Diariamente se juntaban a platicar en su banca favorita, en el centro de aquel parque al norte de la ciudad.   Amigos por más de medio centenar de años.   En algunas oportunidades habían trabajado juntos, y la suerte y la vida los mantenía unidos. 
-	 No te veo bien –dijo el amigo dándole unas palmaditas en la pierna. 
-	 Es lo mismo de siempre.   - Respondió el otro en tono bajo.  -Mis achaques y las locuras de mi mujer. 
-	¿Y ahora que pasó? 
-	Lo de siempre, renegando de todo y de todos,  ya se le metió en la cabeza que quiere que nos cambiemos de ciudad, ¿como lo ves? 
-	Yo no lo veo bien, este ha sido tu hogar siempre, aquí, tienes a  tus hijos y  amigos. 
-	Yo lo miro mal también, pero ella no lo entiende, dice que esta ciudad la enferma,  que se quiere ir al pueblo donde nació, para morirse allí. 
-	Que chiste pues, eso si es una locura. 
-	Eso mismo digo, en vez de disfrutar la vida, lo poco que nos brinda, no importa donde, sino con quien ¿no te parece?  
-	Que mala forma de ver la vida 
-	Si, por lo menos nosotros tenemos otro punto de vista o vemos la vida de otra manera. 
Allí siguieron conversando aquella mañana nublada de abril, como siempre lo hacían, aquel par de amigos ciegos de nacimiento. 
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