La llama viva

Cuando tú me acaricias, mi piel se estremece
Cual hierbas mecidas por fuerte y fresca brisa
Mientras el rocío fulgura en ellas cual bellas gemas
Y recorre todo mi cuerpo dejando huellas en él.

Siento que no puedo alcanzar esos sueños viejos
Y en mi triste mirada se abren grietas profundas
Escucho tu vos cual susurrante manso y caudaloso rio
El cual discurre murmurante en su largo peregrinar.

Cuando acude la noche en su silencio me escurro
Escapando de esta dura realidad, el paso del tiempo
Mis toscas manos se aferran con temor a las tuyas
Y ellas te transmiten, que aún por ti de amor muero.

Tu mirada me hace bien, en ella encierras todos los viejos sueños
Beso tu pelo cano, que cae sobre tus hombros cual fresca agua perlada
Y con suavidad rozo la comisura de tus labios aún frescos.

Un nuevo día juntos a los dos nos encuentra, el sol nos abraza
Da calor a nuestros cuerpos, donde el invierno con prisa avanza
Pero amor tú sigues siendo el agua fresca que calma mi sed
Eres el vergel de la fértil tierra, eres el jardín de nuestra vejez.

Raúl Amador Irusta