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Cuestión de tiempos.

En un lugar idílico rodeado de una naturaleza exuberante, en donde el agua pura y cristalina rivalizaba con la belleza del multicolor arco-iris. El sonido de una balada monótona tocada por una melancólica guitarra, sólo deleitaba al sinfín de animales que embobados y muy atentos escuchaban a este trovador de baladas tristes. Cabizbajo, rasgaba su querida guitarra, a la que le hacían sangrar las notas de tan desgraciada música. Todo el entorno al son de la melodía pasaba de tonos chillones a grises, y poco a poco, de tal manera que parecía pintura desprendiéndose de un mal lienzo, al que el artista detestaba.

—John, estamos muy preocupados por ti —dijo un ser de aspecto bonachón que por toda vestidura, una gran túnica de un resplandeciente color blanco que le cubría. No permitiendo ver ni los pies. John siguió con su letanía de acordes al cual más triste—. Esto no se puede tolerar, ya nos han dado un toque muy serio desde muy arriba. No se explican cómo en tu paraíso eres tan desgraciado —aseveró de manera lastimera—. John, eres tú y sólo tú él que puede remediar tu tristeza. Tan solo deséalo y se cumplirá —continuó hablando el ente con un tono muy impaciente.
El cantante por toda respuesta, hizo ademán de que lo dejasen solo.

Al momento todo el entorno desapareció. Ahora un gran hangar al que una multitud de aparatos, tubos, chapas y material de última generación inventiva ocupaba todo el lugar. Se puso en medio de todo ese maremágnum de objetos, y a una orden suya. Como si supieran todos y cada uno de ellos dónde encajaban. Fueron a una vertiginosa velocidad creando una máquina del tiempo.
John, maniobró los instrumentos hasta que consiguió marcar: 8 de diciembre de 1980; 10:00h.

La mañana de ese mismo día, la fotógrafa Annie Leibovitz fue al apartamento de Ono y Lennon para realizar una sesión fotográfica para la revista Rolling Stone. La misma había prometido al famoso compositor que una foto con su pareja sería la portada, pero inicialmente trató de obtener una imagen de Lennon solo. La fotógrafa recordó que «nadie quería a Ono en la portada». El cantante insistió que tanto él como su esposa debían estar en la portada, y después de tomar las imágenes, Leibovitz abandonó el apartamento. A las 15:00h, la pareja dejó su residencia. Mientras los dos caminaban hacia su limosina, fueron rodeados por varios individuos que buscaban autógrafos; entre éstos, Mark David Chapman. Era común que los fanáticos esperasen afuera del edificio Dakota para ver al cantante y obtener su autógrafo. Calladamente, le entregó a Lennon una copia de Double Fantasy, y Lennon lo firmó. Tras hacerlo, el cantante le preguntó,
—¿Es todo lo que quieres? —en un tono irónico que sorprendió a su admirador. Chapman asintió—. ¿Estás seguro? —volvió a insistir el cantante, a lo que el admirador atónito volvió a confirmar su afirmación anterior—. ¿O será que has venido a matarme? ¡Chiflado! —todos enmudecieron. La reacción de un pacifista conocido como John, dejó a todos estupefactos—.¡¡Enséñame tu arma!! —gritó el famoso, a la vez que rebuscaba en los bolsillos del sorprendido Chapman—. ¿Dónde la escondes? ¡¡Asesino!! —siguió gritando al no encontrar el arma. Perdiendo la compostura, agarró al desgraciado por la garganta. Ni los fans ahí congregados, ni el portero del edificio pudieron evitar, que Lennon con inusitada fuerza acabara con la vida de Chapman.

La noticia dio la vuelta al mundo entero. John Lennon, un famoso cantante, pacifista reconocido defensor de causas perdidas, embajador de la paz. Se convirtió en un loco asesino.
En su vida de lucha contra toda violencia, el amigo John se ganó la enemistad de muchos. Ahora se cebaron en él en busca de venganza. Ni siquiera sus antiguos compañeros le defendieron, su mujer se divorció maldiciendo el haberle conocido. En el juicio su abogado quiso salvarlo de la pena capital argumentando demencia, pero el jurado fue impasible ante tal decepción por tan singular personaje, que fue un referente de la forma de vida de muchos de ellos. Lennon, acabó en el corredor de la muerte en espera de ejecución. Después de varios años apelando, ningún gobernador se atrevió a condonar la pena. Era tanto el odio de los estadunidenses y las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, que ejecutaron al desgraciado cantante.

—¡John, John! Hijo mío —el ente apenado y desilusionado recibió con estas palabras a un cabizbajo Lennon—. ¿Qué has hecho con la hora? ¿No recuerdas que la primera vez, sólo te pidió un autógrafo? La segunda fue cuando te mató. ¡¡Insensato!! Eres un criminal te has condenado —el ser muy enfadado siguió con su letanía de reproches—. ¡¡Ahora has creado tu propio infierno!!
—¡Un autógrafo, por favor! —un John abatido y resignado estaba rodeado de una multitud sin fin de Chapmans, que no le dejaban ni un milímetro de espacio. Todos arremolinados en torno suyo, cada uno con su disco para que lo firmara.

Fin.

J.M. Martínez Pedrós.






Texto agregado el 08-09-2014, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


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