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Estas palabras fueron escritas en las maderas que cubrían el suelo de la biblioteca de Farsteton Manor.

El texto fue descubierto por un trabajador a quien se había comisionado para buscar a la persona de Armin Farsteton, desaparecido desde que fuera llevado allí por uno de los granjeros del lugar.

Según reza la declaración hecha por el lugareño, habían arreglado que pasaría por el Sr. Farsteton, para traerlo de regreso a la ciudad, dos días después de dejarlo en la finca pero no pudo encontrar a nadie cuando fue a buscar a su cliente.

La historia parecía haber sido escrita con las uñas debido a las pequeñas gotas de sangre a su alrededor.







Recuerdo claramente el día en que la carta llegó a casa, aún resuena en mi memoria el timbre con que el cartero se anunció para entregarla.

No había nadie más que yo para responder al llamado, soy el último individuo perteneciente a la familia Farsteton que sigue vivo y en bancarrota a pesar de las grandes fortunas poseídas y dilapidadas por cada uno de mis predecesores, malditos por el mal de la demencia, una enfermedad que terminó con mi familia. Destino que parece serme esquivo hasta el presente, por lo menos.

Vivía solo en mi casa cerca de la Plaza Borlandy y es por eso que abrí la puerta para enfrentar al cartero todavía a horcajadas sobre su bicicleta y a la espera de entregarme una carta con el sello de una empresa muy conocida de abogados acompañada por una tarjeta con la leyenda "Entrega realizada" y un lugar para mi firma.

Alguien podría pensar que yo sentía la más mínima curiosidad o interés por el contenido de la carta pero estaría absolutamente equivocado. Estaba pasando por una fase de total desinterés en las cosas mundanas, así que dejé el sobre en la mesa donde ponía mis pipas y fuí a sentarme junto al fuego para reanudar la lectura del incunable que acababa de comprar.

Debo decir que ésta era mi única debilidad, me encantaban los libros viejos y estaba gastando mis últimos recursos en esas maravillosas piezas de la historia de la Literatura.

Era casi el amanecer cuando terminé mi tarea de estudiar el libro y envolviéndolo cuidadosamente en su "mouton" lo coloqué en un lugar privilegiado de mi biblioteca.

En ese momento vi la carta sobre la mesa de las pipas, estaba a punto de ir a dormir olvidándome de ella hasta la mañana o por la tarde siguiente, cuando me despertara pero un extraño impulso hizo que tomara y abriera el sobre para leer la única página que contenía.

Alguien de la firma de abogados me informaba que eran ejecutores de la voluntad de una persona cuyo nombre era Nathanael Farsteton y que había muerto nombrándome su heredero. Nunca había oído hablar de Nathanael y desde el bufete parecían no saber si era un primo, tío, ni que tipo de parentezco nos unía.

El lado corto de la historia, que no podía ser más corto, ya que era todo lo que estaba escrito en la página que recibí, era que ahora yo tenía las deudas de una finca en ruinas en medio de un páramo en la península de Cornualles.

Ya me disponía a tirar la carta a la basura cuando divisé una oración donde el escritor mencionaba que la mayoría de las deudas podrían ser atendidas con la venta de la «magnífica biblioteca» que mi pariente tenía en la mansión.

Por supuesto, me decidí a hacer el viaje a la finca y ver eso de "magnífica" biblioteca, que si era tan buena como parecía me la quedaría y dejaría que el Manor se hundiera en deudas y en el pantano.

Después de un viaje bastante desagradable en un tren lleno de gente que olían como si hubieran estado trabajado en una mina de carbón durante meses, tuve que alquilar un pequeño vehículo de dos ruedas altas para recorrer los últimos diez kilómetros en el páramo ya que no había pavimento y el pantano generalmente invadía los senderos.

Luego de un largo y horrible viaje por el brezal llegamos al lugar más inhóspito de la marisma: «la casa solariega», como la llamaba el granjero que me acercó a ella. Arreglé con el hombre para ser recogido en dos días a partir de ese momento.

