tuve una especie de visión, …te vi a ti y a un lindo niño de la mano, luego de eso, se me apareció una chiquilla, estaba vestida de blanco y tenía un pelo negro muy liso y largo , ella me aclaró que ese niño era nuestro hijo ,pero que yo no iba a ser parte de su vida , no había que ser un genio para comprender lo que intentaba decirme , me recalcó que si querías evitar que sufriera mi destino tenías que descubrir como calmar la tristeza del faraón – Terminó de decir el muchacho con un esfuerzo sobrehumano.
La joven incapaz de soportarlo lo abrazó sollozando, sabía perfectamente quien era la niña de la visión de su esposo y se comenzó a auto culpar de su muerte, de no haber sido por su obsesión con la tumba del rey, su marido podría vivir y aunque nunca hubiesen salido de México, estarían juntos.
No, Laura, no sigas llorando, no es que me vaya para siempre jejeje, siempre estaré contigo y con – Llevando su mano hacía el vientre de su mujer –el, prométeme que lo cuidarás mucho, que lo amarás por los dos y que le hablarás de mi. – Pidió el joven conteniendo su respiración.
-Sí, que no te quepa la menor duda- Respondió la muchacha con ternura.
Eduardo no contestó nada más, sus fuerzas se acabaron, expiró pacíficamente en los brazos de Laura quien, en lugar de caer en la histeria, besó su rostro y se dispuso a ir por las practicantes para explicarles que el paciente ya falleció y que por ende no se quedaría a pasar la noche ahí, sonrió para sus adentros, la amable enfermera sabía que Eduardo iba a morir, las picaduras de escorpión son mortales, aún así le regaló un último instante con él, siempre le estaría agradecida.
Después de avisarles a las mujeres, Laura caminó por los corredores del hospital a paso lento, no hubiera soportado ver como los doctores trataban al hombre del cual acababa de enviudar como un simple cadáver, en su recorrido se paró en frente de una puerta cuya placa decía la palabra que hubiese deseado compartir con Eduardo , una zona a la cual jamás pensó en entrar y menos en Egipto, maternidad.


Texto agregado el 16-01-2014, y leído por 74 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-01-2014 Este capítulo se define con una sola palabra: BUENÍSIMO. Me llama la atención el personaje de Laura, es demasiado cabal como para ser real... La chica de los paños... insisto, tiene un rol más que cumplir, se ve venir. Sería inconsecuente conmigo misma si no te diese 5* por este capítulo. Atte, Mariette Sparrow. Mariette
 
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