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LA PALABRA PROSCRITA

¡Mierda!, La sola mención de esta palabra de connotación a elemento orgánico puede generar la percepción de quien la menciona padece una obsesión escatológica, tal vez coprofilia o se trata de un “doctor en mierda, graduado en pujos” a decir de Francisco de Quevedo. Sin embargo todos de alguna manera, cultos e incultos, iletrados o eximio psicólogo. abogado o profesor, se han referido con ella en distinta circunstancia y connotación. ¡Vete a la mierda! o ¡vale mierda!, expresiones lingüísticas vulgares utilizadas las más de las veces para darle fuerza a nuestro argumento porque se necesita con urgencia llamar la atención del lector.

¡Mierda!, la palabra proscrita por el pudor literario, el vocablo políticamente incorrecto que nos apresuramos a soslayar con sus sinónimos, expresiones coloquiales o algún eufemismo amable: evacuación, caca, excremento, popo, heces, deposición o excreta. En la actualidad la palabra Mierda está en boca de tantos, se ha colocado por mérito propio en el vocabulario populachero y también en el de los más refinados. Se utiliza como una connotación geográfica: "Vete a la mierda". Como adjetivo calificativo: "Eres una mierda”. Como eufemismo de incredulidad: "No te creo ni mierda", o con una connotación alquimista: "Todo lo que toca se vuelve mierda". También, debemos decirlo, usamos la palabra Mierda como una metáfora de algunos de nuestros más recónditos sentimientos: “Tengo una vida de mierda” o “Mi matrimonio se está yendo a la mierda”.

Sea como fuere esta palabreja ahora despojada de todo culto para convertirse en profana es tan antigua como la humanidad misma, de ahí la pregunta: ¿Por qué los escritores, de cualquier nivel, evitan premeditadamente utilizarla en sus escritos literarios?

No se entiende el prejuicio de tantos, sólo algunos notables de la comarca se han atrevido a incluir la palabra Mierda hasta en los títulos de sus textos, ¡en los títulos!, ¡qué valor o desatino!, porque el texto al final resulta un símil de la palabra en cuestión. Por eso, quienes pretenden escribir algo decente deben superar remilgos y complejos así como manías compulsivas utilizando todas sus luces para imitar a verdaderos escritores quienes han usado el vocablo Mierda con mucho tino y éxito. Por ejemplo a Nicanor de la Parra en su poema Moscas en la Mierda, tal vez lleguen a dominar el tema como Celso Castro y logren hilvanar algo parecido a este fragmento incluido en su novela El Afinador de Habitaciones: “…pero no tenía ninguna importancia, ya estaba acostumbrado, me había acostumbrado a vivir entre imbéciles ¡imbéciles de mierda! viviendo una vida de mierda en una ciudad de mierda, y que para mí la vida no era más que eso, ¡mierda! y una lucha permanente contra esa mierda, que nos quiere engullir y asimilarnos y hacernos mierda…”

Y al Nobel de Aracataca con su lúcido final en El coronel no tiene quien le escriba, cuando la esposa del coronel le recrimina por haberlo perdido todo en las apuestas:

—Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel.

La mujer se desesperó.

“Y mientras tanto qué comemos”, preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.

—Dime qué comemos.

El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explicito, invencible, en el momento de responder:

—Mierda.

Debemos entonces trascender del mero plano de lo anecdótico, visceral o de espontanea cagada literaria y utilizar la palabra Mierda aunque sea como un remedo intrascendente de los autores aquí mencionados y no utilizarla como un mero recurso efectista sólo porque a alguien no le gustó lo que escribimos, porque al final eso viene valiendo ¡Mierda!

Finalmente, “Por si acaso”, como decía Agustín García Calvo en su poema y parafraseando a Gerald G. Jampolsky en su obra “En ese momento que dices… ¡Mierda!”, afirmo lo siguiente: Apartarse del lado oscuro de nuestra condición humana es darse cuenta de que la mierda de los demás huele tan mal que nos hace desear vomitar y, sin embargo, el olor de nuestra propia mierda no parece molestarnos. Debemos entonces considerar la posibilidad de responsabilizarnos de oler nuestra propia mierda moral y mental para librarnos de ella sin embarrar a quienes están en nuestro derredor, entonces podríamos llevar paz y armonía a este mundo lleno de oscuridad y conflicto.


Texto agregado el 14-01-2015, y leído por 513 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
21-01-2015 Interesante reflexion, me recuerda" al señor del baño" , un comediante que se hacia la pregunta sobre la ausencia en las telenovelas de escenas y dialogos sobre entrar al inodoro... claudio_antonio
15-01-2015 Excelente ensayo. Mis estrellas. girouette-
15-01-2015 Un " lujo" de ensayo FELISSA
14-01-2015 yo agregaría la controvertida expresión de "¡ Mucha mierda!" cuando se trata de desear buena suerte o éxitos en algún evento... En verdad es una de esas malas palabras que no han pegado a nadie. Mis saludos hgiordan
14-01-2015 Me encanto~No la Mierda~sino tu escatologico escrito.Opino que,dependiendo del contexto,una palabra "Sucia"puede ser bella,o darle belleza y fuerza al texto.Utilizar una palabra vulgar,sin necesidad,es un desacierto.UN ABRAZO. gafer
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