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Por José Luis Aliaga Pereira

A las seis de la mañana del 16 de febrero de 2012, Genaro, se despertó preocupado. Tenía que redactar un artículo para una revista local y amaneció con la mente en blanco.

Buscó en sus archivos alguna palabra, algún párrafo o texto que le sugiriera algo; vano fue su intento.

Deshojó libros, revistas y folletines, sin hallar nada interesante.

Miró la computadora que se encontraba al costado del estante de su sala y, rápidamente, se acomodó en el sillón giratorio, frente al ordenador. Arrastró el “maus” y comenzó a “navegar”, anotando, en el espacio ubicado bajo la palabra Google, “Ultimas noticias”.

Una larga lista de informaciones invadió la pantalla de su PC. De todas las noticias, malas y buenas, escogió la que más comentarios tenía. Se trataba de la búsqueda, por parte de la policía, de un hombre que había cometido incesto.

Los comentarios anotados bajo el texto noticioso se referían al castigo que debería recibir el perturbado individuo: “Que lo fusilen”, solicitaba un lector. “Que le corten los testículos”, afirmaba otro. “Que hagan lo mismo con él”, opinaba un tercero. Genaro, continuó leyendo hasta llegar a un comentario que lo impresionó: “Que viva eternamente para que su conciencia lo persiga y jamás tenga sosiego”. Entonces, conmovido, tomó el bolígrafo y empezó a escribir:

El hombre

Bajo un cielo azul interminable, casi al final de la “Peña del olvido”, el hombre caminaba agarrándose la cabeza con las dos manos, como si se le fuera a caer. De pronto soltó un grito desesperado: ¡La lucha continúa! –dijo; luego, en voz baja, continuó hablando–. Ahora será diferente. Desde hoy corretearé mis propios talones, por donde debería haber empezado. La lucha interior es la más importante de todas, aquella donde los enemigos lo conforman nuestras taras y defectos; mirando, como lo dice el pueblo, “la viga en el propio ojo”.

Él, siempre orgulloso y triunfante, que había construido la máquina que llegó a la luna, hoy se miraba en el espejo de su conciencia.

Él, que había enfrentado a Goliat, venciéndolo en desigual lucha. Él, que eliminó al enemigo más feroz; jamás imaginó que al volver a casa, donde la tranquilidad y el descanso lo esperaban noche tras noche, iba a caer en la tentación más ruin y baja del ser humano: el pecado que se arrastraba, igual que la serpiente que tentó a Adan, y que anidó en su mente hasta matar, a escondidas, la inocencia de su propio fruto.

Ahora lo envuelve la cárcel más atroz; esa que no tiene paredes, cadenas, ni barrotes. Esa que no tiene caporales, ni pailas, ni verduguillos pero que duele como le duele al preso encerrado en la peor de las mazmorras. Es un dolor que se inicia en su cerebro, baja por su cuello, pecho y estómago, y regresa por su garganta para salir por la boca como lengua de ahorcado.

- ¿Qué he hecho? ¿Qué hice? –el hombre continuó gritando con el pecho agitado y apurando el paso-. ¡Noo! ¡Noo! ¡Estas preguntas llenarán mis oídos cada día, minuto a minuto, sin descanso! Pero hoy es el fin –terminó diciendo, antes de arrojarse al precipicio.

Glosario:

Pailas.- Especie de ollas o depósitos grandes donde sirven a los presos sus raciones de comida.

“Peña del olvido”.- Parque que termina en un precipicio ubicado en la provincia de Cajabamba, donde muchos ciudadanos, por problemas personales, han dado fin a sus días.

Texto agregado el 25-01-2015, y leído por 152 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-01-2015 Un texto fluido y refrescante. Muy buena idea, un discurso ameno y un final trágico. Me gustó mucho tu narración. !Felicitaciones! Abrazos. NINI
 
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