El asunto es que un par de poetas amigos míos se fueron a la comisaría, después de tirar un fardo de poemas por la reja de la embajada de Estados Unidos. En la comisaría y después de un interrogatorio, que sacó más risas que confesiones, se les comprobó domicilio y fueron dejados en libertad. En la tarde, el embajador de Estados unidos, dio una escueta declaración, señalando que el hecho era un atentado terrorista en contra de su país, debido a que en los panfletos, de alguna manera, se podía llegar a concluir que el lenguaje utilizado por los poetas-terroristas incitaba a la violencia, además, de crear un clima bélico y beligerante en contra del imperio americano.