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La Leyenda Dorada

Existen en el gran libro de la memoria de los pueblos, cuentos y leyendas que reflejan su idiosincrasia. Me ha tocado la suerte de poder vivir, desde hace ya muchos años en esta “dulce tierra de Francia”, como lo escribiera en un poema nuestra chilena Gabriela Mistral, y la lectora empedernida que soy, no ha parado de hurguetear en los desvanes de abuelas y abuelos, en tiempos en que, (pobre estudiante sin plata ni gloria) me iba a vender cosas usadas, obtenidas así, visitando desvanes, en los mercados persas que existen en todas partes, los días domingos. Y como siempre estuve enojada con el “bon Dieu” (el Dios bueno, porque parece que también existe uno malo) no me iba a misa, sino que a vender mis cosillas en los dichos mercados, turnándome con una compañera, tan latina como yo, que no tenía vergüenza de hacerlo, puesto que estábamos tan lejos de nuestros familiares y conocidos que no podían poner el grito en el cielo. Y así fue como dentro de un lote de libros amarillentos y usados de tanto haber sido hojeados, me impregné de lo que se contaba en tiempos de la Edad Media, por estos pagos.

Les narraré la Historia que se conoce como haciendo parte de “Las Leyendas Doradas de la Edad Media Francesa”. Y se llama

El Milagro del Vicario Teófilo.


Y empieza así:
“Esta es una leyenda que todos pueden leer en las piedras grises de nuestras viejas catedrales. La muestran los vitrales, con todo el resplandor de sus fuegos multicolores. Se las voy a contar y mañana comprenderán mejor, por qué en los portones de las bellas y viejas iglesias, el monje Teófilo ruega tan devotamente a Nuestra Dama María.
Pasó en Sicilia, hace ya mucho tiempo. El obispo era un sabio y mantenía unión y concordia en todo el vicariato. Su vicario, Teófilo lo ayudaba como podía. Pero ocurrió que un día el obispo murió. El pueblo entero, uniéndose todos con una sola voz, rogó al vicario Teófilo que lo reemplazara. Pero Teófilo era tan humilde como piadoso y sabio. Y juzgó que era indigno de acceder a un rango tan alto. Entonces nombraron a otro monje. Pero éste era altanero y duro, y nadie lo quería.
Los fieles continuaban consultando a Teófilo, cada vez que podían, lo que causaba al obispo una rabia sorda y llegó a sentir tanto odio contra su vicario que terminó echándolo y quitándole todas las dignidades a las que tenía derecho.
Entonces, el demonio vino a visitar a Teófilo y trató de tentarlo.
- “Dime Teófilo ¿acaso no eres tú un cura muy sabio? ¿no has visto que los fieles te prefieren? Es gracias a ti que nombraron al obispo y ahora, mira, ya no tienes más ningún rango. Créeme, aquí abajo no hay justicia.
Yo soy el único que pueda ofrecerte prosperidad. Véndeme tu alma, Teófilo, y ganarás poderes y riquezas, que son los bienes más grandes de este mundo”.

Claro que Teófilo no escuchó para nada al diablo. Se tapó las orejas y lo echó muy indignado.
Pero el demonio tiene mil maneras de arreglárselas para que lo escuchen. Y el pobre y piadoso Teófilo se dejó atrapar.
Con su propia sangre escribió en un pergamino que renegaba al Señor Jesucristo y a la Virgen María. Selló lo escrito y el diablo se amparó del pergamino.
Entonces, la fortuna se puso a sonreírle. Entró rápidamente en las gracias de su obispo, éste lo colmó de beatitudes. Los fieles volvieron a él, viniendo de todas partes, como lo hacían antes. Le pedían consejos, lo colmaban de riquezas.
Pero glorias y riquezas no reemplazan nunca la paz del corazón y Teófilo la había perdido para siempre cuando selló su alianza con el demonio.
De noche, no dormía, pues el remordimiento lo martirizaba. Entonces, con humildad rezaba a la Virgen María, su santa patrona, y se arrepentía tanto y de tan buen corazón que era una maravilla poder oírlo. Hasta tal punto que la Virgen María terminó por escucharlo. Con misericordia intervino por él ante su Divino Hijo. Sin embargo, lo que había hecho Teófilo era un pecado mortal. Pero la misericordia del Señor es tan grande que por el amor de su madre, lo perdonó.
Una noche, como de costumbre, el monje se hallaba hincado en la piedra fría de su celda monacal. Una luz milagrosa surgió, borrando la oscuridad, y Nuestra Señora María apareció ante el más indigno de sus servidores.
- “¡Renegado! ¿Osas invocarme, tú que has maldecido el nombre de tu Señor sin haber temido hacer alianza con su enemigo?
- Señora, dijo temblando el monje, me entregué a los poderes del infierno, mi crimen es el más grande que pueda existir. Día y noche hago penitencia. Con alegría daría los años que me restan por vivir, si pudiese así pagar mi infamia.

