|             ¡¡ CUIDADO CON LAS CABEZAS.!!.. 
 Siempre yo había sido un tipo luchador y tenaz ante la adversidad, y esta capacidad mía  tuvo su  prueba máxima después  del accidente que tuve con la moto… Cuando aún la  fractura en la pierna   me dolía y rengueaba, lo que más me tuvo preocupado fue aquel  fuerte golpe en la cabeza. No obstante haber sido atendido de emergencia  y que la resonancia magnética no arrojara  ninguna lesión, al poco tiempo comencé con breves mareos. En ese entonces trabajaba como empleado administrativo en una agencia de seguros y esta afección podía  perjudicar mi desempeño justamente cuando esperaba un merecido ascenso. Lamentablemente, a esto le siguió una notable pérdida  de mi concentración mental, lo que me imponía un  esfuerzo extra a la hora de rendir cuentas en esa oficina. En principio fue esporádicamente, pero sumado a una dispersión de la memoria que llegó en consecuencia cada día  se me hacía  más difícil hilvanar  una vida coherente para mí y para con  los demás.
 A veces vivía o  creía vivir situaciones ajenas en lugares desconocidos que mi razón (o lo que quedaría de ella) rechazaba. Una mañana desperté con la horrible sensación  de sentirme un extraño en mi propia casa. Los muebles me parecían  distintos y hasta mi esposa y mis hijos me resultaron  personas completamente desconocidas, afortunadamente esto duraba apenas instantes y ellos no notaron nada raro en mí. Fue una suerte también  que algo tan perturbador  no me ocurriera  en el trabajo todavía, aunque cada vez que subía al ascensor del edificio este temor me invadía y como llamándolo ese día  llegó inexorable y precisamente ahí;  una persona que viajaba frente a mí, que  vestía ropa deportiva y llevaba una bolsa con un par de guantes de boxeo me llamó la atención por su penetrante e inquisidora mirada “ Por suerte bajará en  el gimnasio, en el 3er piso”  me dije, pero una vez pasado por ahí  me sorprendió también su gran parecido a mí.  Era yo, pero mucho más joven. Idéntico, si no fuera por su nariz achatada. Más cuando recordé que me había lastimado la mía  en el accidente,  y que también  mi padre alguna vez había practicado boxeo,  relacioné y mezclé  todo en mi cabeza como en una coctelera hasta el punto de sentir que me estaba volviendo completamente  loco. Desde ese preciso instante viajé con la  vista al suelo para no mirarlo, pero cuando la levanté ya no estaba más. Así y todo acerté en bajar en el 8 vo, entré a la oficina  sin siquiera  saludar a mis compañeros, y me senté al escritorio consciente que debía poner mi cerebro en orden lo más pronto posible. Fingiendo estudiar una carpeta traté de serenarme, luego, pensando más  racionalmente me dije tratando de convencerme: -“Si este muchacho existe  simplemente se me parecía”  Pero enseguida surgió la pregunta inevitable: Y si no fue real, si no existió ¿ entonces fue una alucinación?.. Por ahí concluí que mi cerebro estaba  actuando como una verdadera esponja, absorbiendo todo  lo que me rodeaba y convirtiéndome por momentos en casi otra persona. Y aunque hasta allí había sorteado cada situación engorrosa con cierto éxito, ya era evidentemente  que con un  gran esfuerzo intelectual mío no era  suficiente. El asunto era irresoluble, y  yo debía dejar de lado mi terquedad y la soberbia y pedir una ayuda externa.
 Sabía que en el mismo edificio atendía un psicólogo, en el 5to. Necesitaba su opinión antes de recurrir directamente a un psiquiatra o a un neurólogo, y solicité un turno para la consulta. Prometió conectarse conmigo apenas tuviera un lugar en su agenda. Esta  decisión tomada por sí misma me tranquilizó, aunque de todas maneras evité subir por el ascensor y desde ese día lo hice por las escaleras. Esta simple acción  marcaría el comienzo de una inesperada y milagrosa mejoría. Mi pierna dejó de molestarme y mi mente poco a poco se volvió transparente como un mar en calma. Podía subir y bajar los ocho  pisos con notable facilidad, me sentía tan ágil y  lúcido como nunca había estado, y lo más importante, sin  fantasmas a la vista.
