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Inicio / Cuenteros Locales / Arenyndriel / Nadia Anjuman: Poesía segada a golpes

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Al igual que muchos de los personajes de los que escribo con regularidad, muy pocos habrán de conocer a Nadia, y esta vez no porque haya vivido hace un ya lejano periodo de tiempo, sino porque su vida transcurrió tanto en rincón casi abandonado del planeta (Afganistán, para ser exactos); como por la escasa promoción que se le dio a su trabajo, en gran medida por el hecho de que en el mundo árabe las mujeres no merecen reconocimiento a cualquier actividad que no sea el cocinar y bordar. No obstante, la historia de esta valiente mujer es, a la vez que inspiradora, sumamente desgarradora y hasta desalentadora, pues se trata de un caso real en el que no sólo no hubo un desenlace feliz, sino que el epílogo procedente de ésta es, si bien suena imposible, mucho más sombrío y desolador.
Nadia nació en 1980 en Afganistán, país que durante las siguientes dos décadas se hallaría inmerso en distintos conflictos bélicos que impidieron que dicha nación se desarrollara política y socialmente, aparte de mermar indiscriminadamente a todos los sectores de la población civil. Empero, no fue sino hasta la llegada al poder del régimen talibán, en 1996, que la tiranía y el terror se convirtieron en la doctrina de Estado. Los talibanes, fundamentalistas musulmanes, instauraron un sistema en el que todo contacto con Occidente estaba terminantemente prohibido, así como también cualquier clase de educación para el género femenino, alegando que el sagrado libro del Corán dictamina que la única instrucción que las féminas merecen percibir es la que las vuelva eficientes esposas y amas de casa. Con tal decreto, se sentenció a millones de mujeres a permanecer relegadas al analfabetismo y a vagar por las calles cubiertas enteramente con burkas, dependiendo en su totalidad de un hombre para poder sobrevivir y ser tomadas en cuenta como seres humanos. A pesar de todos aquellos impedimentos, Nadia y otro grupo de damas ilustradas se reunían periódicamente, bajo el pretexto de realizar trabajos de bordado, para leer (lo cuál ya de por sí era un acto subversivo) y analizar obras de grandes autores rusos y occidentales, cosa que estaba censurada incluso para los varones que desempeñaran labores públicas. De haber sido descubiertas por el gobierno en turno, todo aquél grupo habría sido ejecutado irremediablemente y sin derecho siquiera a un juicio; lo que no sucedió, pues para 2002, los talibanes fueron derrocados y se anunciaron vientos de cambio.
Con una mayor libertad social, Nadia entonces pudo cumplir uno de sus más grandes (y aparentemente inalcanzables) sueños: dedicarse a la literatura y dar a conocer su trabajo a su pueblo y a todo aquél que poseyera sensibilidad artística. Sus poemas, además de rezumar una gran calidad lírica y un potencial creativo de aquella dama, exponen la tristeza que ella sentía por la constante degradación del sexo femenino por parte de los sectores conservadores del Islam y cómo éstas no tenían mayor futuro que el hogar ni llegarían a ser tomadas en cuenta como personas. Los poemas de Nadia, debido a su lenguaje sencillo y seductor a la vez, captaron la atención y admiración no sólo de sus connacionales, sino también de las vecinas naciones de Pakistán, Turkmenistán e incluso Irán; país en donde a la fecha el gobierno sigue restringiendo a la población femenina de forma semejante a los talibanes. No obstante, como los padres de la poetisa, como devotos musulmanes que eran, seguían suponiendo que su hija no se realizaría completamente como ser humano sino contraía matrimonio, por lo que le arreglaron uno con un profesor de literatura de buena reputación. Creyendo que la pasión por las letras bastaría para limar cualquier futura (o ya existente) problemática, los progenitores de Nadia pensaron que ya no tendrían nada de qué preocuparse.
Fue la peor conjetura que hayan podido tener en la vida. El “flamante” marido de Nadia era un ser por demás posesivo, retrógrada y violento que, un día de 2005, golpeó tan salvajemente a su esposa que acabó por matarla. Las causas de tan bestial proceder no se han dado a conocer, aunque es muy probable que dicho sujeto, terriblemente furioso porque su mujer cobraba más relevancia que él (cosa por demás inconcebible para, puesto que debía ser siempre más importante que ella únicamente por el hecho de ser varón) decidió ponerle fin a tan “deshonrosa” conducta, sin importarle que con ello privaba de su madre a una pequeña niña y arrebataba al pueblo afgano a una de sus más trascendentes literatas de su historia. La historia no culmina aquí, y de hecho, se vuelve más increíble y decepcionante: el homicida de la poetisa, a pesar de que fue enjuiciado públicamente para dar una imagen de “progreso” de Afganistán ante el mundo, sólo purgó su crimen durante un mes, después del cuál fue liberado; y se le concedió íntegramente la custodia de la hija de Nadia, aún con tan significativo antecedente de violencia. En la actualidad no se sabe que fue de ambos, aunque el destino de la niña podría ser muy penoso: podría ser una analfabeta, ignorando con ello la gran importancia cultural de su fallecida progenitora; o en el peor de los casos, haber sido casada por su propio padre con un hombre treinta años mayor que ella (cosa muy frecuente en esa zona del mundo, donde niñas de diez o menos años sean matrimoniadas con varones de más de treinta o cuarenta años). Así las cosas, ni Nadia obtuvo justicia, ni nadie, aparte de unos pocos, la recuerdan el día de hoy, pues “una mujer que osa ser más de lo que debe ser no merece ser recordada”.
Otro aspecto triste es que los terroríficos talibanes, quienes acostumbraban ejecutar mujeres acusadas de adulterio en el estadio de Kabul, no hayan sido quienes terminaron con la vida de Nadia (aún cuando estuvieron a punto de hacerlo), sino el sujeto que se supone debió haberla protegido y que, lamentablemente, también resulta por convertirse en el verdugo de un sinnúmero de féminas en toda la faz del mundo.

Texto agregado el 30-05-2014, y leído por 196 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-06-2014 La única manera de paliar estas cosas es justamente dándolas a conocer. Y darles relevancia a estos personajes fuera de sus propias fronteras, para que cuando sus connacionales salgan fuera, se encuentren con sus propias lacras. Lamentablemente, esas diferencias culturales tan brutales son muy difíciles de modificar si no existe una voluntad de raíz para ello. Buscaré la obra de esta mujer que mencionas. Ikalinen
03-06-2014 Gracias por dar a conocer la historia de Nadia. Es increible, pero cierta. Los talibanes y en menor medida, pero también los fundamentalistas musulmanes actúan así: la mujer es un objeto. No interesa que lea, que aprenda, que piense. Un abrazo y todas las estrellas del cielo para tí. zulemasoy
02-06-2014 Cuánto horror!no puede creerse que aún hoy se continué con tales formas de vida Realmente querida Romina me gustó mucho tu escrito y como decís debería servir para la reflexión Un gran abrazo reina
30-05-2014 Terrorifico ayer mismo en la india dos niñas de la casta de los intocables de 13 y 14 años fueron violadas y ahorcadas por cinco cerdos con la absoluta complicidad de las autoridades, que clase de culturas son estas? a veces el mundo da nauseas. elisatab
 
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