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Inicio / Cuenteros Locales / Eriel / El Bosque de las Ánimas (Capítulo 1)

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Abrí los ojos y desperté dentro de una oscuridad que inundaba la habitación sin permitir visualizar nada. Arrastré las sábanas con los pies hasta llevarlas al final de la cama para poder levantarme, mientras me agarraba a uno de los boliches del somier que asomaban por la cabecera.

Acostumbrado a la asfixiante penumbra empecé a distinguir, poco a poco, toda la habitación; la mesita de noche a mano izquierda de la cama, casi siempre con algún papel o nota junto a la lámpara, el empotrado armario frente a la mesita, en el otro lado de la habitación, mi escritorio de estudio pegado a la pared contigua de la cama, con el ordenador y papeles desordenados por los que mi madre siempre regaña, la puerta cerrada de madera caoba, el ventanal que da a la terraza, oculto tras las cortinas de seda y el suelo entarimado.

Una vez en pie me acerqué a la ventana, corrí las cortinas a izquierda y derecha y me asomé para vislumbrar el cielo pero, para mi asombro, no pude ver nada más allá de la barandilla que cercaba la terraza, era el cielo más oscuro que jamás había visto. Acongojado, decidí asomarme agarrado desde el pretil y solo pude ver el piso de abajo, ni si quiera el suelo se podía distinguir. Era como si estuviese dentro de una niebla espesa. Volví a la habitación y cerré la ventana rápidamente, corrí de nuevo las cortinas y me acerqué a la cama para ponerme las zapatillas de andar por casa. Del armario cogí el batín, me dirigí a la puerta y giré el pomo para abrirla.

El primer haz de luz azul que entró por la ranura de la puerta entreabierta me sorprendió y resultó desconocido, la luz de las escaleras era amarilla. Abrí la puerta de un movimiento brusco, atemorizado por descubrir el origen de esa luminiscencia.
Cuando los ojos se acomodaron al contraste luminoso, pude apreciar un maravilloso paisaje verde, un bosque de arces y árboles frondosos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista; un suelo bañado de un vasto prado y plantas de numerosas hojas; y entre las ramas de los árboles asomaban haces de luz de la Luna que intentaban filtrarse por el espeso manto de hojas.

El viento traía hasta mí un sinfín de aromas: el musgo en las zonas húmedas, el romero acariciado por el rocío del la mañana, la hierba fresca del bosque, la amalgama de aromas florales que emanan entremezclándose entre sí, la resina que fluye de entre la corteza… Tantos que necesitaría demasiado tiempo para distinguir más.

Cerré los ojos y comencé a prestar atención pues además el paisaje proporcionaba gran variedad de sonidos que te fundían con él, una suave brisa meciendo las hojas y peinando el prado, acariciándome las mejillas como si de una mano se tratase, el viento silbante atravesando los árboles… Se escuchaba el recorrido de un río fluyendo a través del bosque, pero ningún ruido de animal ni nada que se le pareciese, algo que me inquietó mucho.

Di un paso adelante tambaleante y cerré la puerta para adentrarme en el bosque, sin si quiera ser consciente de dónde estaba y tras dedicar un tiempo considerable a caminar sin rumbo fijo, decidí buscar el río que anteriormente había escuchado.

Volviendo sobre mis pasos siguiendo el sonido de la corriente, divisé lo que parecía ser una esfera azul flotando y moviéndose, como si se tratara de una luciérnaga. Me acerqué lo suficiente para darme cuenta de que no había un cuerpo definido como el de un animal, sino una sustancia líquida en forma de esfera que emitía luz y se movía flotando por el bosque. Durante la observación, pisé una pequeña rama seca que emitió un crujido y la esfera huyó despavorida en dirección contraria a la que me encontraba y, raudo, comencé a perseguirla para ver hacia dónde se dirigía. Era lo más emocionante que me había sucedido desde que había despertado, pero no era fácil seguirle el ritmo ya que era capaz de esquivar los árboles con mayor agilidad y al poder levitar no encontraba dificultad alguna de obstáculos en el suelo como yo, pero eso no me motivó para que desistiese y aumenté el ritmo para no perderla de vista.

