Ojalá


Las olas me llevaron junto a la 5,
hacia poniente,
al Ojala,
al patio de Lu,
donde mi viajera mirada
se acopló a todos los mirares,
mis oídos a 500 músicas
que fluctuaban por el local,
mezclándose con la brisa marina,
preñada de ocle y salitre.


Tal eclosión de efluvios, sonidos,
colores y pensamientos
indujo a mi mente a adentrarse en paraísos
conocidos y añorados.


Lu, la diosa de la fuente,
continuaba orquestando las sensaciones,
la mecánica de su entorno,
con la batuta de la serenidad y la firmeza.


Descolgué mis alforjas a mis pies
y fueron evaporándose las cargas pesadas
y concentrándose lo importante,
lo que crece en el Edén.


Apuré mi Noilly Prat
y salí en dirección al mar y al caer de la noche,
sin despojos,
con las arcas de nuevo vacías.


Aguilagris


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