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Inicio / Cuenteros Locales / VIGIA / EL NOVELISTA CADAVER-CAP.3-

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3.
“Espere aquí un momento, Bastián…”- dijo Matilde agitando su mano lechosa y arrugada en mi pecho deteniéndose frente a una puerta azabache hermosamente labrada, que supuse inmediatamente la de las habitaciones del Señor.
Me detuve y asentí con la cabeza. La anciana ama traspasó el oscuro umbral cerrándola tan velozmente que no me dio tiempo a atisbar absolutamente nada del interior, por mucho que estiré el pescuezo.
Unos minutos después Matilde salía de la estancia, portando una bandeja en sus manos con algunos vasos vacíos y platos con los restos de un refrigerio y amablemente me preguntó si deseaba tomar un café o un té. Ante mi negativa continuó su recorrido hacia la escalera y sin girarse dijo: “Ya puede pasar. El Señorito le espera... ¡Vaya hombre, vaya!”. – insistió.
Y se encaminó pausadamente intuyo que a sus quehaceres, dejándome allí plantado sin saber muy bien que hacer.

Mentiría si dijera que me encontraba absolutamente tranquilo cuando mi mano alcanzó la manija de aquella puerta oscura. No sabría explicar por qué, pero un sentimiento de intranquilidad y desasosiego mezclado con mi innata curiosidad me invadió momentáneamente propiciándome un cierto temblor y un ritmo cardiaco algo más acelerado de lo habitual. Me dije para mis adentros que no era más que una entrevista y que no existía motivo alguno para los nervios, pero esa sensación extraña que anidaba en mis entrañas me advertía de que quizás tendría que recurrir a todo mi aplomo para abrir aquella negra puerta, parecida a la que en alguna ocasión había visto en diversas criptas.
Así que inspiré en profundidad y con rápido impulso agarré la manija y abrí decididamente el portón.

Al principio no fui capaz de visualizar nada concreto aún a pesar de haber traspasado ya el vano, básicamente por la pobre iluminación del interior. Lentamente mis ojos fueron acostumbrándose a la penumbra reinante y empecé a distinguir con mayor o menor claridad algunos objetos de la estancia, ayudado en parte por la luz que entraba desde el pasillo desde el hueco de la puerta semiabierta tras de mi.
¡En el fondo, a unos cinco metros, se dibujaba una sombra de gran altura y rasgos humanoides enmarcado con un gran penacho, bajo unos dinteles de oscuros cortinajes y portando un objeto similar a un hacha!

A pesar del respingo que sentí, pronto advertí que se trataba de una de aquellas armaduras medievales de cuerpo completo y sin poder evitarlo expiré de alivio al tiempo que experimentaba cierta sensación de vergüenza por haberme asustado tan vanamente de aquel monigote.
- Cierra la puerta Bastián…la luz daña mis ojos - resonó cavernosamente una voz extremadamente profunda desde el lugar más oscuro de la estancia;
Y mi corazón, que aún no se había repuesto de la impresión anterior volvió a cabalgar furiosamente.
“Si señor” – atiné a contestar. Y cerrando la pesada puerta me sumí prácticamente en la oscuridad. Unos segundos después, la delicada luz de un antiguo quinqué iluminó tenuemente el espacio desde donde mi interlocutor había pronunciado su orden. Entrecerré los parpados para afinar mi vista y dirigí la mirada hacia el punto luminoso que relucía encima de una barroca mesa de escritorio. Poco a poco fui acostumbrándome a aquella luminaria amarilla y aprecié, detrás de aquel mueble, la forma humana de quien me había hablado.

¡Si hubiera de regirme por la impresión que daba ver por vez primera al Señorito mis pies aún estarían trotando como locos en pos de mi vehiculo aparcado afuera!

En principio, aunque me pareció un saco de arpillera, distinguí las formas de una antigua bata con capucha que ocultaban parcialmente la silueta de un hombre malformado y extrañamente inmóvil, sentado al parecer en una rustica construcción de madera a modo de silla de ruedas.
Pero fue su rostro al levantar el Señor la cabeza lo que me dejó petrificado e imposibilitado para moverme del sitio:
Su cara, apenas cubierta ahora por la capucha puesto que alzo la vista para observarme, era un amasijo de arrugas en mezcolanza con tremendas llagas supurantes remarcando su faz unos excesivamente vivarachos ojos velados en blanco, sin duda por cataratas, pero que de tan intensos parecían traspasarme.

