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EN LA MAÑANA








Nueve treinta, veo el reloj que está sobre la mesa, Me siento en mi cama aun con los sueños frente a mí, volteo ciento ochenta grados a mi derecha y ciento ochenta grados a mi izquierda
solo para darme cuenta de lo mismo, otra mañana y sigo vivo. Me meto en la regadera y el agua tibia corre por mi espalda, qué alivio,
me visto como lo hago casi toda la semana exceptuando los martes que uso un moño para asistir a la función de media noche en la cinéteca donde siempre encuentro a Alise. Salgo de mi habitación encontrándome en el pasillo a oliva, -la mucama- y le recuerdo que tiene que cambiar las cortinas de mi cuarto, esta mañana se me hicieron espantosas y me empezaban a provocar nauseas, ella como robot solo se limita a mover el cuello de arriba bajo y a seguir con sus actividades rutinarias, Me detengo frente de la puerta del cuarto de mis padres que no se encontraban en casa, entro en su habitación, me dirijo impulsivamente a la cómoda de mi padre, (esta mañana se me ocurrió una buena idea) para buscar la llave de su escritorio que estaba en la biblioteca, las encuentro fácilmente y me dirijo hacia la chapa que puede ser violada por la llave, la cual llevo aferradamente en mi mano izquierda.
Me encuentro frente al escritorio y abro el cajón con la llave,
entro como si la chapa hubiera estado esperando a su fiel compañera de batalla,
guardo la llave en la bolsa de mi pantalón deslizo el cajón hacia la luz
Lo primero que me muestra el cajón son un par de relojes costosos uno italiano y otro suizo, mucho más costoso que el primero pero no me impresionan tanto como la revolver color plateado, muy deslumbrante, con mango de titanio e incrustaciones de diamante ,que sublime escena formaban la silueta de las iniciales P.S. Qué belleza pero no era lo que quería hace demasiado ruido, prefiero la colt .45 semiautomática, es más cómoda, fácil de manejar y tiene carácter propio....aunque la última vez que la toque fue hace tres años cuando me la enseñó por primera vez mi primo Alex, que la nombraba la justiciera de boca loca, ni él ni yo sabíamos manejarla pero aun así Alex cogió un paquete de veinticuatro tiros. Por un momento, a la hora que mi primo abrió el paquete para ver si venía completo, me imagine a las balas pulcras y tan bien diseñadas moviéndose de atrás para adelante ansiosas de ser detonadas con una sonrisa endemoniada que decía ¡quiero estar dentro de alguna persona!.

Bajamos a la cocina en busca de envases o algo que fuera nuestro blanco, tomamos de la alacena dos botes de mayonesa, un par de botellas de cerveza del refrigerador, cuatro latas de sopa de tomate que se encontraban sobre la estufa, y un seis de refrescos aun nuevos. Metimos las cosas en la hielera junto con cerca de una docena de latas más, antes de partir mi primo subió a la sala y tomo una figurilla de porcelana que su mamá había comprado en una subasta en Alemania, y la había mandado traer por correo de alta seguridad, no quería que le sucediera nada, le encanto desde que la vio, la envolvió en un trapo de cocina y la metió en su mochila de la escuela que antes había vaciado vociferando a la hora que la guardaba ‘’aun tienes que estar completa‘’, Salimos por la puerta de la cocina hacia el jardín donde estaban las tres motos, dos de ellas con costras de lodo hasta el centro de cada una de sus cuatro llantas, en cambio la tercera era tan limpia como el pañuelo que nunca utilizo, que mantengo caliente dentro de mi bolsillo trasero, era una belleza en cuatro puntos. Enseguida me monte en ella, mi primo se subió en otra y emprendimos el camino hacia adentro del bosque. Cuando encontramos un lugar propicio detuvimos las ruedas para empezar a dejar correr sangre con olor a tomate.

