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El Viajante

Cómo soportar este aburrimiento, aplastante. Casi no pasa nada en este pueblo, al que los turistas, sólo utilizan de recarga de gas o nafta, cuando viajan hacia la playa.
Con cuánto gusto viviría yo si en vez de estar todo el día pegada a mi celular en el chat con mi amiga Vanesa, tuviese un novio, que digo, un marido, los dos tendidos al sol, en una playa lejana. Él mirándome embobado, y yo perdida en sus ojos, con las olas de fondo. ¿Qué pasará mañana? Estoy segura que no pasará nada, igual a toda esta vida que llevo.
El aire está lleno de información, de mensajes. Todos tienen algo que hacer y corren tras un termo de agua caliente para el mate. Volver a la ruta cuanto antes, y atar convenientemente el equipaje. Taparlo con un nylon y atarlo nuevamente para que el viento no lo vuele y no se mojen las valijas y bolsos ahora que se largó otra vez a lloviznar ennegrecido el cielo de pronto arrastradas las nubes por un viento ahora frío si es verano Dios mío que vacaciones quién diría ojalá que al llegar haga calor.
¡Cómo estoy con todo esto! ¡Cómo aguantar que pasen y pasen, y los sigo con la mirada perdida, siempre tácitamente!
Pero hoy llegará él.

Cuando chicas si íbamos a la playa con Vanesa y su mamá. Aún conservo una bola de vidrio con piedritas de colores y algo así como estrellitas y un delfín dentro del globo de agua, afuera un cartelito, Santa Teresita, en mi vida vi un delfín. No sé bien qué me recuerda cada vez que lo doy vuelta y lo vuelvo sobre su base, entonces las estrellitas caen despacito sobre el delfín que siempre se conserva medio azulado. Un cosquilleo en mi cabeza me saca de mis pensamientos para llevarme irremediablemente al pequeño acuario que había en aquel lugar. Un estanque con unos lobitos que sabían saltar y atrapar en el aire el pescado que un chico revoleaba en lo alto, para caer luego a una especie de piletón, y salpicarnos a todos. Vanesa reía entonces en una carrera loca de carcajadas, y claro yo me contagiaba de nada. Qué lindo, qué fácil reíamos de cualquier cosa.
Es febrero y la casa que la abuela de Vanesa tiene a diez cuadras del mar es medio rosada. Al frente hay varios arbolitos que el abuelo plantó para sombra. Se terminó el pan para el almuerzo y Vanesa está pintándose las uñas para luego ir a la playa, entonces voy sola al mercadito. Los terrenos son tan grandes por acá, hay tantos árboles y plantas, es linda esta parte de la villa, con la playa a diez cuadras y el mercado cerca, el sol casi ciega mi vista, voy mirando los canteros de flores de unos chalets nuevos, qué bonitos colores, amarillos, naranjas, violetas y entonces apareció de la nada. Me miró fijo a los ojos y sonriéndose malignamente, me agarró de un brazo pero yo me solté, corrí tan velozmente que creo, me olvidé de él. Legué con el pan, de vuelta, y como siempre mi amiga se reía de algo, ese día me acuerdo que yo no me reí. Su mamá dijo que tal vez me había cruzado con el príncipe azul, que tenía la cabeza en otro lado, que, en qué boberías estaría pensando. Yo casi no sabía en qué estaba pensando. Pero sabía. Yo lo había visto bajar sus pantalones.

En una camionetita rural toda una familia entre bolsos, almohadas para los chicos, contra el vidrio de la luneta un perrito pequinés que me mira casi con odio pobre, por el encierro, los nenes dormidos en sus sillitas, la abuela preguntando por el baño, yo diciéndole que pase al edificio, indicando lo que grandes carteles rezan por todas partes y la gente que llega embotada de la ruta nunca ve. -¡Ah! Dicen y salen disparados como si estuviesen haciendo sus necesidades encima, es que se están haciendo, llegan con los segundos justos. Muchas veces me quedo con los autos, cargando combustible, con niños, perros, pertrechos.
Todos vuelven y retoman la ruta. Hoy no llega.
Ya me queda media hora y finalizo mi trabajo por hoy, ya llega el fin de semana que se hace tan corto.
¡Al fin, ahí llega!

Y como cada fin de mes él aparece por la estación de servicio con su auto blanco, medio destartalado, lleno de artículos de ferretería que vende por los pueblos.

