Vaya, descubrí que no soy santa
Que soy un florerito
Que permanentemente pienso en mí y en lo que quiero.

Que no escucho ni pregunto a los otros lo que les pasa conmigo
Y así ando dejando corazones rotos por el camino.

Lo que pasa es que yo creo
que si no comprometo el bajo vientre
nadie puede darse por seducido
y parece que eso no es mas que un convencionalismo
de mi moral fundacionalmente cartucha.

Y parece, finalmente, que los hombres se enamoran
precisamente por las otras cosas.

Porque abrazo y miro a los ojos
porque me intereso y profundizo
porque jamás me fijo en lo que tienen ni lo que han conseguido
sino en lo que son y lo que pueden ser.

En conclusión, soy irresistible e inolvidable,
lo compruebo cada vez que me encuentro casualmente
con un algún antiguo amigo que ni he besado
que me saluda tímidamente y se ruboriza,
como si tuviéramos algo pendiente.