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TRES ALEGRES COMPADRES
(2007)

Esa tranquila tarde de agosto trascurría en calma mientras los niños intentaban elevar sus cometas con los moderados vientos de la temporada y nada vaticinaba que en algo fuera a cambiar cuando Horacio, Daniel y Machorro salieron de la casa de su amiga azafata con una botella de brandy envuelta en una bolsa de papel.
Todo había comenzado unas semanas atrás, cuando Machorro le encargó a su amiga que le trajera del exterior una botella de un buen brandy para regalársela a su hermana que estaba embarazada, para que tomara todas las mañanas una copita mezclada con leche tibia y miel de abejas de acuerdo a una antigua creencia de que ese tratamiento ayudaba a fortalecer a las futuras madres durante el embarazo. Ese día lo llamó para confirmarle que podía pasar a retirar el fino licor.
La tarde empezaba a caer cuando los tres amigos salieron de la casa de la azafata. Les esperaba una larga camita hasta llegar de regreso a sus casas y como era su costumbre decidieron hacerlo cruzando por los predios de la universidad que a esas horas estaba desierta, con el propósito de acortar el trayecto que recorrerían en unos treinta o cuarenta minutos. El viento estaba muy lento, lo que facilitó que los pocos niños que intentaban hacer volar sus cometas, con la frustración de no haberlo podido hacer, retornaran con el enredo de piolas y papeles de colores a sus hogares.
Tan pronto estuvieron en la calle, Daniel comenzó a presionar a Machorro, diciéndole que era un desperdicio que le regalara esa botella de brandy a su hermana, que ella no la necesitaba tanto y que en cambio ellos si le podían dar un digno final. Machorro se aferró al frasco y con pobres argumentos trató de defenderlo de la insistencia de Daniel, que una y otra vez atacaba con diferentes estrategias, tratando de horadar la débil voluntad de Machorro. Insistió diciendo que ese licor marcado con las iniciales V.S.O.P. era demasiado fino como para desperdiciarlo dándoselo a beber en copitas diarias a una preñada, que ni lo sabría apreciar, ni lo necesitaba, mientras que ellos, expertos catadores, le sabrían sacar hasta la ultima gota de satisfacción a la ya codiciada botella.
Horacio se mantenía neutral frente a las dos posiciones, mientras la marcha se había hecho un poco más lenta entre los dimes y diretes de Daniel y Machorro, quienes trataban de conseguir su complicidad para obtener la mayoría necesaria para encontrar una solución que pusiera fin a la disputa. En medio de ese conflicto, por una parte lo tentaba la idea de poder hacer una celebración con ese licor pero por otra lo detenía la responsabilidad de llegar con esa botella hasta el destino final para el que había sido encargada. Debatiéndose en esa ambigüedad terminó por tomar partido cuando el sentimiento del deber fue más fuerte que la propuesta de celebración y así se los hizo saber a sus dos amigos.
