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Capítulo 10: Revelaciones.
-Felicidades señorita, tiene usted cinco meses de embarazo – Informó la matrona de turno a Laura mientras ésta se abotonaba su blusa.
La sala de maternidad era muy diferente a las del resto del hospital, era la única que podía presumir de tener una capa de pintura en las paredes, el color violeta reinaba en ese cuarto y las cortinas celestes le daba un aspecto apacible, Laura comprendió que el ambiente pretendía relajar a la paciente. Por suerte había una matrona en jornada que amablemente se dispuso a revisarla.
- Gracias por todo, es usted muy amable, pero, aún tengo mis dudas ¿Cómo es posible que no se me note la barriga? Y ¿Por qué no he sentido sus movimientos?- Indagó Laura con algo de preocupación.
- Verá, usted es de contextura muy delgada y por lo que vi está en constante actividad por lo que su vientre se notará cuando tenga por lo menos unos siete meses, en cuanto a sentir al bebé ¿usted consume cosas dulces con frecuencia? – Preguntó la mujer.
- Sí , me apena decirlo pero , de niña , he tenido una afición por los dulces de leche , me los compraban en gran cantidad y mi vicio aumentó tanto que hasta ahora no he podido dejarlo – Respondió la joven un poco sonrojada-
- He ahí la respuesta, su hijo se haya dormido por el nivel de azúcar de su organismo pero está bien – La tranquilizó la matrona.
Terminadas de disipar sus últimas interrogantes, Laura salió de la sala con paso apresurado, tenía que encontrar a Abdul e informarle de la muerte de su esposo, dio un paso hacia afuera y vio llegar a una tierna mujer con un regordete y rosado niño en brazos, la adorable cara del bebé provocó una dulce sensación en la chica.
Abdul tenía razón, el museo estaba muy cerca del hospital, Laura llegó a pie, era un edificio inmenso.
El museo de El Cairo era realmente espectacular, había vitrinas con joyas milenarias exhibiéndose, polvorientas pelucas nubias, bustos de los antiguos reyes y ropajes de Lino de la nobleza, en otras circunstancias Laura hubiera saltado de gusto pero estaba tan agotada que prácticamente se limitó a admirar lo obvio y su quisquillosa óptica no quería emerger de su letargo temporal.
La muchacha tras preguntar por lo menos a cinco trabajadores, logró dar con el administrador del museo , se encontraba en su despacho personal en cual a Laura solo la dejaron entrar una vez les mostró que realmente era compañera del doctor , la gente de allí era bastante desconfiada.
Abdul estaba cómodamente sentado en frente a su enorme escritorio examinando una pieza de joyería, cuando oyó entrar a Laura bajó su avergonzada mirada, nunca iba a dejar de arrepentirse por haber abandonado a un compañero y más en esa situación tan compleja por lo que haría lo posible por compensar a la pareja apenas le dieran el alta a Eduardo. Lamentablemente su idea se convirtió en desengaño , la joven le contó lo sucedido hasta lo de su estado , el doctor le preguntó si quería volver a México , sería lo mejor ella estaría con sus padres y Eduardo descansaría en la tierra que lo vio crecer , pero no contaba con el carácter de la tozuda chica que se rehusó a su idea rotundamente , ella seguiría con su investigación hasta el final y su esposo sería enterrado en Egipto , el país con el que ambos soñaron desde su época de estudiantes a Abdul no le quedó otra que acceder.
Esa noche el equipo no volvió al campamento, se alojaron en un hotel, los varones estaban impresionados de la fortaleza de Laura, aunque su alegría la había abandonado, de sus ojos no brotó lágrima alguna.
En la soledad de su cuarto, frente a una esquela para sus padres, la joven sintió como el dolor se acumulaba en su garganta mientras luchaba contra él, murmuraba para sí misma:
-No lloraré Eduardo, te lo prometí, pero cada vez… es más difícil.-
De pronto frente a ella emergió una brillante silueta, era la niña del bazar, la misma que Eduardo había visto en su muerte. La aparición la dejó sin habla.
- Te dije, tu esposo iba a morir y si no descubres como calmar la tristeza del faraón, tu pequeño le va hacer compañía a su padre – Dijo la niña a la vez que sus lacios cabellos se movían con gracia.
- ¿Quién eres tú? , ¿Sabes algo? , ¿Qué debo hacer para salvar a mi hijo? – Preguntó Laura logrando salir de su mutismo, irónicamente la presencia de la chiquilla no le causaba miedo, tenía que proteger la seguridad de lo único que le había dejado su marido a toda costa.
- No puedo revelarte mi nombre, deberás pasar por pruebas para lograr salir de aquí , sólo tu inteligencia te llevará a resolver este problema , te ayudaré en todo lo que pueda pero todo plazo se debe cumplir , lo único que te puedo decir ,es que la clave , está en tu cuello , no desesperes Laura si consigues ayudar al rey ,serás libre para siempre – Tras decir esto la infante desapareció dejando a la joven totalmente confundida.
Reflexionando lo que la niña le había indicado, llevó su mano hacia su cuello, se encontró con un objeto con el que ya estaba familiarizada, la gargantilla del ojo de Amón Ra.

Texto agregado el 21-01-2014, y leído por 75 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-01-2014 Joder, ¡o sea que la propia Laura había sido la culpable! No había recalado en el detalle del collar... era tan evidente y no lo noté... tienes una lectora absurda... Es obvio que no con sólo devolverlo estará todo listo: si el faraón se ha tomado tantas molestias en joderle la vida lo más trágicamente posible, no escatimará detalles escabrosos para cobrarse. Excelente redacción y trama. Te recomiendo investigar un poco acerca de la idiosincrasia egipcia actual. 5*. Mariette
 
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