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Hay veces que, de la nada, uno logra sus objetivos. Ocurre asimismo, que esos objetivos uno lo logra en el medio de un tratamiento psicológico.
El analista habla de los méritos del paciente al lograr superar sus trabas haciendo por supuesto hincapié en lo fundamental del análisis, lo llenan a uno de elogios por la constancia y la predisposición haciéndonos creer los demiurgos de nuestro destino cuando por supuesto, son los analistas los que se regodean en su megalómano orgullo.
Pero hete aquí que hay en las sombras un par de personajes llamado parapsicología y religión los cuales sostienen que es por medio de sus invocaciones y sus rezos los motivos por el cual uno llega a la concreción de sus objetivos.
Por supuesto que todos estos personajes se jactan de tener las herramientas para explicar lo inexplicable.
Cuál es el último bastión de la ciencia que explique los fenómenos desde lo natural? Que pasa con lo incorpóreo del aparato psíquico? Donde deja de ser algo natural para pasar a ser sobrenatural?

Le debo todo a mi personal Dios, la suerte, el azar, entidades incorpóreas impunemente bautizadas como Moira, destino o predestinación.
Y es que ciertamente algo de predestinación podría haber en el azar de las cosas cuando uno se resigna a moverse en pos de algo por miedo. Es aquí cuando el aparatoso andamiaje que sostiene la culpa exhibe orgullosamente sus partes. Has nacido condenado predestinado a ser lo que sos pues pagas culpas ajenas, sean vidas pasadas o el pecado original mismo.
Adán y Eva, replicados ad infinitum hasta hoy y nosotros que pagamos las culpas. El mito del eterno retorno para limpiar el karma. Nosotros, como representantes de nuestros antepasados estaríamos predestinados y debemos agachar la cabeza.
Pero debería seguir insistiendo que es el azar el que define. No puedo ser tan egocéntrico y soberbio de pensar que mi voluntad definirá mis acciones para bien o para mal.
Si hago, admito las consecuencias. Si hago y no obtengo resultados, no tiene nadie la culpa. Ni yo mismo, a no ser que no haya puesto demasiado esfuerzo. Y si no logré, exhausto ya de intentar, no pasa nada. Al menos lo intenté.
Solo es eso. Se dió o no se dió.
Cuando Freud pantocrátor te mira desde el retrato colgado en la pared del consultorio de tu analista, uno suspira y para sí mismo se dice: en definitiva se trata de lo mismo, dar explicaciones a algo que me sucede y no sé qué es lo que lo ocasiona.
Mi rezo es ahora reflexión. Mi confesor es ahora mi psicólogo. Mi redentor soy yo mismo con la cara de Segismundo.

Texto agregado el 31-07-2014, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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