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Renacer

La señora Carmen perdió toda ilusión al enviudar hace algunos años, tiene más de 60 y mucha soledad metida en los huesos, vive muy cerca de la playa, en una casona grande algo desvencijada por el paso del tiempo, la anciana no se siente muy animada a hacer cambios.

Pero hoy el pueblo está de fiesta, llegan los jóvenes misioneros de las universidades y parroquias de la Capital, Ana, es una de ellos, tiene 16 años y junto con su abuelo dirigen un grupo misionero que en verano viaja a los lugares más alejados a ayudar a otras personas. La comunidad de San Honorato los recibe en la escuela y en algunas casas que han ofrecido albergue, entre ellas la casa de Carmen.

La adolescente se siente atraída de inmediato por la anciana, así que le dice a su abuelo que elijan la casa de ella para quedarse. Su alegría de la chica lo llena todo, abre ventanas, se mete a la cocina, revolviéndole la vida a Carmen, que se contagia con su vitalidad. El Abuelo que ya la conoce solo la sigue y la apoya. Ana vislumbra que ella se siente sola, observa con detención que a la casona le vendrían bien un par de arreglos.

Pasan días de mucho trabajo en el lugar, por las tardes de regreso en el hogar de Carmen, nieta y abuelo se sientan a beber té con alguna delicia preparada por la anciana, mientras el sol se sumerge dulcemente en las aguas azuladas y la brisa veraniega acompasa su vaivén entre las copas de quillayes y pinos, los aromas se mezclan dentro de un marco de arenas amarillas bañadas por las suaves olas.

Pero Ana está inquieta, ha observado que su abuelo busca excusas para acercarse a doña Carmen ya sea en la cocina, cuando están cenando o durante el desayuno, el no deja de observar los movimientos de la mujer, atento a ayudarla con los platos o la tetera. Ana les mira absorta en los recuerdos de otros tiempos, cuando su abuela y sus padres aún estaban vivos, es una sensación de su hogar que añora. Estos años ella y don Jorge se han sostenido mutuamente, solos han salido adelante.

- Abuelo después que se hayan reconstruido las dos plazas, y terminemos de pintar la escuela y el jardín de niños, ¿podríamos quedarnos unas dos semana más para arreglar un poco esta casa?

Don Jorge sonríe ampliamente con la mirada iluminada, pero cuando responde pone algunas trabas a lo dicho por su nieta.

- Recuerda que también se repararán los techos y tú debes volver a clases y no hemos comprado tu material escolar aún.

Ana sabe que solo está esperando que ella insista un poco más, su abuelo se está comportando como un niño piensa casi divertida. En estos últimos días ella se propuso otros logros además de los trabajos de verano, convenció a Carmen para que fueran a la peluquería donde le cubrieron sus canas con un tinte doradito, entre ambas habían arreglado la ropa de la anciana que le quedaba demasiado holgada, ahora le lucían perfecto.

- Mis clases comienzan más tarde este año, mi colegio está atrasado con la reconstrucción después del terremoto, podemos quedarnos un par de semanas y no pasaría nada.

Don Jorge la mira y sólo le sonríe, Ana sabe que eso es un sí.

La gente del pueblo agradecida, han preparado una gran celebración para despedirlos, el lugar adornado con guirnaldas de flores, los pinos aromatizando el aire con esa mezcla salada y sabrosa de un mar generoso y calmo, es un atardecer precioso, el verano se acerca a su final.

Carmen está radiante, se toma del brazo de don Jorge, mientras que a él le tiemblan las manos.
La música es alegre, lo jóvenes voluntarios ríen y bailan disfrutando la fiesta, pero Ana tiene un plan, pone una canción en el reproductor y le hace señas a su abuelo para que invite a bailar a la Abuelita, como le dice ella cariñosamente. Don Jorge toma a doña Carmen y le rodea la cintura, se miran atónitos por lo que están sintiendo. Ana eligió muy bien la canción que suena dulzona a través de los parlantes, un tango de los que ella sabe que su abuelo adora.

“…Y todo a media luz, que es un brujo el amor, a media luz los besos, a media luz los dos...
Y todo a media luz, crepúsculo interior, que suave terciopelo la media luz de amor…”

Don Jorge la lleva suavemente por la pista mientras el resto de las personas mayores se suman al baile, Ana les mira de lejos, se ven radiantes y rejuvenecidos, entonces él la besa en la boca, ella devuelve la caricia sorprendida.

Ana no se contiene y corre a abrazarlos enjugándose las lágrimas, sabe que la vida tiene tristezas, pero cuando el corazón acepta el regalo que es vivir, el amor nace y se queda para cambiarlo todo, estarán dos semanas más en casa de la abuela y en ese tiempo, estaba segura, encontrarían la forma de formar una nueva familia

Texto agregado el 30-05-2014, y leído por 211 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
22-06-2014 Te debía esta lectura. Ha mejorado mucho. Reforzando el personaje de Ana, aclarando detalles, profundizando en los sentimientos del abuelo y la transformación de Carmen. Ha quedado fantástico, con ese tinte romántico que, como bien indica Alejandro, llega a emocionar. Ikalinen
09-06-2014 Maravilloso cuento amiga***** //la vida tiene tristezas, pero cuando el corazón acepta el regalo que es vivir, el amor nace y se queda para cambiarlo todo// Un fuerte abrazo Victoria 6236013
05-06-2014 Enhorabuena Carmen, te ha quedado muy bien la historia replanteada. Emociona el final y de eso se trata, de aceptar el regalo!!!! Gracias Alejandro_1007
04-06-2014 Excelente participación, felicitaciones... hermosa narración como de costumbre. Un besito. gsap
01-06-2014 Te felicito , Carmen. Como siempre nos has regalado un magnífico cuento. Este lleno de humanismo, de amor y bien estructurado. elpinero
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