Era una tarde fría donde el invierno florecía y las luciérnagas se encendían, él mirando fijamente al horizonte gris acompañado del impresionante mirador, encendió su cigarro y mientras el viento le acomodaba los cabellos pensaba sigilosamente en ella, en esos ojos que habían deslumbrado sus ideas, en esa sonrisa que había paralizado el entorno y en la suavidad de esos labios que se lo bebieron sorbo a sorbo. Ella desde la otra esquina lo veía fijamente recordando la sutileza de sus manos al tocarla, admirando la valentía de sus ojos al mirarla y adorando los gestos de su rostro al recordarla… De repente un estruendo irrumpe sus recuerdos y deja caer una lluvia helada que inunda de pretextos la tarde, dejándoles como abrigo sus cuerpos y de testigo las ganas de crear nuevos recuerdos para el resto del invierno. Sin perder el tiempo corren uno al otro y después de un cálido abrazo se pierden en la niebla hasta llegar a la orilla de la chimenea donde en la penumbra solo se escuchan las gotas que caen de sus cabellos y los latidos de sus cuerpos palpitando de emoción, era el momento perfecto… él, admirando la silueta que lo acompañaba no creía lo que en realidad pasaba y ella, perdida en el encanto de su galán disfrutaba cada beso y cada caricia que harían de este invierno… una primavera inolvidable.