Pensé que en ese tiempo ya sabría si la biblioteca valía la pena el esfuerzo de llevarla a mi casa y dejar en el olvido el resto de las deudas y el barro.

Al entrar en la vivienda una pesada atmósfera de abatimiento descendió sobre mí, la gran sala con la escalera de mármol parecía más apropiada para un mausoleo que para una casa. Me tomó cinco horas hacer el recorrido por todas las habitaciones y no encontré nada que me gustara o pudiera considerar de valor.

Luego fui a la biblioteca, obviamente la había dejado para lo último a visitar. Era realmente magnífica, dos pisos de repisas de madera de teca llenas de libros.

Se accedía a los estantes superiores por medio de una escalera de caracol y un balcón interno.

La escalera y el balcón, también en teca, tenían inserciones de marfil de varios sellos de armas que no reconocí.

Estaba encantado, empecé a leer los títulos de los libros, mi asombro aumentaba al ver el tesoro de Literatura que se guardaban en esas repisas.

La primera gran sorpresa fue encontrar allí una copia del famoso grimorio "Necronomicon" escrito, según H.P. Lovecraft, por el "Árabe Loco" Abdul Alhazred. Por lo que parecía desde afuera, el libro estaba escrito a mano, no impreso, ¿podría ser el original?

Me dispuse a retirarlo de la repisa pero al intentarlo quedé perplejo por la reticencia del volumen a ser movido.

Finalmente pude hacerlo girar sobre su base dejando libre sólo una parte de la mitad superior del tomo.

En ese momento todo el módulo próximo se deslizó hacia un costado dejando libre una puerta que comunicaba con una habitación octogonal de quince metros de ancho con estantes de teca llenos de libros.

En el centro del octógono había una tarima con un atril forrado en terciopelo rojo y un gran libro de tapas rojas sobre él.

Este libro no tenía título ni inscripción alguna en su tapa ni en toda su superficie visible que se mantenía cerrada y bloqueada por un broche de bronce sin palanca de apertura; sobre el libro había un sobre color rosa.

Tomé el sobre y saqué de ella una pequeña tarjeta con esta escrito en ella:

A quién pueda interesar:

Si usted valora y cuida de su vida, no se atreva a abrir este libro.


Eso era todo.

¿A quien pueda interesar? ¿Qué significaba eso? ¿Había más gente que podía ser parte de esta herencia?

No, me respondí, mi pariente o los abogados sabrían si alguna otra persona debía ser notificada de su muerte. Yo sabía que no quedaban más miembros de nuestra familia.

Mi mente gritaba varias preguntas más, mientras que en una forma terrible me sentí inseguro y vulnerable.

No estaba dispuesto a ir más lejos en ese momento. Debía procurar ayuda experta.

Pero, ¿Dónde? ¿Cómo? No podía caminar la distancia a la ciudad, así que decidí esperar a que mi taxi volviera en dos días, mientras tanto trataría de hacer un pequeño relevamiento del resto de la biblioteca.

Salí de la habitación octogonal y oí que la puerta se cerraba. Me senté en el sillón cerca de la escalera de caracol y traté de calmarme con una pipa. El día terminó lentamente y las tinieblas amenazan con tomar posesión del lugar.

Mirando a mi alrededor me encontré con un viejo quinqué, que encendí. No había energía eléctrica en todo el solar.

Puse la luz sobre la mesa cerca del antiguo sillón, la poca luz acentuaba las sombras y la sensación de tristeza en todo el ambiente.

Después de un tiempo pude pensar con claridad, tenía esa sensación horrible de pesadumbre en mi mente, pero culpé al tenebroso ambiente de la casa.

Yo sabía que tenía que abrir ese libro, pero ahora me sentía cansado y triste. Las experiencias del día habían pasado factura a mis energías, así que tomé el quinqué y subí las escaleras de mármol hacia una de las habitaciones que había visto en mi primer paseo por el lugar y había quedado en mi memoria como casi confortable. Me acomodé lo mejor que pude y me preparé a pasar la noche.