Y Nuestra Señora comprendió que el arrepentimiento del monje era sincero.
- No temas Teófilo, le dijo, pues tu voto será cumplido. Hay más alegría en el cielo para el pecador que se arrepiente que para el justo que nunca ha pecado. Acuéstate y confía en mi clemencia.
La celeste aparición desapareció, y la humilde celda volvió a quedarse fría y vacía.
Teófilo, cuando se acostó, no tardó en dormir. Cuando se despertó, un pergamino yacía sobre su pecho.
Nuestra Señora había salvado a su servidor y le devolvía su alma.
Desde entonces Teófilo supo que le quedaban pocos días de vida. Y su alegría era grande, pues iba a penetrar en la morada de los Bienhechores.
Ante la ciudad reunida, hizo penitencia pública y rindió gracias a la Virgen María, quien para salvarlo había hecho un milagro. El pueblo entero, cantó y alabó a aquella que es sólo piedad y misericordia.
Habiendo cumplido su destino, Teófilo se durmió santamente en la Paz del Señor”

Traducida del francés “Contes et Légendes du Moyen Age” (Cuentos y Leyendas de la Edad Media) de Marcelle y Georges Huisman.

Esta leyenda nos recuerda, para los que aman la historia, hasta qué punto el mundo occidental vivía impregnado de religiosidad, la cristiana y católica, que hizo de las grandes ciudades Europeas verdaderos templos de arte construyendo las bellas catedrales que aún existen, verdaderas joyas de construcciones y de acogida para el pueblo, que al principio rendía homenaje a su fe, instalándose casi para vivir en ellas.


Texto agregado el 26-08-2004, y leído por 1445 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-08-2004 ¡Que grande eres, Reina Selva! Qué bonita leyenda. Es "LA LECCION DEL PERDON". Mira, lo que más cuesta no es ser el "hijo pródigo", para eso estamos todos preparados ¡Claro que sí!. A nosotros hay que perdonarnos siempre. Ahora bien, y ahí va la pregunta: ¿Acaso somos capaces de alegrarnos de corazón ¡pero de corazón! -he dicho- cuando hemos vivido toda nuestra vida fieles, al lado del Padre, de la llegada de ese prójimo que se arrepiente en el último minuto? ¿ Y agasajando su alma, nos alegramos como el Padre? ¿o más bien nos corroe el rencor y la envidia, sintiéndonos ante el Amor Infinito del Padre menos amados? Es la mejor lección que he leído en las leyendas, la que más beneficio nos nos puede hacer a todos. Besos, mi Reina!!! maravillas
27-08-2004 me gustó mucho la introducción que hiciste. Las leyendas son una buena forma de conocer la idiosincracia de los pueblos, gracias por contarnos una de una época tan remota y de un país, para mí, tan lejano anemona
26-08-2004 Mena la leyenda tiene un mensaje, vivo, nos enseña que el arrepentimiento tiene mas valor que el que nunca ha pecado. Que el demonio tiene mil sifraces y que solo la paz de la conciencia nos hace libres... bello gracias por participar ruben sendero
26-08-2004 Estimada Mena. Esta es una hermosa leyenda que invita a reflexionar sobre los principios y valores del hombre. Ambiciones sin límites que aun así nunca reemplazan la paz del corazón. La trashumancia ha posibilitado a través del arte conocer las distintas formas, maneras o creencias que el hombre veneró a través del tiempo. Un abrazo. Shou
 
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