Colocamos las latas a diferentes distancias y alturas, pero la más cercana quedaba como a diez metros del punto de tiro. Primero la hizo escupir mi primo le pego en el plato lleno de sopa roja impreso en la lata, la cual se encontraba como a once metros de distancia y medio de altúra, el impacto provocó que se fuera al suelo -aun seguía sangrando-, mi primo hizo un gesto de inconformidad, pero era mi turno al bat, el mango se amoldo como guante en la palma de mi mano y el gatillo parecía que estaba atraído magnéticamente a mi índice. mi blanco era la gaseosa que estaba como a trece metros de distancia y metro y medio de altura, la bala le partió el cuello por menos de un segundo, estalló haciendo un pequeño charco de líquido espumoso. No causo una sensación como la esperada, necesitaba algo que respirara y como solo estaba mi primo cerca y no pensaba volarle una rodilla, entonces, cuando era mi turno, lo hacia por rutina, cuando se terminaron los blancos mi primo regreso a la moto por su mochila la puso en el suelo en frente de donde estábamos la abrió y saco la figurilla de porcelana, la puso en el piso, saco el cargador, se lo guardo en el bolsillo del pantalón disparó con la bala que se encontraba en la cámara de la pistola hacia aquella pieza menuda, solo le amputo un brazo, ¡mierda! gritó mi primo enfurecido, en el mismo momento que le había arrojado el arma encima y pisado haciéndola trizas...Después de un tiempo mi tío se la vendió a mi padre por una suma considerable, tomando en cuenta que la había comprado a menos de la mitad de la suma que mi padre le dio.


La cargo hasta el tope y guardo dos balas extra en el bolsillo de mi camisa. Apunto de cerrar el cajón le hecho un segundo vistazo: dos paquetes de consuelos con punta de plomo calibre .45, ¡nuevos!, relucían al máximo, y uno estaba abierto, sin la tapa, -¿donde estaba la endemoniada tapa?-
Habrá sido testigo de algo incrimina torio que paso a ser parte de las llamas de la chimenea del estudio, según mis sospechas aquella chimenea había desaparecido más de una cadena perpetua en alguna prisión de máxima seguridad, ¡se comía la evidencia y aparte era adicta!),
Seguía siendo la misma máquina de matar orgullosa de su orden, un polo positivo y mi mano uno negativo, se comunicaban entre sí, dejé que se acariciaran una con otra por un momento y la guarde entre mi pantalón y mi cóccix, se sentía tan muerta que me dio un escalofrió, cerré el cajón,
salí de ese lugar que me causaba éxtasis, fui a la puerta principal que me separaba del exterior y salí en dirección a la plaza cercana, a lo lejos, en la misma acera por la que caminaba se acercaba un señor con traje un tanto convencional y me pregunte que pasaría si lo hacia dejar de respirar:
A lo mejor su familia iba a estar de luto por un par de meses y después su viuda esposa se casaría con su amante -un compañero de trabajo de su difunto esposo que frecuentaba su antes ’’nido de amor’’ en las cenas que ofrecían cada dos meses a amigos y compañeros de trabajo-, su hija de quince años iba a tener un embarazo a causa de los deseos lascivos y pecaminosos que tenia su nuevo papi y por miedo a ser recluida en un mundo de hábitos y manufactura de rompope se quitaría la vida inyectándose todo un cóctel de drogas provistas por el hombre de la barra del bar que frecuentaba a escondidas de sus antiguos padres; su hermano, si es que existía se habría internado en una escuela militar de la cual no saldría por que en una práctica le habría estallado una granada de mano, la cual le separó la cabeza y la mano del resto del cuerpo, un descuido con el seguro. Por tanto la madre se había vuelto alcohólica y depresiva después de aquellas dos pérdidas más.
O quizá mandaban sus familiares a hacer una estatua de bronce del cabecilla de la familia en el jardín trasero de su casa para alabarlo todas las mañanas antes de lanzarse a sus actividades rutinarias.
O tal vez...¡Demonios! lo perdí, ya está como a diez metros detrás de mi, creo que mi imaginación está incontrolable, ya casi me encuentro frente a la puerta principal de la plaza donde se alcanza a ver un entrar y salir constante de personas que no me atraían desde un punto de vista bélico, pero confié que dentro podía encontrar alguna presa. Caminé largo rato por los pasillos de la plaza que estaba repleta de gente, pero el aire se sentía sin vida, de pronto estaba a la entrada de el cine, voltee e ver la cartelera, non c‘è nessun film interessante, lo único rescatable era ‘’taxi driver’’ con Robert deNiro, me metí en él no con la intención de entrar a ver una película sino de ir al sanitario a orinar, Entre en el baño que estaba ausente de vida terrestre, ‘’aparentemente‘’, orine en el mingitorio, me lave las manos y mientras me las secaba recordé algo, saqué el arma de su escondite y corte cartucho frente al espejo, la volví a dejar en su posición anterior, en el momento en que entraba un señor con cara inexpresiva, que no reparo que había otro ser viviente en la mismo lugar, por un momento mi cabeza me tentó a darle una probada de medicina calibre .45, en la frente pulida de aquel ente, pero eso implicaba estar unos segundos más en aquel baño publico y me quería largar de ahí, quizás en mi otra vida me dije y salí del baño.

