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El poeta de la revolución

En aquellos años almorzaba yo todos los días laborables en un restaurante cercano a la oficina. También lo hacían con la misma asiduidad cuatro hombres jóvenes con pinta de españoles que resultaron ser portugueses que trabajaban en un programa de radio de la BBC para Portugal, según me informó el servicio de espionaje del restaurante:

el camarero.

Nos saludábamos con la formalidad y cortesía que utilizan siempre los portugueses; iban elegantemente vestidos con trajes casi siempre oscuros y la obligada corbata de aquellos tiempos en Londres. Como a veces yo comía solo, tenía ganas de conocerlos y entablar conversación, pero nunca se dio la oportunidad; ocupaban los cuatro asientos que tenía la mesa.

Un día de abril, al salir de la oficina, el Evening Estandard informaba, en su portada, con enormes caracteres, de la revolución de los claveles en Portugal. Con el periódico debajo del brazo me fui al restaurante decidido, esta vez sí, a entablar conversación con mis distantes y correctos compañeros de restaurante.

Su mesa estaba vacía.

Mi amigo el espía y yo llegamos a la conclusión de que estarían trabajando horas extra en la Radio.

Pero pasaban los días y los caballeros objeto de nuestro seguimiento no aparecían por el restaurante.

_ A lo peor cambiaron de restaurante
_ No creo, afirmaba mi espía-confidente . Seguro que habrán tenido que ir a Portugal. Una revolución siempre es algo peligroso y tendrán familia.

Y así pasaron algunos meses ; la verdad que casi los había olvidado aunque la constante información periodística me obligaba tenerlos presentes en mi intriga imaginativa.

La revolución se desarrollaba sin tiros ni penas de muerte; parecía un contrasentido. Una revolución pacífica. La revolución de los claveles.

En el mes de junio acompañado de mi amigo Jimmy nos dirigíamos al restaurante y antes de entrar salió nuestro agente y nos da la noticia que no venía en los periódicos.

_ Han vuelto los portugueses.

_ Pero prepárense…

Nos quedamos helados. Pelo largo, barba, en camisa, sin corbata y pantalones vaqueros. Si el camarero no nos advierte de su presencia, seguro que ni los hubiéramos reconocido. Parecían otros, pero igual de correctos y distantes.

Por fin, un día, me encontré con el premio a la constancia…

Había uno solo en la mesa.

Esperé a que llegara la hora del café y le invité a compartirlo conmigo. Para mi sorpresa era una persona muy habladora y parecía con ganas de conversar ; era joven, como yo entonces, y pronto derivamos la conversación a la revolución de los claveles.

Me hizo un discurso preparado; un panegírico de lo alcanzado en Portugal después de tantos años de dictadura.

Cuando llevaba ya varios minutos haciéndome una descripción de su nuevo e idílico país y no pudiendo casi ni hacer preguntas, me arrepentí de sentarme a tomar un café con él.

Su prolijo discurso político terminó de esta guisa:

-Mire usted, ¿ de que le sirve a un analfabeto la libertad de prensa ?-
-Dígame ¿para que quiere libertad de viajar a quien no tiene dinero ?.
-El pueblo lo que necesita y quiere es cama y comida; eso es la esencia de la felicidad del hombre y esa es la verdadera libertad.

Al final cansado ya del discurso revolucionario le dije:

-Pues todo eso lo tenemos ya en España y no crea que funciona muy bien.

-Pero por Dios, si tienen ustedes al peor dictador; tienen a Franco.

Si, pero tenemos unas instituciones donde les damos cama y comida, les cuidamos en sus enfermedades. Pero no crea que funciona muy bien. Ninguno está contento y todos quieren salir de allí. Les llamamos cárceles.

Se quedó mirándome unos segundos callado y cuando creí que iba a recibir un exabrupto, con mucha calma y moviendo la cabeza de manera afirmativa y lentamente, me dice:

Você é um poeta

Texto agregado el 25-01-2015, y leído por 134 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
26-01-2015 Buen titulo, buena narración, saludos. krisna22z
25-01-2015 Aquí también tenemos de esas instituciones y,créeme,no te gustaría conocerlas.Buen relato.UN ABRAZO. GAFER
25-01-2015 En realidad eres un poeta... me encantan tus anécdotas. +++++ PiaYacuna
 
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