Hoy casi ni me mira, pero él sabe que yo lo miro. Va directo a la oficina a charlar con Fito, mi primo. Hablan de la ruta, del tiempo, de las gomas del auto, qué estupideces; mientras tanto Fito le convida algún mate con las mejores facturas del pueblo, las de la Panadería de Rosalinda, una que anda enloquecida por el viajante.
Comentó Rosalinda que es separado, que anda descuidado si uno se fija en la ropa, que está algo triste, y más cuando se enteró que le ampliaron el recorrido de venta, ahora debe entrar en más pueblos que antes, con esto de la crisis y ofrecer las pinzas y tenazas hasta a las palomas de las plazas.
Ya éste es el último tanque de nafta y termina mi día, pero quiero saber más de él. Siento que algo esconde. Ya lo decidí. Voy tras él.
- “Amiga No me esperes a cenar voy tras el viajante”.
- “Estás loca., Dónde vas?”
- “No sé. Después te cuento”
- ”ok no apagues el celu”
Esperó pacientemente, que el viajante terminara la conversación con Fito. Cuando subió a su auto blanco y se hizo a la ruta, ella lo imitó en su autito recién pintado de verde. Lo siguió varios coches atrás, siempre atenta a sus maniobras.
Mmm, esa Vanesa…
- “¿Vas bien amiga?”
Después le contesto, pensó.
Y enseguida observó que él se detendría al tomar la mano lenta de la ruta, para entrar en la primer estación de servicio del pueblo, que comenzaba a vislumbrarse.
Pero no fue a ningún negocio a vender nada, sólo se dirigió directo a la cafetería de la estación.
Ella estacionó su auto lejos, en una callecita que daba ya al campo abierto. Se disponía a contestar el mensaje de su amiga, cuando él le salió al encuentro, frente al dispensador de agua caliente para termos.
- ¿Qué? ¿Me estás siguiendo?- fueron sus palabras.
Y ella guardando el celular en el bolsillo trasero de su jean, lo miró, y tomándose tiempo, le dijo – No, para nada. Vine a este pueblo a buscar a una amiga.
- ¡Ah!, ¿qué amiga?
- Una que hace mucho no veo- dijo ella
- Porque daba la impresión de que me seguías. La verdad, es mejor que te vuelvas a tu pueblo, y dejes lo de la amiga para otro momento- dijo él visiblemente nervioso.
- No veo la razón por la que deba hacer eso, parece que te molesta que esté aquí- contestó ella.
- No es así, es que no es el momento adecuado- se contrarió él.
- Y a tu criterio, ¿cuál debe ser el momento adecuado para buscar a mi amiga?
- Cualquier día menos hoy- dijo él, -por favor te lo ruego, volvé a tu pueblo cuanto antes.
- Dame una razón inteligente y veré qué hago- contestó ella.
- No es así como funciona esto- dijo él, y la miró profundamente a los ojos, como nunca lo había hecho antes.
Ella pudo ver su ser desesperado en esa mirada, su pedido de auxilio, aunque desconociendo cuál era el peligro inminente que lo acosaba.
Él la tomó suavemente de ambos brazos, buscó luego su nuca con su mano, debajo de su cabello y la besó tierna y largamente en la boca. Ella se entregó sin prisa a besarlo también.
Ahora se miraban como entendiendo algo que era de ambos. Pero ella comenzó a indagarlo sobre sus ojos tristes, casi aterrados.
- Es una trágica y triste historia- comenzó él –se trata de mi hermana. Ella fue interceptada por una banda de tráfico de blancas. Yo la busqué por meses, y encontré el lugar donde la tenían cautiva, trabajando. Me arriesgué y logré liberarla de ese tormento, pero me apresaron mientras cubría su huída. Ella logró escapar, mientras que yo fui secuestrado por varios días, hasta que me soltaron gracias a un trato que hicieron conmigo. Debo entregar una mujer joven cada semana, o me matan. Ya entregué a dos, de dos pueblos alejados. Ya ves, soy una horrenda persona, no deseo tu perdón, hace quince días que elijo vivir, a costa de la vida de otras personas. Es horrible mi vida, hoy vence un nuevo plazo, y no tengo ninguna mujer para ofrecer.
Te pido encarecidamente que vuelvas ya a tu casa, por favor, estás en peligro de muerte.
Ella lo miró profundamente a los ojos con pánico.
-Hace tanto que te espero -alcanzó a decir ella.
-No imagines nada,- dijo él, -no podremos tener futuro.
-No es posible que esto esté sucediendo- casi sollozó ella.
-Andá, volvé, no te demores más- le dijo él abrazándola, como entregándole toda su ternura en ese instante.
Un grupo de tres autos, llegaron desde la ruta, entre un torbellino de tierra, hasta el lugar donde ellos estaban conversando.
El viajante alcanzó a gritar -¡No, ella no es la chica, hay una confusión! ¡Dejen que se vaya, por favor!
Los matones, que no entendían de clamores, tomaron de los pelos a María y la introdujeron en el asiento de atrás de uno de los autos.
Él, en un intento delirante por salvarla, corrió hacia el auto para tratar de impedir que la llevaran.
Uno de ellos, alto y gordo, le apuntó al viajante con un arma con silenciador. María sólo escuchó el estrellarse de la cabeza contra el suelo, mientras que la escuadra de tres autos, tomaban velozmente la ruta con destino desconocido.
Un poco más adelante, alguien revoleó a la banquina, entre los pajonales, un celular.

Texto agregado el 24-11-2014, y leído por 276 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-12-2014 Relato intenso que contrasta la pureza angelical del amor adolescente con la crudeza de la violencia que nos agobia en el mundo entero,especialmente en nuestro continente latinoamericano duqueuviedo
07-12-2014 Ahhhh... de una ternura intensa la primera parte, hasta costumbrista, llevas a un desenlace brutal... dejas con un huequito en el estomago. Cinco aullidos desesperados yar
06-12-2014 Es un buen relato en donde se entretejen situaciones coloquiales y el descarnado drama de la realidad. Conmovedor tu texto. sagitarion
05-12-2014 Es una historia estremecedora la tuya mi querida amiga. En realidad existe tanta maldad en este mundo que esto debe ser pan de cada día. Cuantas Marías habrán que caen en esas redes y cuantos hombres vivirán con el alma destrozada por tener que cumplir esas órdenes. Escribiste bellamente esta historia que me ha dejado sin palabras***** Un abrazo inmenso Victoria 6236013
24-11-2014 Espeluznante historia, mi Chilita amada. Una historia que refleja mucho de la sinrazón que gobierna hoy por hoy al mundo. Bien contada como para que todos reflexionemos. Me gustó tu narrativa y la historia me estremeció. Un full abrazo, mi querida amiga, y qué Dios nos proteja. SOFIAMA
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