 ¿Qué fue lo que provocó ese sorpresivo bienestar sin siquiera comenzar algún tratamiento?, no lo sabía y tampoco me interesó averiguarlo. Estaba  espléndido y con eso me bastaba. “Estoy  ganando una  pelea con el golpe de la suerte, en el último round cuando perdía por puntos" me dije como si estuviera lidiando una pelea conmigo mismo ”. Pero  no debía bajar la guardia y decidí seguir esta rutina  fija de subir  por las escaleras y bajar por el ascensor,  mientras  tanto esto me mantuviera  en buena forma y no sufriera ningún sobresalto de aquellos…
 Más cuando todo esto  parecía ser parte ya de un reciente pero extraño pasado, tuve una nueva sorpresa; estaba yo frente  a la puerta del edificio cuando  noté a través del vidrio polarizado que alguien del otro lado necesitaba salir, y que sin su   llave esperaba alguna ayuda desde afuera. Entonces fue ahí que le abrí y me encontré cara a cara con el muchacho del ascensor. Con su  misma ropa deportiva, con  su bolso y con su nariz achatada, pero esta vez lo ví con el verdadero rostro que  en nada se parecía al mío. “Definitivamente, estoy curado del espanto ” me dije mientras él  agradecía mi gesto  con amplia  sonrisa. Pero de pronto, como acentuando esto, resueltamente dándome fuerte la mano muy solemne y cortés, agregó. “Muchas gracias señor... gracias por todo”  Y se alejó para no verlo nunca más ...
 Por primera vez en esos últimos tiempos entré a la oficina con la seguridad  de que ahora solo  debía obsesionarme por obtener el tan postergado ascenso. No obstante algo me distraería otra vez; en la computadora me esperaba un mensaje del doctor ofreciéndome el turno que había solicitado. Aunque ya no creía necesitarlo, por una razón de ética decidí visitarlo y darle personalmente mis excusas correspondientes. Ya en su consultorio  me vi obligado a hacerle un ligero resumen  de lo ocurrido conmigo, pero antes de despedirme con la disculpa del caso esperé  una respuesta esclarecedora a tanto misterio guardado por mí mismo.
 Tras una  breve cavilación  se justificó por no poder darme una explicación satisfactoria al respecto  ya que no era un neurólogo autorizado sino sicólogo...
 Quizás al notar mi decepción por su vaga contestación igual me dijo que arriesgaría  una hipótesis profesional: Que dado este proceso, era muy posible que haya existido una conmoción esporádica que produjera en  principio esas alteraciones en la zona sensorial  y cognitiva, pero que luego por causas desconocidas su efecto se revirtiera lentamente hasta una  cura definitiva. “Esto suele suceder, es todo lo que le puedo decir” acotó. Luego se animó a agregarme: “A veces en  psicología también suceden  casos extraordinarios,  nuestra cabeza  es una caja de sorpresas, el cerebro guarda sus recursos  bien escondidos, y hasta en mentes simples y despojadas saben aparecer innatos y con alcances cercanos a la parasicología donde yo ahí tampoco me meto… Puedo darle un ejemplo parecido y reciente: Durante éstos tres últimos años estuve asistiendo  a un joven deportista, un boxeador que llegó aquí con severos síntomas de falta de convicción e inseguridad en lo que practicaba. Esta  gran  falta  de concentración en lo suyo lo llevaba al límite de su vocación profesional,  mientras que en momentos claves de una  pelea era  su vida misma la que corría  peligro. Más cuando muy poco había logrado yo avanzar en su mejoría,  sucedió algo inesperado;  de un día para otro comenzó a recuperar  su autoestima y la seguridad en sí mismo. Seguidamente logró  forjar una fuerte personalidad a toda prueba, tanto que hace quince días le di el alta. Precisamente hoy vino a saludarme y a traerme aún  mejores noticias: Acababa de ganar su primera pelea.”
 “Con el dinero del premio se compró la moto que tanto deseaba  y quiso compartir esa alegría conmigo. Lo noté  tan feliz que recuerdo perfectamente la manera en que se despidió;  con un fuerte apretón de manos diciéndome solo  por cortesía en realidad:“- Muchas gracias doctor... gracias por todo” y acariciando un flamante casco  que sacó  de su bolso como irónicamente agregó : “…y ahora, ¡Cuidado con las cabezas!  como siempre nos dice el   árbitro sobre el ring… Pero todo el tiempo y en cualquier lugar ¿ no  es así doctor?...
 
 
 
 |