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Esta allá afuera. Afuera, en lo más profundo de esa extensa noche que me paraliza y me inquieta, con sus extraños claroscuros y sus profundos misterios que solo dejan entreverse una vez para cerrarse a cal y canto para siempre. Allí vive, mientras yo estoy aquí en una sola pesadilla insomne, que como un Deja-Vu roe las entrañas de mi conciencia, de la puesta del sol hasta su salida, una y otra vez.

No puedo asegurar en absoluto que se como es. Hago simplemente conjeturas basándome en lo que soy. Y trato, por tanto, de prever lo que no soy. E indefectiblemente, no lo consigo, por más que trate.
Todo empezó una tarde de lluvia. Ahí estaba Yo, esperando pacientemente a que me trajeran por fin el libro que tanto había esperado. Lo recuerdo bien:
- Buenas tardes, señorita.
- Buenas tardes, joven. Que se le ofrece?
- Deseo solicitar algunos volúmenes para investigación. Consulta externa.
- Tiene tarjeta de biblioteca?
- Si, señorita. Tenga por favor.
- Bien. Volúmenes solicitados por favor?
- Ficha 024356, Ficha 000043, Ficha 654421 y Ficha 756432.
Espere en el mostrador muy pacientemente a que la Bibliotecaria me trajera semejante cantidad de libros. Sociología: Pura jerigonza que oculta tres ideas sencillas e importantes. En fin, los necesitaba, así que ahí fui y ahí estaba esperando. Fue cuando la vi por primera vez. Sentí como si algo se alterara en el universo, como si algo que no debía estar ahí, que no debía estar ahí en ese momento ni en ningún otro se materializara para mayor confusión de todos los esquemas de la realidad presentes, pasados y futuros. Y sentí frío, no fuera de mí, sino como si el frío viniera precisamente de mi centro y se irradiara para anunciar que el momento más importante de mi vida había llegado, para bien o para mal. Algo me dijo entonces que girara mi cabeza.
Ella estaba ahí, rumbo a la sala de lectura, llevando una selección de volúmenes que no me era dado siquiera descifrar a lo lejos de que podían tratar. Cuando llego a la mesa más apartada de todas puso los volúmenes frente a si , halo la silla para que quedara dando la espalda a la luz que a raudales entraba a la ventana, quedando así de frente hacia donde yo seguía aguardando, y se sentó.

No se aun como se las arreglo para en todo este tiempo no darme la cara ni un segundo. También es verdad que pude haberme distraído y no notarlo, pero hasta donde recuerdo no pude verle el rostro, pues apenas se sentó agacho su cabeza. Lo que si note es que bestia extraño para una chica. T-shirts negros, Jeans viejos, tenis All-Stars negros, y cabello suelto y largo de un hermoso castaño. Nada que ver con las chicas-amantes-de-la-moda tan comunes en todos lados (incluso en el ambiente de la biblioteca), con sus falditas y ropitas rosadas.

- Aquí tiene sus volúmenes, joven.
- Ah, que?
- Sus volúmenes Joven…no es eso lo que espera?
- Ah...si, gracias.

Los tome y busque una mesa solitaria, que quedara frente a ella y donde pudiera tener abundancia de luz. Generalmente cuando uno busca con tanta minuciosidad es imposible de hallar lo que desea, pero esa vez ahí estaba una mesa como la requería. Casualidad?. En fin, tome mis volúmenes y me enfrasque por unos buenos diez minutos en descifrar sociología aplicada a los núcleos de población emergente. Léase: leía sobre Mafiosos y sus estilos de ver la sociedad como parte de mi pre-tesis universitaria.

Pero la curiosidad es la fuerza mas poderosa del hombre y a los diez minutos exactos decidí levantar mi mirada hacia la mesa en que ella estaba. Y la vi. Después de tanto tiempo, cada vez que puedo recordar ese instante, una sola palabra viene a mi mente: Hermosa. Era muy hermosa, con una pequeña nariz recta y ojos muy oscuros. Y me olvide totalmente de tiempo, volúmenes, trabajo y de mi mismo. Será esto lo que Boticcelli sintió al pintar a la Venus?. Sandro, Sandro… igual que yo te maravillo la belleza de una chica y tu la volviste inmortal y famosa. Yo no haría tanto, pero juro que si alguien lee estas líneas, ella vivir hasta que nadie mas pueda recordar.

Tanto tiempo debí pasar viéndola tan arrobado como estaba que cuando puse mis pies en la tierra de nuevo note que ella me miraba con la misma insistencia con que yo lo hacia. Sorprendido de esta manera, la única salida que tuve fue agachar mi cabeza rápidamente de vuelta a los libros en un esfuerzo demasiado torpe de aparentar normalidad, maldiciéndome sotto vocce y jurando que seguro ella creería que era yo un loco o algo peor. Nunca me enoje hasta entonces conmigo mismo como lo estuve entonces. Y así seguí un largo tiempo , haciendo un esfuerzo sobrehumano para evitar mirarla de nuevo , hasta que no soporte más y descubrí con horror que ella había partido.

Texto agregado el 08-03-2014, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-03-2014 Un relato entretenido,bien narrado y con un final que no esperaba.UN ABRAZO. GAFER
 
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