“¡se está moviendo!” exclama una persona mientras un hombre se quema en la vereda bajo la ventana de una casa en la ciudad. En el fondo se escuchan más de diez personas reclamando la falta de ayuda y horrorizados con la imagen del hombre arrastrándose con el fuego envolviéndolo. El camino está despejado y nadie se acerca a las llamas: miedo, inoperancia, cobardía, antipatía, son algunas de las palabras que aparecen en el aire, ninguna mencionada, aparecen de facto.

“¡es un ser humano!” grita otra persona a la policía que se encuentra al lado, uno de ellos tiene un extintor en la mano… solo una persona lo nota, el resto lo ignora… la policía no se acerca.

“¡apáguenlo!”, “¡traigan un balde con agua!”, palabras que salen al aire, todos presos de su propia cobardía, de su propia falta de humanidad. La policía rodea el lugar y trata de evitar que la gente ayude mientras ellos brillan en su ausencia y la gente, víctimas de su obediencia a la autoridad, no hace nada por ayudar al ser humano quemándose, nadie tiene la valentía necesaria para desafiar a la ley, ¡y no por desafiar a la ley solo por hacerlo sino para ayudar a otro ser humano!

El hombre convulsiona de dolor ocupando sus últimas energías que ya no alcanzan ni siquiera para arrastrarse, lo poco que queda de él es la luz brotando del fuego de su cuerpo.

Un policía aparece cuando las llamas son más pequeñas y ocupa el extintor.

“salgan de aquí” dice otro policía a la gente, que al igual que ellos no movió ni un solo músculo para ayudar en primer lugar.

Ese hombre bajo la ventana murió.

Se llamaba Sergio, poco se sabe de él. Bajo el contexto actual de Chile se le acusó de terrorismo, la derecha se esfuerza en inculparlo a pesar de que él había muerto pues no les importa el hecho de que era un ser humano sino el poder ganar más escaños en el congreso. La opinión pública dice lo mismo. Comentarios en las redes sociales hacen furor: “¡Solo digo bravo!, estos tipos deberían terminar todos iguales sean de donde sean… ¡no queremos terrorismo en chile!”. Toda la opinión televisada dice lo mismo: Terrorista. ¿era realmente un terrorista?. Algo se sabe de él: Sergio era un hombre perturbado por la drogadicción desde los quince años, su familia lo trataba de ayudar pero él estaba sumido en ese mundo viviendo en las calles dependiendo de la “pasta base”. Él iba caminando cuando una bomba explotó a su lado y lo quemó. Los policías de chile son famosos por torturar y no prestar ayuda a “enemigos del estado”, a él lo acusaron de terrorista por estar quemándose por una bomba… no lo ayudaron… y él no era un terrorista.
¿En chile existe el terrorismo?. A los movimientos sociales se los acusa de terroristas y siempre ha sido así, ahora más que nunca, ahora todos los estudiantes somos terroristas según la televisión, excepto aquellos que viven en los cerros de la capital, aquellos que estudian en universidades privadas, aquellos que van a las playas de cachagua, aquellos que gastan dinero en viajes a Río de Janeiro, por supuesto que ellos no son terroristas, ellos son los futuros escaños del congreso.

Sergio murió a las tres cuarenta de la noche, sin ayuda de la gente, sin ayuda policial, lejos de su familia y cualquier ser querido, carente de gente, acusado de terrorista, sin las disculpas de la opinión pública por la falsa acusación, traicionado por el estado que debió protegerlo, con el cabello hecho cenizas, los ojos hervidos, la piel carbonizada, una capa de polvo extintor y tanatopolítica.


Sergio murió víctima del terrorismo de estado.