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A veces uno tiene la suerte de llegar a conocer personajes inolvidables. Este fue el caso de Doña Cristina, una morena alta y fachosa, de risa alegre y estruendosa. Junto con su esposo, Don Ángel, moreno igual que ella. Mis hermanos y yo los conocimos ya casi en el ocaso de sus vidas, pero disfrutamos de sus anécdotas y de la cocina de Doña Cristina. Las malas lenguas cuentan que en sus años mozos, se dedicaron a realizar tremendos banquetes para altos oficiales del ejército y la aviación. Estos incluían largas y bien adornadas mesas con lo más selecto de nuestra comida criolla: Cau-cau, arroz con pollo, ají de gallina, carapulcra, tamales, chicharrones, cabrito al horno, escabeche de gallina, etc. Estos apetitosos manjares eran presentados en ollas de barro y habían sido cocinados a leña por supuesto. Luego continuaban postres deliciosos: arroz con leche, picarones, champú de guanábana, suspiro a la limeña, mazapanes, mazamorra morada y otros más. Tan opípara comida era finalmente asentada con unas buenas copas de anís. Y finalmente venía lo bueno, mucho pisco y cerveza y la compañía de bellas morenas para bailar y disfrutar de su compañía. No había cumpleaños o cualquier celebración que estos caballeros dejaran de festejar en la amplia casona de Doña Cristina en una discreta zona de la Victoria, en Balconcillo. Gracias a esas manos maravillosas que preparaban delicias culinarias, Doña Cristina y su marido fueron progresando y dándole todas las comodidades a su única hija. Le brindaron una buena educación y también consiguieron comprarse una bonita casa a pocas cuadras de donde tenía alquilada la vieja casona donde se realizaban los fabulosos ágapes para los referidos oficiales.

Hay que agregar que don Ángel, era sub-oficial de la Fuerza Aérea y trabajaba como chofer de un alto oficial de dicha institución. Gozaba de la mayor consideración por su eficiencia y su proverbial discreción. Dicho oficial llego a ocupar un alto cargo dentro de su institución. Cuentan que un día, Don Ángel, y un grupo de otros compañeros se encontraban acuartelados por cuestiones de un toque de queda que se produjo en la ciudad de Lima. Y aprovechando algunas horas de descanso, estaban en la cocina del cuartel preparándose unas deliciosas empanadas. De ese ajetreo se dio cuenta su jefe, un general muy importante. De manera que no resistió la tentación de averiguar que se traían entre manos estos subalternos y mando llamar a su oficina a Don Ángel. Este le tuvo que confesar que se había tomado la libertad de hacer uso de la cocina asignada a los oficiales para prepararse unas deliciosas empanadas. Y acto seguido le pidió mis disculpas a su superior por haberse tomado esa libertad, pero como era tarde y el hambre apretaba, se les había antojado preparase algo. Este alto oficial conocía las bondades culinarias de Don Ángel y de su mujer. Así que no dudo un instante de lanzar la siguiente amenaza, mitad en serio y mitad en broma:

-Mira Ángel, tú sabes que has cometido una falta y que eso amerita por lo menos que te prohíba tu salida de franco.

-Así es, mi general- replico Don Ángel medio compungido.

-A menos que….

-A menos qué, mi general, le replico Don Ángel.

-Bueno a menos que hagas llegar a mi escritorio una media docena de empanadas, de esas que has preparado. ¿Son de queso o de carne?-pregunto el oficial.

-De carne, mi general, contesto visiblemente nervioso nuestro sub-oficial.

-Bueno pues, aquí te espero, concluyo el alto oficial.

Don Ángel presuroso se dirigió a la cocina de oficiales y allí se encontró con su grupo de amigos, acababan de sacar del horno como tres docenas de empanadas.

-Bueno muchachos, el general quiere media docena de nuestras empanadas.

Todos se mostraron alarmados. Y le preguntaron a nuestro chef a una sola voz:

-¿Estás seguro de lo que dices?

-No queda de otra, replicó, es eso o nos suspenden nuestra salida. Ustedes dirán.

-Bueno pues, carajo. No queda de otra, replico su ayudante de cocina. Pero ojo, compadre. Tú te comes solito el problema si le cae mal, Ah.

-Está bien, asumo el riesgo, dijo Don Ángel.

Y sin mayor dilación, procedieron a colocar en una pequeña bandeja la media docena de empanadas que les había solicitado el general. El que se encargó de llevarlas al alto oficial fue nuestro inefable Don Ángel. Todos los demás se quedaron expectantes en la cocina de oficiales para ver qué pasaría. Transcurrió casi media hora y al fin apareció Don Ángel. Venía con una cara sombría. Sus compañeros esperaban lo peor. Cuando estuvo en medio de ellos Don Ángel soltó una estruendosa carcajada y dijo:

-Se las trago toditas, mis cumpas. Y le encanto.

-No jodas, le replicaron sus compañeros, ¿y no se dio cuenta que estaban hechas con carne de gato?

Nota:
Para mucha gente, donde me incluyo, comer carne de gato es algo condenable. Pero no se puede negar que en muchas partes lo hacen. Ver Wikipedia: La carne de gato es la carne obtenida del sacrificio de gatos para el consumo humano. En algunas culturas es considerado un alimento tabú. http://es.wikipedia.org/wiki/Carne_de_gato

Texto agregado el 22-06-2014, y leído por 138 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-06-2014 Buena historia. Comer gato es más común de lo que se cree. A veces al hambre no le importa que le pasen "gato por liebre". Saludos kharey
22-06-2014 Delicioso y apetitoso relato.Así sea con carne de gato,me le mido a las empanadas.UN ABRAZO. GAFER
 
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