El haz dorado de la lámpara en mi habitación en penumbras
Parece apaciguar por instantes mi espíritu inquieto,
Mientras mis ojos buscan en la lectura, senderos secretos
Preguntándome si ella retornara alguna vez


Poderoso remolino bajo las quietas aguas
Recuerdos que nadie nota,
Heridas abiertas que tardan en cerrar,
Las huellas de una ausencia son y existen.



Fluyen como aguas subterráneas, los recuerdos:
Un rostro, un cuerpo, unos besos dulces y enervantes
Calles, parques, encuentros y ausencias
Todo aquello que hace y deshace un amor.


Algunas madrugadas en aquella ciudad
Cuando te dormías ovillada a mi lado,
Y me negaba a dormir por contemplarte
Para convertirme en el guardián de tus sueños



Cuantas veces te nombré pensando que el amor se llamaba como tú,
Muchas madrugadas creí ser feliz contigo
Mas el desencanto crece como la mala hierba,
Heme aquí cavilando si el amor posee algún nombre.


El tiempo suele ir borrando todo, difuminándolo
Hasta hacernos dudar si aquello en verdad existió
Tal vez sea el único consuelo que nos salva
Y por ello, tenemos todos, que pagar un precio.