Daniel no retrocedió ni un milímetro en su propósito e insistió tanto que terminó por fastidiar a Machorro quien cambio súbitamente de posición y con la esperanza de que el amigo desistiera dijo: « Está bien pero se la toma usted solo. » Horacio se solidarizó con la propuesta y ratificó mientras recogía del suelo un palo para amenazar a Daniel: «Para que dejés de joder. » Y complementó la propuesta con una frase que sería la perdición de Daniel: « Te la tomás toda pero de un solo trago, sin respirar». Al tiempo que levantaba amenazante el palo y añadía: « Si no te la terminás te agarramos a palo. »
Daniel aceptó el reto, con la irresponsable esperanza de que no sería difícil y sin medir las consecuencias que le traería y sin importarle que al día siguiente en la mañana tenía examen de inglés en la universidad. Los tres detuvieron la marcha y Machorro con dolor abrió bruscamente la botella y se la entregó a Daniel al tiempo que recogía otro palo y empezó a amenazarlo también gritándole: « Te la jartás hijueputa, de un solo trago. »
Los tres se sentaron a un lado de la calle y mientras Horacio y Machorro blandían amenazantes los palos, fustigando a Daniel para que se bebiera el licor en un solo trago, este se llenó de aire los pulmones y empinó la botella y empezó a tomar grandes tragos, que primero almacenaba en la boca hasta donde se lo permitía la capacidad física y luego se los pasaba completos, sin darse tiempo para saborearlos. Alcanzó a tomarse siete grandes bocanadas, pero no fue la falta de aire lo que lo obligó a detenerse, pues aún le quedaba suficiente en los pulmones, sino la laceración que le produjo en la boca, la garganta y la laringe el brandy. Cuando bajó la botella, lo hizo con la esperanza de haberse tomado por lo menos la mitad del contenido, pero con una mezcla de frustración, sorpresa y susto, comprobó que a penas el nivel del licor había bajado un poco del cuello de la botella y sin darle tiempo a recuperarse sus dos amigos empezaron a insultarlo y a pegarle con los palos, increpándolo para que se tomara el brandy restante. De nuevo se llenó los pulmones de aire y volvió a levantar la botella y tratando de tomar los tragos más grandes que podía, se pasó uno tras otro once en total. Esta vez cuando bajó la botella, el nivel del licor era un poco menos de media botella y Horacio y Machorro continuaron pegándole, fustigándolo para que terminara el compromiso que había adquirido de tomarse toda la botella. Por tercera vez repitió el ritual de alzar la botella, pero el adormecimiento momentáneo que había sufrido de la lengua y la garganta, con la nueva embestida del fuertísimo licor se convirtió en un insoportable ardor que en segundos se trasformó en un dolor generalizado desde la garganta hasta el estomago y en esa última ocasión se sintió vencido por el reto y los tragos fueron mas pequeños, pero suficientes para que dejara solo una pequeña cantidad remanente en la botella. Cuando la bajó por tercera ocasión, la angustia se apoderó de él pues estaba conciente de que sus inmisericordes amigos lo seguirían castigando para obligarlo a que se bebiera hasta la última gota de licor y en un gesto desesperado estrelló contra el pavimento de la calle la botella como único recurso para detener el abuso. Con el licor aún en el estómago, pues se lo había tomado en menos de cinco minutos y sin tener plena conciencia de la estupidez que había cometido, pateó un paquete de Horacio que se hallaba en el suelo y salió corriendo para alejarse de sus nefastos amigos.
Horacio le dijo a Machorro que lo dejaran ir, pero este más conciente de la barbaridad que acababan de forzar, le dijo que no, que en pocos minutos el alcohol le llegaría al torrente sanguíneo y estaría completamente borracho, incapaz de cuidarse a si mismo y que necesitaría ayuda. Entonces los dos arrepentidos amigos corrieron tras Daniel y lo alcanzaron en el justo momento en que este abordaba un bus y se subieron junto con él.
Recorrieron unas pocas cuadras en el bus, pero cuando este empezó a alejarse del rumbo de sus casas decidieron bajarse para continuar caminando las aproximadas quince cuadras que los separaban de su destino. La meta era conseguir llevar a Daniel hasta su casa y acostarlo para que se durmiera y le pasara la borrachera e ingenuamente creyeron que haciéndolo caminar el trayecto le ayudaría un poco a mantenerse sobrio hasta llegar a su casa, pero en unos cuantos minutos el alcohol ya estaba en su sangre, dando origen a un tortuoso vía crucis que tardarían horas en recorrer, hasta conseguir el propósito de dejarlo en su casa.