Durante la persecución me di cuenta de que el sonido del río ya no se escuchaba sino el de una cascada golpeando suavemente el agua y cada vez sonaba más cerca…
Deseaba poder ver la cascada y tras volver a centrarme en la persecución después de una desconcentración, tropecé con las raíces de un enorme roble, tan alto que ocultaba la Luna tras sus ramas y hojas.

La esfera de luz se alejó lo suficiente como para perderla de vista y eso me frustró después de tanto esfuerzo invertido en alcanzarla.
Aproveché la caída para tomar un descanso, estaba fatigado y sin fuerzas para continuar sin saber dónde me encontraba, por lo que me senté al pié del gran árbol y empecé a contemplar de nuevo el paisaje, tan sorprendente y mágico que me envolvía y arraigaba hasta lo más profundo de mi ser.

El sonido del agua fluyendo todavía se podía escuchar, así que encontrarla era mi nuevo objetivo. Cuando repuse las suficientes fuerzas para levantarme y seguir caminando, me agarré a una de las raíces para que me sirviese de apoyo y me levanté. Una vez en pie, me concentré en el tañido del agua que se escuchaba cercano, así que comencé a caminar en dirección al eco que hasta mí llegaba, vigilando el suelo que pisaba y esquivando las enredadas raíces que emergían del suelo, pobladas de verdes ramillas que colgaban hasta el suelo imitando a las cortinas. Tras alejarme del roble inicié una marcha más rápida ya que caminaba sobre un prado con menos relieve y por el que podía moverme más cómodo.

La planicie se extendía bastante y quedaba iluminada completamente por la Luna, no había árbol alguno que la ocultase, pero a lo lejos y entre una arboleda se apreciaba una luminiscencia azul que recordaba a la esfera y, para mi sorpresa, el sonido de la cascada procedía de la misma dirección, por lo que eché a correr deseando encontrar la cascada y el motivo de tal luminosidad.

Al llegar al lugar no cabía en mí del asombroso espectáculo que estaba contemplando, jamás habría imaginado tal escena. Un inmenso espejo, lo que parecía ser un lago, que reflejaba el cielo totalmente estrellado, una cascada de esferas azules que caía desde el cielo, sobre el lago millones de esferas flotando, unas por encima de otras, como si de luciérnagas se tratasen y en el centro del lago un torbellino infinito.
Me agazapé tras un árbol mientras continuaba asombrado después de haber visto semejante atmósfera de belleza, solemnidad y silencio, todo acompañado de un paisaje extraordinariamente mágico, nunca antes había visto nada igual.

Tras un buen rato de observación, me di cuenta de que detrás mío se encontraba una de esas esferas, flotando, diría que hasta observándome curiosa. Me giré lentamente para poder verla más de cerca y cuando la tuve de frente, salió despavorida hacia la otra punta del lago, cruzándolo por el medio. Juraría que era la misma esfera que anteriormente había perseguido y eso me animó a moverme de nuevo, dando un rodeo al lago siguiendo su circunferencia y con calma. Poco a poco y a lo lejos, empecé a distinguir lo que parecía ser un pequeño altar desde el que una figura esbelta dirigía con los brazos a las pequeñas esferas, cual director dirige su orquesta. Las esferas, al son de una muda melodía, se iban posicionando unas detrás de otras, de forma que creaban un horizonte azul ante mis ojos.

Cuando me acerqué lo suficiente, observé que la figura esbelta era una dama majestuosa, sublime, delicada y preciosa, con sus largos y extensos cabellos del color de las estrellas, un rubio platino, con unas mejillas angulosas y completamente sonrojadas, labios de un rojo vivo, intenso, un cuerpo recorrido por un sinfín de curvas cubierto por una toga de seda y sobre su cabeza una tiara brillante, de color platino y en su centro, en forma de rombo, un zafiro que se iluminaba al paso de las esferas.

