En estas noches de insomnio que ya son más de madrugada que el día anterior, me pregunto: ¿Qué hay que ser, para estar contigo? ¿Qué debo hacer por estar a tu lado?

¿Hace falta ser un imbécil?
¿Un tonto simpático?
¿Acaso valga ser un simple vulgar?
¿Tal vez un sordo que te ignore?
¿Un ciego que pase de ti?
¿Requiero tomar hasta embrutecerme?
¿O fumar como obseso por llamar tu atención?
¿Necesito cambiar de sexo o preferencia sexual?
¿Usar otro tipo de calzado, dejar de leer, o dormir menos aún?
¿Hasta dónde será bueno humillarme?
¿Debo llamarte y suplicar o quedarme callado?
¿Esperar a que algo ocurra o sin más cambiar de página? Como si fuera tan fácil.
¿Habré de llegar a algún límite antes de que te enteres y me detengas?

Imposible, no puedo vulnerarnos de ese modo. Aunque crea que esa es la salida, en realidad será sólo un paliativo.
No puedo provocar tu lástima más definitiva, ni tu congoja más lastimera y acaso fingida...

No quiero ni merezco ser distinto de lo que ya soy, un ser incompleto e inacabado, como no sé cuantos más de este tipo, que deje de dormir por buscar tu nombre, porque tus labios ni de coña los encuentro.

Aunque pases el tiempo con las personas equivocadas a mi criterio, también puedo equivocarme yo, por más que no me lo permita. También me llegará el momento en que me harte de extrañarte sin encontrar respuesta tuya. Eso seguro.

Pero no quiero llegar tan lejos, no quiero pasar de ti, sabiendo que puedas arrepentirte, y prefiero hacerlo yo, que ya se me dan mejor esas sesiones solitarias de arrepentimiento inútil.

No pretendo dejar de verte o de oírte, no espero dejar de pensar si estás con alguien que no sea yo. Y aunque las canciones de amor y esos demonios me suenen trillados y por ello les evite, debo de reconocer que también les extraño un poco. Como que hacen falta para lacerarme un poco más en las heridas aún abiertas a mi antojo.

La he cagado lo suficiente, a mi modo y ritmo. Lento, silencioso, pausadamente. Pero aunque tarde he encontrado ya la respuesta después de tanto soliloquio.

No puedo seguir haciendo esto, ni cambiando. Tienes que hacerlo tú, porque eres quién deba cambiar a un cuerpo diferente, con otro nombre y otra piel que no se le parezca en nada al anterior. Eres tú, esa efigie que he invocado desde siempre, sólo que me ocurre que nunca le atino en el momento correspondiente.

Porque ya he cambiado demasiado, me he embarrado, me he mantenido al margen, te he escrito, hube llorado, te marqué y no respondiste, te hablé y no contestaste, te esperé y nunca volviste. Me olvidé de mi, esperando por tu arribo, me preocupé por tu causa y tu sigues ahí bailando sobre mi tumba.

No es momento de reclamos, sólo espero que cuando leas esto, (si acaso ocurre que te enteres) sepas que dejé de ser yo, por ser nosotros. Dejé de volar por cuidar tu nido, quemé los barcos por no tener el ansia de volver...

Y ahora después de todo este letargo que ya no duele sino más que antes, donde es demasiado tarde ya, para hacer cosa cualquiera, que esperar a ver tu cara; cuando llegues a casa y sepas, que al ser demasiado tarde para reparar lo roto, he decidido flotar de una vez.