Seguí caminando por la plaza y me encontré con un nuevo bar que acababan de inaugurar hacia no más de dos meses atrás, entré, me dirigí instintivamente hacia la barra donde pedí un gin & tonic con cuatro hielos que inmediatamente pagué. Comencé a vagar por el bar y de pronto un tipo de no mas de veinticinco años me detuvo y me dijo que si era Joel le conteste que sí -lo cual no era cierto-, de hecho nunca lo había visto én mi vida, ni a el ni a mi nuevo personaje, me entregó una hoja de papel doblada en cuatro que metí en mi bolsillo del pantalón sin siquiera echarle un vistazo, le dije gracias antes de que dijera algo y me desaparecí entre la multitud.

Cuando le di fin a mi bebida deje el vaso en la primer mesa que se me puso enfrente y salí de aquel bar, era tarde y hora de comer, entonces me dirigí de regreso a mi casa, en el camino saque la hoja, la desdoble rápidamente, me di cuenta que era un escrito dirigido al secretario de seguridad social Adalberto Montes de Oca, que no tenia fecha y estaba mal redactado, firmaba alguien que se hacia llamar Ernesto Flores P.

Lo que más me llamó la atención en ese momento no fue lo mal que estaba redactada ni lo estúpido del contenido, sino que iba dirigida a la persona que hubiera deseado nunca haber rechazado aquel café que le ofreció su dulce esposa antes de ir al trabajo aquella mañana.

Estando en mi casa por la noche, le telefonee a Cristian Montéelo, un amigo del gimnasio que frecuento, tenia buenas amistades, lo hice Tratando de conseguir la dirección de el buen Adalberto Montes en la Orca, ¡bingo!, me la dio sin hacer una sola pregunta qué extraño, ademas queda solo a unas quince cuadras de mi casa.

Me meto en la cama con los nervios de punta y la sangre corriendo a la velocidad del sonido en mis venas, estoy ansioso por hacerle una pequeña visita al humilde secretario. Siento una extraña dureza debajo de mi almohada, ya que había decidido dormir cerca del pequeño instrumento de batalla tratando de soñar las diversas formas de efectuar mi nueva aventura comienzan dos y solo queda uno.

A la mañana siguiente abrí los ojos antes de que saliera el sol, me apresure poniéndome el mismo pantalón y la misma camisa que el día anterior, me cambie el suéter y me puse una bufanda negra, un gorro para el frió, sí que se veía frió el exterior. Me calce y saque el arma que custodiaba celosamente mi almohada, esta vez la coloque en la parte opuesta al cóccix y salí de mi casa sin hacer ruido, no quería que nadie me viera salir tan temprano. Camine un par de cuadras y aborde el autobús que estaba repleto de oficinistas con cara hinchada y con ganas de envenenar la comida de su jefe y tirarse a la secretaria del director, me senté en el primer asiento, que encontré, la escena no era más que común.
En mi mente solo traía la idea de cómo debía de hacer para meter esa bala en la cabeza de aquel hombre, sí tenia guardias, sí estaba de viaje,
Sí se atascaba la bala y él sacaba una uzzi de su portafolio y la vaciaba en mi pecho, o tal vez alguien lo vio primero y le dio un paro cuando se estaba poniendo los calcetines.
De pronto me di cuenta que estaba a solo dos cuadras de mi destino, bajé del autobús y decidí seguir a pie, cuando me encontraba en la esquina de la calle que buscaba, me quede congelado por un momento sin pensar en nada, sentí un largo escalofrió que empezó en la punta de mi nariz y se extendió rápidamente por todo mi cuerpo, voltee a ver mi reloj eran las seis y diez. Tenía que estar antes de las siete treinta en cama, era a la hora que entraban a tratar de despertarme, Adalberto solo tenia cincuenta minutos para que acabara su buena suerte, por la calle casi no pasaban autos, y los que pasaban los conducían personas que se veían bastante ocupadas que ni siquiera notaban mi presencia.

