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Recuerdo que yo siempre huía de ti. Ese día no era la excepción En mi intento de escaparme no me di cuenta que llevaba a mi amiga del brazo cual si fuera un llavero en mi mochila; pero he de acotar que su estatura justificaba mi analogía.

Subí al carro raudamente dejando a mi amiga en el paradero con la compañía de mis disculpas respectivas. Por fin cuando me sentía algo segura. Fue cuando mi corazón empezó a producir un terremoto de 8.5 grados en la escala de mi intuición femenina y mi amiga que nunca sonreía, ni cuando le hacían cosquillas, ahora reía. Todo me parecía rarísimo. Mi amiga ahora reía a carcajadas. Era verano pero yo estaba sintiendo un frío intenso que corroía todo mi cuerpo. Volteé poco a poco matando los siglos en segundos. Te vi y fue cuando yo ya no recordaba que vivía. Estábamos de esquina en esquina, tú en la puerta entrada y yo en la puerta salida. Hasta en eso la vida se nos mostró metafórica. Estabas tan bello, que tu luz absorbía mi entendimiento.

Lo primero que me enseñaron en la vida desde pequeña fue a rezar padres nuestros y ave marías, era lo único que mi boca producía cuando te veía. Te había convertido en un semidiós y había que guardarte pleitesía. Pero ya no podía resistir más estar cerca a ti, era una deliciosa tortura masoquista. Sentía tu aliento, tu olor, tu alma; eso me estaba volviendo claustrofóbica, había que salir de ese carro en el acto.

Pero no sabía cómo, las piernas me temblaban, la voz se me iba. Aspiré fuerte todo el aire del carro, dejé de darle cuerda a mi corazón y fue cuando el tiempo se detuvo, mostrándome escenas pasadas en las que yo huía de ti.

Por fin decidí abrirme paso entre la gente hacia la puerta de entrada. Yo caminaba directo hacia ti. Tú vestido de blanco, yo, de flores. Quería besarte, abrazarte, decirte tantas cosas que mi razón borraba cada vez que sacaba una conclusión sensata de todo esto. Pero había que ser asesina de la ocasión.
Tomé un rumor lejano y lo convertí en palabra hablada:
_ Bajo en el siguiente paradero
_ ¿Baja?
_ Sí, baja paradero Triángulo.
Por fin tu voz salió como un dardo directo a mi secreto inconfesable.

_ ¿Tú bajas en ese paradero?

Me hablabas y ya no podía más, mi corazón volvía a funcionar. Sentía la vida entrar por todo mi cuerpo. Mi corazón quería salirse por tus ojos. Era ahora nunca
_ ¡BAJO AQUÍ COBRADOR!
_ Espera… ¿Tú eres la chica del octavo piso?

Baje dándote la espalda, huyendo, volando, cortando el espacio en calendarios diminutos.
Camine a toda prisa sin voltear perdiéndome en mi nebulosa confusión de amarte en secreto. Lo imposible se hizo tal vez posible pero el final nada esquivo irrumpió, comiendo para siempre su última frase sin ser oída jamás.

Texto agregado el 02-02-2014, y leído por 192 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-02-2014 Eso es el amor, puede llegar, torturar nuestras vidas, sin saber cómo, dónde, quién, pero llega haciéndose dueño de nosotros. Narrado con toda la de la ley, buenas imágenes y bella dicción. !Muy bueno, me gustó tu escrito. Un cálido abrazo y inmensidades de estrellas********* NINI
04-02-2014 el pequeño objeto a. barrunta
 
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