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Frutillas
Mi corazón volvió a su ritmo normal. Él suyo seguía fuera de control. Los
latidos se sentían fuertes y rítmicos en el pecho bañado por el sudor.
Abrí los ojos y se prendieron de los suyos al instante. Sin razón aparente
reímos. Nuestros cuerpos calientes pronto sintieron el frío invernal de la
habitación en la cual nos habíamos refugiado por tantas horas.
Nos tapamos con una frazada raída y quedamos abrazados entre risas y besos,
felices por el placer de estar juntos.
Tuvimos hambre. Las frutillas que habíamos comprado a un vendedor ambulante
por la calle, estaban aún dentro de la cestita en que la habíamos traído.
Desafiando la temperatura helada de la pieza, me levanté desnuda y las lavé en el baño, las dejé en la mesa y me zambullí en la cama junto a él.
En poco tiempo mi cuerpo se había enfriado; el contraste con el suyo, caliente aún, nos hizo estallar en carcajadas.
-Estás helada-dijo y me abrazó y tocó con las manos cálidas y suaves.
Un estornudo me obligó a buscar mi camiseta, que se encontraba a los pies
de la cama. Él me ayudó a ponérmela y yo le puse la suya. También encontró mis medias y me las puso despacio, acariciándome el tobillo mientras lo hacía.
Traje la cesta con las frutillas y le pregunté si quería alguna.
-Sí- respondió y la sonrisa amplia iluminó la habitación.
Elegí la más madura y se la puse en la boca. Él la mordió sin dejar de
mirarme. Leí sus pensamientos. Supe que recordaba todo lo que habíamos
hecho al amarnos horas antes.
Un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Me besó con los ojos abiertos. Su
lengua me pasó la frutilla que le había dado, más dulce aún con la saliva.
La tragué y él tomó otra del canastito y me la dio. Comí la mitad y la que
sobró se la llevó a la boca y me la pasó con la lengua en un beso dulce y
voluptuoso. Después me tomó la mano y la besó y me dijo que me amaba, como
siempre.
Afuera, la noche había llegado de golpe, como suele hacerlo en
invierno, entre voces que aún no querían apagarse en la calle o
en las casas.
Adentro, seguía el calor de nuestra piel y esa felicidad absurda de saber
que todo está bien por el solo hecho de estar juntos.
Antes de dormir, pensé que era fácil ser feliz: alguien a quién querer y ser
correspondida y tal vez algunas frutillas.



Texto agregado el 26-08-2004, y leído por 1110 visitantes. (32 votos)


Lectores Opinan
28-09-2012 Doctora, redactas de una forma muy amena y llamativa. Tu prosa es singularmente sencilla, desvestida de las complejas alusiones e innecesarias explicaciones que hacen al texto demasiado aburrido. Lo tuyo es pura sugerencia como debe ser. delValle
28-09-2012 Me hubiese gustado más un Mai-Tai dorado, predilecto para los Geminianos. Pero bueno, las frutillas no vienen mal si la noche ha sido metida entre piel y piel. delValle
20-10-2010 simple y maravilloso¡¡¡ frutillas para amar¡¡ felicidades¡¡ http://blogdeltiempoqueseva.blogspot.com/ ciclotron
30-10-2008 yo lo he hecho con cerezas en la boca!!! Que encanto dra. cariños efelisa
08-10-2008 genia!!!! cvor
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