Mi sueño, si podemos llamar sueño a la pesada semi-inconsciencia en que me hundí, estaba plagada de pesadillas, había dos grupos de criaturas indescriptibles luchando por ganar mi atención y mientras uno de ellos me rogaban que abandonara el
Manor de inmediato, el otro me pedía que me apresurara a ir a la habitación octogonal y a abrir el libro rojo.

Fue agotador y me desperté unos minutos antes del amanecer tan cansado como estaba al acostarme.

Queriendo terminar con esta tortura, me vestí y bajé a la sala octogonal, tomé el libro del atril y traté de abrir el cierre, pero fue inútil, no podía encontrar la manera de hacerlo, así que volví a sacar la tarjeta rosa y a leerla.

Fue entonces cuando me di cuenta de una nueva inscripción sobre la esquina inferior derecha de la tarjeta.

Yo podría haber jurado que no estaba allí la noche anterior cuando leí la tarjeta por primera vez pero estaba demasiado cansado y no podía estar seguro. Acercándome a la luz, leí en caracteres muy pequeños:

Abaddon, el exterminador.

Me quedé perplejo:

¿Abaddon?

Recordé un viejo mito sobre un Ángel Exterminador, pero no pude traer a la mente la historia exacta.

Casi sin darme cuenta, repetí en voz alta el nombre.

Un agudo sonido me llegó desde el atril.

Una nueva sorpresa me esperaba al ver el broche del libro y la cubierta abiertos mostrando una primera página en blanco.

Me acerqué al atril y con un sentido de admiración di vuelta a la primera hoja, para encontrar otra página en blanco.

No podía creer lo que veía mientras pasaba la mitad de las páginas del libro, todas ellas estaban totalmente en blanco .

Iba a cerrar el libro en frustración cuando me di cuenta de que el marcador de color rojo con un sello extraño sobre él indicaba un lugar algunas páginas más adelante. Abrí el libro allí y encontré una especie de verso o poema casi ilegible que parecía contener estas palabras:


Veni, O Abaddon,
Venite, quod tuum est,
Dominus mecum, et Magister,
Et obedieris mandata tua
Nam aeternitas.




No podía estar seguro porque la impresión parecía desvanecerse lentamente. Mi conocimiento del latín era inexistente, así que no podía comprender el significado de estas palabras. Terminé por tratar de leerlas en voz alta para ver si podía decifrar el significado por su sonido.

Cuando finalicé de pronunciar con dificultad la última palabra, los muros octogonales comenzaron a girar en torno al atril y fui arrojado a un calabozo obscuro donde estaba encadenado a una pared. En cuestión de unos minutos pude ver en las sombras y quedé aterrorizado.

Había muchos de nosotros, todos encadenados y arrodillados ante una figura gigante con alas negras.

Pensaba por arte de magia, como si esos pensamientos no me pertenecieran:

Nosotros somos los guerreros de Abaddon y nuestra tarea es destruir toda la Creación.

Mi penúltimo pensamiento como un alma humana fue entender el poema en latín, ahora las líneas parecían fáciles de comprender:


Ven, Abaddon ,
Ven a tomar lo que es tu derecho,
Sé mi Señor y Maestro,
Voy a obedecer tus órdenes
Por toda la Eternidad.



Mi último pensamiento humano fue grabar mi historia en el piso de madera, con mis uñas retorcidas, mientras mi cuerpo se iba convirtiendo en un monstruo.

Texto agregado el 08-02-2014, y leído por 255 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-07-2014 Si, escalofriante y delicioso efelisa
11-02-2014 Muy buen texto te felicito. rhcastro
11-02-2014 Genial!!! el suspenso se mantiene en todo el cuento. Una vez mas el Necronomicón aparece y nace un cuento estupendo!! Saludos a Lovecraft y felicitaciones !! ***** adelsur
10-02-2014 Lovecraft... por supuesto. yar
10-02-2014 Ahhhhhh... estupendo relato, pleno de tensión y excelentemente bien llevado. El maestro Locecraft... Cinco aullidos aterrorizados yar
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