Durante las primeras cuadras Daniel empezó a manifestar los síntomas de la borrachera. La legua se le puso pesada para hablar y pronto recorrió las etapas sentimentales de la amistad y el afecto, para luego pasar a la nostalgia y las lágrimas por la estupidez que lo habían forzado a cometer y cuando estuvo por completo desinhibido les reprochó a Horacio y Machorro que lo hubieran forzado a palos a que se bebiera solo la botella de brandy, cuando su idea era que lo hicieran entre los tres, en la tranquilidad de la casa de alguno de ellos, escuchando música y disfrutando como era su costumbre. Para entonces ya estaba completamente ebrio y se sentaron por unos minutos en un pequeño muro de ladrillo que había a la entrada de una casa. Cuando intentaron reanudar la marcha, a Daniel le costaba un gran esfuerzo coordinar los movimientos de sus piernas y sus amigos tuvieron que ayudarlo para que se mantuviera en pie y siguiera caminando con pasos torpes e inseguros que en realidad no le permitían avanzar mucho. Había trascurrido menos de una hora desde que se había bebido el licor y estaban a la mitad del camino para llegar a su destino.
Daniel detenía la marcha continuamente y su cuerpo empezaba a negarse a seguir caminando y Daniel y Machorro se vieron obligados a cargarlo poniéndose cada uno en el cuello un brazo de Daniel y entonces este empezó a dormirse. En la lenta marcha pasaron frente a una droguería y a Horacio se le ocurrió comprar un frasco de alcanfor para tratar de mantener despierto a Daniel. Cada vez que le acercaban el pequeño frasco a la nariz, movía bruscamente la cabeza por el fuerte efecto del vapor del químico en sus vías respiratorias y se mantenía despierto por unos cuantos segundos diciendo algunas incoherencias, para instantes después volver a quedarse dormido.
Machorro y Horacio fueron concientes de que era imposible que su amigo llegara caminando por sus propios medios hasta su casa y decidieron tomar un taxi que los llevara hasta el cercano destino, pero se bajaron en la tienda que quedaba en la esquina de la casa de Daniel, con la esperanza de ayudarlo a recuperarse un poco antes de entregarlo en su casa. En la tienda lo sentaron en un bulto de papas que había en la puerta, mientras planeaban una urgente estrategia para hacerlo, pero para entonces Daniel estaba completamente inconciente y ya no respondía ni siquiera al vapor del alcanfor y entonces lo que sus amigos hasta ese momento habían considerado como una travesura sin importancia, se trasformó en miedo al ver inerme el cuerpo de Daniel. Las opciones eran dar aviso de inmediato a la familia que se encontraba a unos pocos pasos cruzando la calle y asumir la responsabilidad de la estupidez cometida o llevarlo a algún sitio donde le brindaran atención médica y ante el temor de tener que enfrentar a la familia, decidieron llamar a la cruz roja para solicitar una ambulancia y hacerlo ellos mismos por su cuenta y riesgo. Como era de esperarse, pasó mucho tiempo sin que la ambulancia apareciera y Horacio y Machorro empezaron a sentir miedo y a Horacio se le ocurrió llamar a su amiga Maruxi para que los ayudara en la emergencia.
En pocos minutos ella llegó en el carro de su casa y con prontitud subieron el bulto en que se había trasformado el cuerpo de Daniel para conducirlo de inmediato a urgencias de la cruz roja.
Una vez en las instalaciones del centro asistencial, el miedo se trasformó en pánico cuando el medico de turno se negó a recibir el caso, argumentando que el paciente se encontraba en muy mal estado y que la locación no contaba con equipo de resucitación. Que era mejor que se lo llevaran para un hospital.
Volvieron a cargar el bulto en el carro de Maruxi y se dirigieron al hospital de San Ignacio que se encontraba a pocas cuadras. Allí de inmediato lo pusieron en una camilla y lo ingresaron a la sala de urgencias. Cuando el medico preguntó las circunstancias en que el paciente se había intoxicado, les costó mucho trabajo a Machorro y Horacio explicar cómo era que Daniel se había tomado una botella de brandy en cinco minutos y no les quedó otro recurso para darle coherencia a su historia que mentirle al doctor y decirle que se había tratado de una apuesta.
