Miguel y Mario, los crononautas mexicanos seleccionados entre los aspirantes de distintas nacionalidades para el primer viaje en el tiempo en “La nave” con el nombre de “La Crono-Walker”. Ellos dos, fueron los de mejor puntaje en los exámenes que se les realizaron a cada uno; pero en el renglón donde no tuvieron rival fue en el test de agilidad neurolingüística y mental. Así, ocurrentes como casi todos los de su país. A punto de lanzar la nave al gusano de espacio y tiempo para avanzar con su fórmula cuántica y su “crono-procesador-neuro-celular-nuclear” cinco mil años al futuro para tener conocimiento de cómo sería y estaría la humanidad en el año 7014. Pero antes del viaje, a escondidas de los científicos y de su compañero, el ocurrente de Miguel tuvo la brillante idea de… en los controles del navegador cronológico-digital de ésta, agregar unos ceros más y avanzar, no cinco mil años, sino cinco millones, para ver si evolucionó nuestra raza en un ser superior. Comienza la cuenta regresiva para el lanzamiento: diez, nueve… hasta llegar a cero. Lo que no imaginaba el personaje de este cuento, es que lo que evolucionó, no fue la humanidad, sino que nuestro sol se convirtió en una estrella gigante roja. Al momento de llegar a esa era, sólo se escuchó la voz quebrada de Mario achicharrándose, por lo cual sólo alcanzó a decir:

“¡Hijo de puta, pinche Miguel Mamón… ya nos cargó la chingada!”.

Alejandro Ornelas