Trazando líneas en el aire con sus delicados brazos hacía danzar a las esferas y éstas, una a una, se acercaban hasta ella. Las iba tomando con las manos, pronunciaba algo en susurro a cada una de las esferas, les daba un ápice de aire y tras él, las dejaba flotar hasta la espiral en la que se introducían hasta desaparecer en la profundidad.

Todavía sorprendido por el escenario y las escenas que estaba presenciando, me acerqué más para contemplar de cerca el espectáculo, entonces ella posó su mirada en mí, deteniendo el desfile azul y cambiando su expresión por una más seria. Esa mirada, de azulados ojos cristalinos, me petrificó al instante, clavándome en el suelo que pisaba y me aceleró el ritmo cardíaco hasta el punto de sentirlo latir en el pecho.
Desconocía lo que podía suceder, todo era tan irreal que creí que despertaría de un momento a otro, mi imaginación podía ser desbordante a veces. Pero no fue así.

La dama descendió del altar y caminando con sutileza se acercó atravesándome con esos ojos por invadir ese sagrado lugar al que no pertenecía. Cuando se alzó ante mí, me examinó más de cerca al igual que yo hice con ella, pero su expresión seguía siendo firme y cuando terminó con el chequeo alzó su mano derecha, ofreciéndome su palma y… ¡Comencé a levitar!
No daba crédito a lo que estaba sucediendo, me manejaba como un titiritero mueve a su muñeco, posándome encima del lago.

- ¡Para! ¿Qué te crees que haces? – pero no obtuve respuesta alguna.

Con el corazón en la mano, vi como me encontraba encima justo del torbellino, donde lo único que podía ver era una infinita espiral de oscuridad sumergida en agua.

- ¡No pretendía interrumpir! ¡He llegado aquí por accidente, ni si quiera sé dónde estoy! ¡Lo siento! – gritaba asustado.
- ¡Silencio Eric! – pronunció estremeciéndome.
- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres tú? ¿Qué vas a hacer conmigo? – pregunté desesperado, intentando conseguir algo de tiempo e información.
- Soy Eriel, guardiana del Bosque de las Ánimas y mi misión es mantener la paz de este lugar. Te voy a enviar al lugar donde te enseñarán lo que necesitas saber, pregunta por Alastor y dile que te envía Eriel, él sabrá qué hacer contigo, es todo lo que necesitas saber por el momento.
- ¿¡Qué estás diciendo de enviar ni que mierda!? ¡Vuelve a ponerme en tierra!

Pero me ignoró por completo. La angustia y desesperación se adueñaron de mí y comencé a entrar en estado de shock, esto no podía estar pasando. Clavé mi mirada en la suya intentado que rectificara pero fue entonces cuando llamó a una de las esferas, la posó sobre su mano izquierda y después de acercarse a ella para susurrarle algo la lanzó en mi dirección. Asustado vi como se acercaba a toda velocidad.

- ¡Aléjate de mí! ¡No te acerques!

Pero era inútil y en unos segundos se puso delante de mí. Todo mi cuerpo temblaba, tenía la sensación de estar a punto de romperme en pedazos y quería despertar de aquel extraño sueño.
De repente, comencé a caer hacia el torbellino y vi como Eriel relajaba el brazo con el que parecía sujetarme. Gritaba mientras caía hacia un infinito siendo acompañado por una estúpida pelota azul, seguido por la mirada de una mujer que me había lanzado, sin saber cómo, al vacío. Lo último que recuerdo de ese lugar es ver cómo la esfera se posaba sobre mi pecho, sumergiéndose en él como si fuese agua filtrándose en la tierra y dejando una fría sensación sobre el mismo.

Texto agregado el 25-03-2014, y leído por 93 visitantes. (0 votos)


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