De inmediato le indujeron por vía oral una sonda intestinal y como ya era imposible hacerle un lavado de estómago pues el alcohol había sido absorbido en su totalidad, el medico se limitó a suministrarle por la sonda cuatro pintas de suero, para tratar de hidratarlo y neutralizar el efecto del licor en la sangre y sin acabar de creer mucho en la historia de la apuesta que le habían contado Horacio y Machorro, les dijo con un poco de burla que el suero además de neutralizar el efecto del alcohol, evitaría que al día siguiente tuviera resaca, pero que era importante que durante la noche alguien velara su sueño para asegurarse de hacerlo dormir acostado de lado y así evitar que si vomitaba, el vomito fuera aspirado a los pulmones lo que empeoraría el cuadro con una neumonía. Media hora después el suero empezaba a hacer efecto en el cuerpo de Daniel y éste volvió a dar señales de vida y el doctor dijo que ya podía ser llevado a su casa. Al escuchar esas palabras, Maruxi, Horacio y Machorro dieron un suspiro de alivio, porque en algún momento llegaron a temer por la vida de Daniel, pero esa tranquilidad no duró mucho, pues quedaba todavía la peor parte de esa nefasta aventura. Entregar a Daniel en su casa y dar una explicación satisfactoria de lo ocurrido.
Cuando llegaron a la puerta de la casa, entre los dos amigos lo bajaron del carro e inmediatamente Maruxi se marchó sin esperar para saber lo que pasaría, pues había sacado el carro de su casa sin autorización de sus padres y ya era demasiado tarde.
Machorro y Horacio tenían cargado por los brazos a Daniel cuando la hermana de este abrió la puerta de la casa y creyó que se trataba de una broma que le estaba jugando su hermano. A rastras lo condujeron hasta su habitación, tratando de hacer el menor ruido posible para que sus padres no se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo y tener que enfrentar un problema mucho más serio y mientras le quitaban la ropa, ella les dijo que no le extrañaba tanto ver a Daniel borracho, pues ya estaba acostumbrada, que lo que le parecía muy extraño era que él estuviera en ese estado y que sus dos amigos estuvieran totalmente sobrios. Mientras ponían al delirante Daniel en su cama, Horacio le explicó a la hermana que en la tarde habían estado de visita en la casa de su amiga la azafata y que ella les había ofrecido un trago y que él y Machorro se habían tomado un wisky pero que Daniel había preferido tomarse un brandy, con tan mala suerte que la botella de brandy que su amiga abrió en ese momento para servirle el trago a Daniel, estaba adulterada y una sola copa había bastado para intoxicarlo, pero que no se preocupara, que ya lo habían llevado al hospital donde le habían hecho un lavado intestinal y tratado por la intoxicación y que ahora lo único que hacia falta era dejarlo dormir, pero que era buena idea que alguien le vigilara el sueño y que no olvidara despertarlo temprano en la mañana, pues tenia examen de inglés a las nueve. Machorro y Horacio salieron de la casa de Daniel con prisa para que no les hicieran más preguntas, pues la hermana tampoco estaba muy convencida de la historia que le habían contado, pero con el alivio de que a su amigo no le hubiera pasado nada peor, cuando en el reloj de la iglesia sonaron las once de la noche.
Al día siguiente la hermana de Daniel lo levantó muy temprano y como estaba todavía completamente borracho, lo metió a la ducha y abrió la llave del agua fría, haciéndolo soltar un profundo quejido que degeneró en un lamento que lo hizo saltar fuera del agua.
En ese estado se presentó en la universidad a rendir el examen de ingles, que resultó ser el peor de la clase, con la nota más baja que Daniel hubiera obtenido durante todos sus estudios universitarios. A la salida del examen se encontró con una amiga que se sorprendió de encontrarlo en ese estado y por conmiseración le invitó una gaseosa de uva, que Daniel se tomó de un solo trago, como había pretendido hacerlo la noche anterior con el brandy y que le pasó como una cascada refrescante por la garganta.
Regresó a su casa y se acostó de nuevo a dormir. Lo hizo por dos días seguidos con sus respectivas noches, al cabo de los cuales se levantó completamente recuperado y aunque no tenia remordimiento por lo que había hecho, nunca más en el resto de su vida volvió a probar bebidas alcohólicas.

Texto agregado el 03-09-2014, y leído por 415 visitantes. (4 votos)


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