Seis cincuenta y tres., me tengo que ir en siete minutos, de pronto se oyeron unas voces que venían cada vez más cerca, salían de la casa que ocultaba a mi presa, empecé a caminar lentamente hacia la puerta, decidí que si salía escoltado me iba a seguir derecho he iba a regresar a mi casa para intentarlo en otra ocasión, las voces se empezaron a separar una de otra y un hombre de unos cincuenta años de edad con cabellos blancos y con barba corta aparecía a mi vista, estaba como a unos cinco metros de él, aún cerró la puerta detrás de el, no venia acompañado me le acerqué y le pregunté sí se llamaba Adalberto Montes de Oca y él me contesto nervioso que sí, supongo que por mi apariencia de asesino a sueldo que llevaba aquella mañana, enseguida le pregunté qué si creía en el destino y él me contesto más torpemente de qué hablaba, le entregue la hoja que había firmado su sentencia, no le puso mucha atención se la metió en la bolsa del saco, me dijo que le iba a dar seguimiento, me preguntó enfurecido que cómo había conseguido su dirección, mi respuesta fue esa bala que le metí entre los ojos que jamás dejaron de mirarme, fijamente, se le desorbitaron, cayó de rodillas y luego su cara se estrelló con el pavimento llenándose de tierra y empezando a dejar un charco de sangre que me pareció un tanto olorosa y extraña. Guarde lentamente el arma y corrí dos cuadras en dirección contraria, parece que nadie se percató.

Aborde el primer autobús que se me puso en frente, no me sentía muy nervioso de hecho no estaba nada nervioso, lo hice como si en mi otra vida hubiera sido algún soldado sin escrúpulos o algo parecido.

Llegué a mi casa con varios minutos de anticipación, tenía que ser cauteloso, ya que alguien podría haberse despertado, me dirigí a la biblioteca a dejar en su cama a la pequeña gran amiga que había hecho de las suyas unos minutos antes. Cuando me encontraba frente al escritorio saque el cartucho, le quite las balas y las puse en su sitio, lo mismo hice con el cartucho, con las únicas balas que me quede fueron con las dos que traía en el bolsillo de mi camisa, y la volví a colocar como la había dejado mi padre, pase llave a la pequeña chapa y me dirigí a mi habitación procurando hacer el más mínimo ruido.

Entré en mi habitación y lo primero que hice fue colocarme mis pijamas de nuevo, y guardar en una pequeña caja de madera que tenía debajo de mi cama los dos tiros que ahora los tenia de colección, me metí en la cama como acto seguido tal y como lo tenia planeado, faltaban dos minutos para las siete treinta. Cerré mis ojos teatralmente esperando a que pasara mi despertador humano a aconsejarme que ya debía de dejar aquella cama. Paso puntualmente pero me hice dormido, aun dormí un rato más, cuando desperté tenia un fuerte dolor de cabeza que me empezaba a provocar nauseas, me senté en mi cama como si nada hubiera pasado unas horas antes, al fin, puedo auto engañarme pensando que fue otro de esos sueños exitosos que suelo tener algunas noches, volteo ciento ochenta grados a la derecha y ciento ochenta grados a la izquierda, veo lo mismo, -¡carajo!-.



Esta pequeña historia fue escrita por: Gabriel H. Mendoza Luna, y consta de 2975 palabras, si alguna de estas o el conjunto se asemeja a la realidad es mera coincidencia.
Sep-2002.

Texto agregado el 26-09-2002, y leído por 588 visitantes. (0 votos)


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