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El sueño

Abro la puerta y soy yo mismo. Ese era el sueño perturbador de ciertas noches. La versión más recurrente iniciaba con golpes vehementes en el portón que daba entrada al patio delantero de la casa; mientras recorría el largo pasillo y el patio, los golpes aumentaban en intensidad, atisbaba a través de alguna de las múltiples grietas de la madera desvencijada y me miraba vulnerable bajo la lluvia; no me atrevía a abrir la puerta.

El yo del otro lado del zaguán me apremiaba a que abriera y me reclamaba:

–Cierras las puertas a todos. ¿A ti también lo harás?

Al final mantenía mi fallo y me alejaba dejándome desprotegido en medio de la noche. Por las mañanas mi calzado mostraba residuos del fango del jardín.

Hubo ocasiones en que abría indiferente, con esa propensión a evadir el conflicto, nos mirábamos, aprovechaba su silencio y volvía a cerrar la puerta.

Mis amigos, a quienes les había contado mi desasosiego nocturno, me decían que era la influencia de la casa que era antigua y grande, que a mi abuela y a mí nos fue quedando enorme con el paso del tiempo y la partida de los familiares. A cada ausencia reducíamos los espacios habitables, clausurando los más desvencijados que amenazaban con colapsarse.

Mi abuela amaba su casa que la vio crecer, no podía pedirle que nos mudáramos y despojarla de sus recuerdos y querencias. Pasó el tiempo y la casa seguía envejeciendo igual que mi abuela hasta que ella murió. En su lecho de muerte me pidió que no abandonara la casa, me pedía que se lo prometiera, pero mi silencio se prolongó más que su último suspiro. Callar ha sido mi forma de evadir.

Durante los días en que me esforcé en permanecer en casa, resultaron insufribles, sin más remedio que la resignación todo se va volviendo un recuerdo turbio, juguete de la soledad y la costumbre.

La casa aparentaba ser más grande de lo que era, se sentía fría y las vigas del techo crujían quejándose añosas. No estoy seguro que me causaba más terror, si el ceceo tenaz idéntico al que emitía el arrastre de los pies de mi abuela, como si se empeñara en vigilar mi presencia, o que mis sueños se convirtieron en pesadillas diarias, en ellas, yo mismo me pedía cobijo argumentando que no estaba solo, que abriera las puertas, que empezara conmigo mismo.

Tal vez los dos eventos se conjugaron para doblegar mi quebradiza determinación de habitar la casa, lo cierto es que decidí deshabitarla, fui al extremo, también abandoné mi pueblo.

Durante algún tiempo pareció funcionar pero la tranquilidad se desvaneció una noche en que regresó el onírico desdoblamiento: una variación del sueño era más inquietante e inefable: yo tocaba la puerta, mi abuela me abría y agradecía que regresara para sostener la casa y para resguardar sus recuerdos. Despertaba. Una vez despierto y sentado sobre la cama empezaba escuchar el arrastre de sus chanclos.

Las noches se volvieron un tormento que me quebrantaba. Los ojos inyectados en sangre y las cuencas de los ojos amoratadas delataban mi insomnio. Extrañaba a mi abuela y me sentía huérfano de afectos. Me remordía la conciencia haber abandonado la casa y dejar que se deteriorara. Aún cuando no lo había prometido, era su último deseo. Así que empaqué algunas pertenencias y abordé el autobús que me llevaba al pueblo en que creí.

Era temporada de lluvias y caminé empapándome y tiritando de frío hacia la casa. Llegué frente al portón, noté luz en el interior de la casa que lucía reparada. Pretendí abrir pero la llave no accionaba el picaporte; entonces golpeé con vehemencia y para mi sorpresa fui yo mismo el que abrí. Enmudecido me miraba sostener la puerta semiabierta, vi como me jalaba las pestañas del ojo derecho que es el gesto de fastidio que realizo cuando alguien invade mi espacio vital y lo más revelador fue escucharme decir: ya es tarde para abrir puertas.

Texto agregado el 21-01-2014, y leído por 429 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
27-01-2014 Excelente cuento. glori
26-01-2014 Magnifico!!! como todos tus cuentos. azuliz
26-01-2014 Ecelente prosa y mejor el cuento. el recurso del desdoblamiento confiere misterio, nos acerca a lo fantástico, lo que en no pasa , pero algunas veces sucede. un abrazo sendero
25-01-2014 Creo que el protagonista de esta historia esta sugestionado con la casa, es mejor irse lo mas lejos posible y olvidar...si puede.Me encantan este género, misterio y suspenso. jaeltete
22-01-2014 maravillosa pluma un cuento donde destacas un perfil cicológico**************** yosoyasi2
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