Detesto la época en que nací, odio el lugar donde vivo. No soporto a la gente a mis alrededores, quienes prestan mayor atención a una inservible maquina que a las maravillas en frente de sus ojos: aves volar delicadamente sobre nuestras cabezas al ritmo del viento que sopla dulcemente, arboles que bailan al melodioso son de los aires y cielos que plasman obras de arte únicas cada tarde sobre los grandes edificaciones.

No puedo aguantar ver tantos edificios y autos, que solo opacan el maravilloso paisaje que alguna vez hubo en su lugar. Tantos autos en vez de caballos, tantos celulares en vez de conversaciones, y tanta contaminación, de conciencia e inocencia en vez de lo que en algún momento o en alguna época hubo.

Como desearía poder vivir en aquella época en la cual se recitaban poemas por la ventana para enamorar a una doncella o en la que una cita era un paseo para recoger flores a caballo. Cuando un beso era tan especial como la primera vez, cuando los enamorados lo estaban y una dama se encontraba en cada esquina al igual que un caballero que diera la vida por satisfacer cada necesidad que esta tenga.

He nacido en una época equivocada, pero tratare de vivir como si estuviese en el lugar con el que sueño noche tras noche: seré un caballero a caballo que narra poesía a su dama al pie de la ventana, que recoge rosas para enamorar a aquella inocente damisela que me hace desvelar escribiendo estos versares y que recorre las calles mirando el hermoso cielo que nos acoge día tras día ignorando todas las atrocidades que no nos dejan apreciar lo maravilloso que es el mundo.