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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 785) Descenso al inframundo.

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La hydra con que sueño.

Asombrado, me descubro de pronto en un trance temporal. Voy caminando por un páramo sombrío y solitario, desciendo a un inframundo que ya huele a desconsuelo, a soledad absoluta, a silencio mortal y definitivo, ni siquiera lamentos se escuchan a donde me dirijo. Es un camino empedrado y sinuoso, lleno de ramas secas y pétalos marchitos, de un oscuro tal, que no hay brillo que les ilumine. Silencio, tras cada paso hay menos ruido. Ya ni el aire libre sobra delante mío, se ha unido a la luz que me abandona en cada nuevo estrato de neblina que no deja ver más nada que mis propias manos ensangrentadas. El olor de las rosas es ahora un estupor putrefacto y marchito. Han huido de este infierno el sol y el río, la luna y el viento esquivo.

De pronto escucho por un breve instante cómo reptan las ramas sobre el piso, y me congelo de inmediato ante ese susurro tenebroso. Cierro los ojos buscando calmarme y aclarar los pensamientos difusos, me digo que no es cierto todo esto que me envuelve ahora. Que no hay ojos que me miran buscando bajo mi piel, la suma de todas mis debilidades más encarnadas, pero a la vez más ocultas lejos de mi memoria. Veo al abrir de nuevo los ojos, ríos de trazos de espinas que empiezan a rodearme, suben por mis piernas y pierdo el equilibro... Mis manos doloridas sangran gota a gota, ese contacto que castiga mientras el sueño me oculta tras su sombra, y mis ojos no saben mantenerse alertas, hecho giron es mi ropa que lenta pero bruscamente se desgarra y me abandona a mejor suerte. Caigo de pronto en un sueño profundo, sopor instantáneo, me desmayo.

Al recuperarme, a lo lejos mientras me acerco, veo una figura que parece humana. Avanzo atraído hacia "ella", parece tiene cuerpo de mujer. Densa y lentamente se mueve delante mío, brindándome la espalda... Su cuerpo es un cúmulo de deseos encarnados, de su cabeza manan ramas a modo de cabellos ondulados, espinosos y con vida propia. Se mueven acompasados al rededor de un gran tronco muerto aún de pie, como petrificado pero con brillos que parecen metálicos, con extraños destellos que recuerdan al acero pulimentado, que se opaca tras cada nueva ondulación o giro. Puedo verle mejor ahora, frente a nosotros hay un arco hacia un camino sin puertas, donde ella es el único obstáculo, que danzando y girando sobre sí, me insta a seguir y a un tiempo me advierte me mantenga alejado...

Ahora de pronto escucho voces que me circundan, unas veces frente a mi, otras detrás mío. Me llaman, me dicen que me aleje... Gritos ahogados, susurros fúnebres, cantos mortuorios, que me inyectan frío bajo la piel, que vuelven lento el tránsito de mi sangre. Hay ramas, enredaderas de espinas que sujetan mis pies. Ya no me permiten alejarme, es demasiado tarde para todo. Las voces me golpean y me estremezco, me llevan hacia ese cuerpo que de pronto ha volteado dando un giro hacia mi. Le veo de frente, es una hydra con múltiples cabezas, de espalda pensé erróneamente era una sola, pero al verle comprendo de donde salen todas esas voces. Unas fauces enojadas me injurian, otras tristes se me quedan mirando compasivas, unas mas me miran sin gesto alguno, mientras que las demás hasta sonríen burlonamente como habiendo ya conseguido algo.

Las enredaderas han sujetado mi cuerpo por completo, estoy inmóvil de frente a "ella". Se acerca como flotando hacia mi, mientras tras de sí veo ríos de sangre y tierra con las marcas de las espinas que han pasado por ahí, dejando evidencia de su paso, por la tierra desgarrada. No puedo enfocarme en otra cosa que no sean esos rostros que danzan frente a mi cuerpo petrificado y tembloroso a un tiempo mismo. Las fauces de unas muerden a otras, como si fuesen serpientes con vida propia, unas golpean con la frente a otras mas abriéndose paso hacia mi rostro. Alcanzo a ver la más grande de todas las testas, y ella se postra directamente a la altura de mi cara mirándome fijamente a los ojos.

Las demás se mantienen al margen, ella es la que manda. Cuando creo que va a devorarme de una mordida con sus quijadas abiertas sin labios, de pronto se cierran y me besa... Cierro los ojos y siento calor en la garganta, una especie de rama enrollada en forma de sierra me ahorca y eso es lo último que siento oprimiendo mi cuello, abro los ojos cuando mi cabeza se desprende de mi cuerpo ensangrentado, y rueda torpemente hacia el suelo húmedo de sangre que ahora lo inunda todo, como está oscuridad en que me hundo después de ver mi cuerpo desmembrado, flotando entre ramas espinadas y una rosa que ha salido de mi pecho, donde antes estuvo mi corazón.

Texto agregado el 10-09-2014, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-09-2014 Muy buen cuento. Usas muy bien las palabras para expresar los sentimientos y las imagenes. Me encantó el final con un toque morboso y romantico al mismo tiempo. alexandrofaviano
10-09-2014 Deja de dormir con tu Señora. Te arrastrará al abismo. rentass
 
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