Luis Apablaza, héroe de las refriegas y la guerra 
civil contra el hambre, mesías iletrado, ha perdido 
más de la mitad de los recuerdos en el gran 
incendio de Valparaíso.  
  
 
Se para, enarcando las cejas y aprieta contra el  
cuerpo un pedazo de pan que ha rescatado y 
lo reparte entre los suyos, diciendo: 
"no hay más comida, no se peleen", 
mientras llega la ayuda desde todos los puntos 
de este país gobernado por la debacle. 
  
 
Utiliza palabras frondosas con las cuales  
limpia la cara de sus hijos y los insta a no 
mirar la impía destrucción mientras le sollozan 
las tripas ante la inumerada y pretérita 
caída de su pequeño hogar. 
  
 
Mira hacia el centro de la ciudad y algún 
hombre de traje y corbata le dice que le comprará, 
a buen precio, que no se queje en ese estado, 
el pedacito de tierra humeante que le ha quedado, 
el pedacito de tierra en que su hijo más chico 
aprendió a caminar, donde su hija mayor se 
subió, en una Navidad calurosa, a su bicicleta  
y chocó contra la empalizada del vecino que 
salió corriendo a socorrerla, con un pedazo de 
pan de pascua para que la chica no llore. 
  
 
Luis Apablaza mira a sus cabros chicos que 
tienen hambre, les suenan las tripas, tienen las manitos 
con hollín, las ropas - que han logrado rescatar de 
aquellos que dicen venirlos a ayudar - les quedan 
flotando en los cuerpos flacos y cansados. 
  
 
El hombre de traje y corbata le dice que se apure, 
que se consiga donde irse, que esa ya no es tierra de nadie. 
 
  
Luis Apablaza, gásfiter responsable, mesías navegante, 
toma a sus hijos y camina entre el pasto reseco, pilla 
un gato perdido y se lo lleva en brazos.  
  
 
Su hija, su hijo, se turnan para llevar el gato en brazos 
y miran al señor de traje negro desplegando a sus 
ingenieros, a sus arquitectos, a sus mozos de turno. 
Miran al señor de traje negro que les pasó 100 lucas 
y que los correteó como perros de su cerro asustado, 
mientras Luis Apablaza contiene una lágrima, 
mientras Luis Apablaza, mesías perdido, 
se arrodilla ante un pasado infinito.  |