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Inicio / Cuenteros Locales / VIGIA / LA MUERTE AZUL-CAP.2- LA ENTRADA

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-La entrada-



Entrar en el edificio no fue ningún problema para Kail. La puerta de acceso estaba marcada con el triangulo azul, como la mayoría de las que vería en cualquier ciudad y se encontraba sellada simplemente con maderas y clavos, cosa que le garantizaba que allí no había entrado nadie aún.
Con la culata del fusil rompió los últimos trozos que no pudo arrancar con las manos. Por cada golpe que daba contaba al menos treinta segundos en silencio esperando cualquier tipo de reacción por los alrededores, cosa que no sucedió.
En pocos minutos la entrada quedo libre. Encendió su linterna y comenzó a explorar el interior del portal. Un poco al frente se adivinaban algunos bultos y, junto al olor a podredumbre, quedaba bien claro lo que iba a encontrar. Anduvo unos pocos pasos y notó como el suelo crujía bajo sus botas. Enfocó la luz al suelo y vio que estaba sembrado de pequeños huesos. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. ¡Maldita sea!
De todos aquellos edificios abandonados tenia que haber entrado en una “guardería”.

Dentro de la infinitud de los horrores de los que últimamente había sido testigo, las “guarderías” eran uno de los peores. Allí se hacinaban a los niños que ya estaban perdidos, irrecuperables, y sencillamente se les abandonaba. En completa dejadez sufrían todos y cada uno de los pasos del horrible desarrollo del virus. Se les dejaba a su suerte convenientemente ocultos a los que aún estaban sanos. Al principio de la guerra a algunos misericordiosos les pareció más humano acabar con ellos de un disparo, cuando estos pequeños ya no eran más que bestias frenéticas, pero a otros les resultaba una atrocidad y al final, como siempre, la decisión última fue la peor:
Dejarlos morir solos, abandonados y clandestinos.
Luego, cuando ya no había tantas balas como para eliminarlos a todos ni medios para controlarlos, unos y otros miraron para otro lado.

Se puso en alerta y siguió avanzando despacio, en silencio sepulcral.
Después de tantas vivencias, Kail realizaba cualquiera de sus movimientos como si tan solo fuera una sombra. Incluso su respiración, aún alterada por la tensión como era el caso, no pasaba de un levísimo murmullo. En unos pocos pasos llegó a la altura de los bultos que había divisado desde la puerta y confirmó su sospecha. Apilados, encontró los cadáveres de mas de quince niños. El olor era insoportable, pero el aspecto que tenían le terminó de revolver las tripas. Aún después de tantos años le seguía impresionando las muecas que quedaban en las victimas, tras la muerte azul.
Observó a uno de los niños apilados más arriba. La boca exageradamente abierta mostraba unos dientes muy pequeños y retraídos dentro de los restos de sus podridas encías. Los ojos, hundidos de forma tan grotesca, le daban al rostro el aspecto de una mascara. Sobre los pómulos quedaban rastros aún identificables del liquido azul que, como lágrimas de acido, habían cuarteado y marcado las mejillas dejando unas horrorosas cicatrices en lo que fuera la piel. Así es como pareciera que estaban continuamente llorando. Luego, en algún lugar, a algún cretino se le ocurrió llamarlos “llorones” y ese nombre se popularizó.
Sintió nauseas y apartó la mirada de aquel pobre niño, que seguramente no llegó a cumplir los diez años cuando su vida se trocó en una pesadilla. Una sensación de lástima y asco acabó por invadirlo.

Enfocó su linterna al fondo del portal, por encima de los cadáveres y observó que las escaleras aún se encontraban practicables.
Procurando no rozarse demasiado contra los despojos, pasó sobre ellos y alcanzó las escaleras. Comenzó a subir con precaución, comprobando cada uno de los escalones. Kail sabía sobradamente que un mal paso podría derivarle en una fractura, en una lesión, y eso sería sin duda su muerte.
Oyó un sonido gutural por encima de su cabeza y alzó automáticamente el sub-fusil en la misma dirección.
Después de todo, al parecer, no estaba solo.







Texto agregado el 08-08-2014, y leído por 237 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
25-08-2014 Apocaliptico. Cuando el "mal" se cierne sobre los niños es peor la sensación. Cinco aullidos secuenciales y... vigilantes yar
17-08-2014 Excelente. Lo leo a sorbos. En hora buena. lapizqueescribe
12-08-2014 No sé porqué me hiciste recordar al ébola, bueno en el inicio no?; tiene suspenso tu narrativa, juegas muy bien con la psicología humana, escarbas los aconteceres mostrándonos una fotografía de lo que sucede a tu rededor, muy bueno. nonon
09-08-2014 1. Bien amigo, como era de esperarse, comienzas con un excelente desarrollo de lo que en narrativa se llama la COMPILACIÓN que no es otra cosa que la presentación del conflicto per se. La infinitud de horrores que nos describes en tu historia, nos muestra ese mundo real o imaginario, pero que el escritor lo hace ver real, tanto, que el lector siente escalofríos cuando te lee. SOFIAMA
09-08-2014 2. Para ello utilizas nada menos y nada menos lo que a todo ser humano conmueve: el horror de saber que ante tanta mezquindad de los que gobiernan al mundo, se sacrifican niños inocentes; y muchos, como tú mismo señalas, miran a un lado. Hay un principio lingüístico que proclama “que cuando un escritor quiere mantener la atención de su lector, crea incertidumbre, y si no lo hace, ha fallado en su intento de comunicarse.” SOFIAMA
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