Quizás, por mi pasmosa inmovilidad el señorito continúo hablando, esta vez con un tono un tanto más jovial:
- He de suponer que esa bruja de Matilde ya te ha provisto de taponcillos…- dijo esbozando una sonrisa, poniendo al descubierto unos horripilantes y astillados dientes amarillos - …No creas que me molesta en tu caso; Solo que lo hace con cualquier visitante de la casa, sean proveedores o de mantenimiento o simplemente un vendedor. Al parecer le avergüenza que esta enfermedad me este pudriendo hasta los huesos; Pero pasa y siéntate…Tenemos mucho de que hablar.

Engañosamente, a pesar de la silla de ruedas, se incorporó con cierta agilidad y por encima del escritorio me acercó con una casi descarnada mano un voluminoso sillón de orejas, que debía pesar sus buenos cuarenta kilos. Así pude observar que le faltaban dos pedazos notables de las puntas de los dedos índice y anular de la mano derecha, así como desgarros sanguinolentos de gran extensión en la parte superior de su mano.
Pensé de inmediato en el sufrimiento atroz que padecería aquel hombre, más allá de lo repugnante de su aspecto, y al mismo tiempo me asombraba su total indiferencia hacia sus heridas. Estaba claro y cristalino que el dolor no le hacía mella, ¡aunque a mí me dolían hasta los ojos solo de verlo!

Tomé asiento no sin cierta aprensión, ya que pequeños trozos de su piel se habían quedado adheridos en el sillón allí donde él lo había tocado y haciendo un pequeño quiebro- ¡y de tripas corazón! - me acomodé lo mejor que pude en el vetusto asiento procurando evitar rozar cualquier pellejo. Una neblina polvorienta, impulsada del asiento por mi peso, me envolvió y se me instaló en la garganta haciéndome carraspear, añadiendo un poco más de asco a la situación.

- Si Señor… - dije fingiendo un tono indiferente como el de que se toma una taza de té con magdalenas mientras ve llover por la ventana - … La señora Matilde me proporcionó estos taponcitos nada más entrar, que por cierto funcionan maravillosamente por lo que no suponen ninguna molestia. He de decirle, Señor, que siento profundamente que se encuentre en su estado y que haré lo posible, si llegamos a un acuerdo, para proporcionarle el mejor servicio que…

- ¡Ooh, vamos… ni te atrevas a compadecerme! –interrumpió girándose con la mano levantada y alzando gravemente la voz- …De mi estado es lo menos que has de preocuparte; Tenemos mucho por hacer, así que las formalidades y las compasiones las dejaremos para otra ocasión…¿Si llegamos a un acuerdo dices?
A un acuerdo económico supongo. Pues bien:
¿Te parece adecuado toda mi fortuna, esta finca y las diez que tengo en Londres?

- No creo merecer esos cuantiosos emolumentos por mi servicio, señor - dije muy sorprendido al parecerme esa proposición totalmente desproporcionada, seguramente propiciada por los desvaríos de un viejo loco y enfermo.

-¡Uhh! Créeme que si los merecerás, Bastián – dijo sonriendo horriblemente de nuevo –...Por cierto… ¿Sabes coser botones?

- Si…si Señor, ¡faltaría más! – contesté algo perplejo por el giro repentino de la conversación.

- Está bien, veamos, veamos… - Murmuró extrayendo algo del bolsillo de su bata y que depositó a la vista, encima de la mesa, aunque no pude distinguir de inmediato de que se trataba;
Con una voz tan grave que parecía salirle del fondo de las tripas dijo, al tiempo que me acercaba con su mano pútrida y mutilada un hilo, una aguja y un dedal ¡junto con los dos apéndices desprendidos!

- Cóseme estos dedos, por favor.




Texto agregado el 09-09-2014, y leído por 132 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-09-2014 1. Releí todos lo dos capítulos anteriores, y la verdad es que me intrigan varias cosas: ¿qué significan esas dos fechas tan distantes, 1812 y 2014? Es obvio, o así lo creo, que hay una relación, no sé de qué tipo, entre el personaje enfermo del año 1882 y el paciente putrefacto del 2014. Bastian, el narrador, está ocupando un rol protagónico en la historia. SOFIAMA
09-09-2014 2. Hay otra cosa que me inquieta: ¿el Señorito del 2014 a quien Bastian le va a servir, quién es? En un principio creí que era Maharajá Rabindranath, pero como no tiene nombre, me saltan las dudas; y para no dejar de especular: ¿será que el entrevistado es un cadáver? Jajaja. SOFIAMA
09-09-2014 3. ¿Y dices que acercó a Bastian una silla que pesaba 40 kilos más o menos? ¡Uhmmm! ¿Cómo puede un hombre que se está despedazando actuar así? Jajja. Ay, Vigía, creo que estás manejando el lado irónico de los eventos, y te confieso: estoy pérdida, pero obvio, te sigo hasta encontrar el camino. Re abrazos. SOFIAMA
 
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