| En la mayoría de los casoslas palabras vienen a ser paridas casi a la fuerza.
 Si tienen la desgracia de ser amamantadas
 por una madre de senos secos, casi sin leche,
 mal alimentada ella misma,
 peor todavía
 porque para que desarrollen y se hagan fuertes
 costará voluntades ingentes.
 
 Bueno, digamos que se les vitamina bien,
 entonces crecen.
 Pero tienen otro atorón,
 resulta que son huérfanas de padre,
 ¡hay qué horror!
 Por eso la madre no las saca al aire,
 ni al sol.
 
 Es difícil hacer que hablen con extraños,
 son como los niños poco sociables,
 pero en cuanto toman confianza se sueltan,
 no las para ni el crítico más mordaz,
 ni la cesura más atroz.
 
 Mencionemos que encontraron a un buen tutor,
 digamos padrino, para entendernos mejor.
 Habrá esperanza para creer que en un futuro,
 las benditas,
 se vuelvan palabras de bien.
 Aún son palabras sueltas,
 tiernas, a las que les falta vivir la vida
 dejémosles crecer,
 vamos viéndolas ponerse lindas.
 
 Que alcen el vuelo pues,
 aprenderán de la vida,
 se sentirán infalibles,
 se embriagaran con la dicha.
 y quedaremos tristes.
 Un tanto desconsolados pensando en ellas,
 cuando las mimabas,
 cuando no entendías cuál era su significado.
 
 En algún momento maduran,
 encuentran el amor…
 ¿y de todo lo demás?
 pues se olvidan.
 
 ¡Ay el amor!
 El amor las despedaza,
 aplasta,
 reprime,
 o las libera, las redime.
 
 Lo cierto es
 que sabias vuelven,
 y no arriban solas,
 han parido un hijo.
 ¡No, qué va!
 Son dos…
 ¡son tres!
 
 Los hijos  se vuelven frases
 consignas, manifiestos.
 Marchan junto a otros hijos
 Y los papeles,
 y las paredes
 quieren llenarse de gritos
 
 De mano en mano y de boca en boca
 Irán atravesando el aire
 Buscarán sensibilizar oídos
 se harán memorias perdurables
 
 Esas palabras  sabias
 enriquecidas con el tiempo
 serán multiplicadas por la pluma
 de hombres que hacen de ellas
 su alimento.
 
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