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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / La Leyenda del Holandés Errante, capítulo 21.

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Capítulo 21: “Los Recuerdos que Había Sepultado”.
Nota de Autora:
Ahoi, ¿qué va? Sé que esto es extraño… tercera vez que los saludo el día de hoy… Me encanta esta sensación. El día de hoy ha sido uno de los más maravillosos de mi vida, he escrito todo el día y se siente muy bien… He publicado dos veces… de verdad se nota que quería puro escribir cuando saliera de clases. Pues no voy a rellenarles más ni a llorarles mis penas, me limitaré a decirles que el tema del capítulo es “Letter to Dana” de una de mis bandas favoritas, me refiero a Sonata Arctica, la cual es de Finlandia. Esta canción es de esas que puedo escuchar una y otra y otra vez, sin parar, y embeberme de su letra, de su significado tan triste y tan bonito a la vez. Disfrútenlo, es lo único que puedo desearles.
Una semana después: Me he topado con tres sorpresas, dos gratas y una non-grata. La primera es grata: los tres últimos capítulos que he subido (18, 19 y 20) han recibido 30, 27 y 24 visitas respectivamente, lo cual es algo considerablemente bueno para mí. La segunda es non-grata: los tres capítulos están evaluados con una, sólo una, estrella… es triste ver que me maté trabajando sólo para eso… prefiero pensar que es Foggwill –o como se escriba- que ha vuelto con sus archi-conocidas intenciones de joderme la pita.
La tercera sorpresa fue muy grata: alguien dejó un comentario, por lo demás positivo, en mi libro de visitas, en una época en que yo pensaba que Mariette Sparrow no le importaba a nadie. Pues, mis respetos y agradecimientos a Biyu, quien es el cuentero que ha comentado mi Libro de Visitas… estimado, siempre sé perseverante, yo tendría que haberme rendido hace rato, La Leyenda del Holandés Errante me ha tomado mucho tiempo y disyuntivas y, de haber decidido no seguir, hoy no recibiría tus felicitaciones por mi trabajo, que es algo que aprecio mucho. Me alegro a montones de que te haya gustado La Rosa de los Vientos, es una gran canción, hace un tiempo era mi favorita… ahora de Mägo de Oz te recomiendo No Queda Sino Batirnos y, bueno, de más está mencionar el disco en que sale La Rosa de los Vientos: Gaia I, aunque en general la trilogía de Gaia y su respectivo disco de Epílogo son de lo más recomendable que tiene esta banda.
Hum… ¿qué más puedo contar después de una semana de desaparecida? ¡Que se pasen por el Facebook de Chile Va! UTalca, ahí están posteadas en la sección de Publicaciones –abajo, a la izquierda- mis bitácoras y las de otros chicos. Podría detenerme mucho en esta nota de autora acerca de lo genial que fue esta experiencia, tan bien organizada… pero no es la idea, si estáis aquí es porque queréis leer de Liselot, Lowie, el odioso Sheefnek, el genialísimo Jack Rackham y la re-aparecida –de quien yo creo os habíais olvidado- Ivanna. Así que, si queréis saber qué tal estuvo, leed las bitácoras.
Antes de despedirme, quiero decir que dedico este capítulo a todos los chicos y chicas que hicieron esto posible y tan genial.
Y, no sólo a ellos. Ayer, vía WhatsApp una estudiante de psicología me dio su crítica acerca del progreso de la Esquizofrenia en nuestra querida Sophie Van der Decken –a quien espero que extrañéis, porque yo la extraño mucho- y me ha dicho que le resultó una total confusión de mundos el capítulo 18 –en el cual Sophie y Aliet mueren- y que, además, le ha gustado, porque así es la evolución de esta enfermedad en los casos más graves. Me he sentido bastante orgullosa, porque eso era exactamente lo que yo quería lograr. Así que, un saludo a Carolina, la susodicha estudiante de psicología. Pues, mi teoría personal –creo que nunca lo sabré de cierto- a por qué Aliet nunca medicó a Sophie es porque venía recién saliendo de una depresión, por no decir que aún estaba inmersa en ella, y aún no podía pensar con claridad. Después de que Niek, Liselot e Ivanna desaparecieron ella tenía muchas cosas en qué pensar y nunca fue capaz de priorizar, ni entender que ayudar a Sophie era más importante que esperar a su familia sin hacer nada.
Ahora sí, con vosotros, el capítulo…

Lowie, más por instinto que por otra cosa, rodeó con los brazos a Liselot, mientras ella se sentía desfallecer. Sin embargo su cabeza reacomodó su lista de prioridades.
-Debes de estar bromeando-fue lo primero que consiguió articular.
-Me temo que no, mi dama-fue la respuesta de Jack.
Liselot sintió cómo se desvanecía cada fibra de su cuerpo y el ánimo la dejaba de a poco.
-Oh… Ivanna-murmuró.
Sintió cómo todos los recuerdos que durante tres años se había empeñado en callar, volviendo a sus padres y hermanas una visión muy lejana, retornaban a su cabeza luego de un sueño muy profundo. Se sintió mal… se sintió una vil traidora… Se hubiese desmayado si Lowie no hubiese intervenido:
-Eso es lo que venías a advertir, ¿cierto?-.
Hubo un silencio de muerte entre los tres, que sólo Liselot se atrevió a romper.
-¿Cómo es que llegó aquí? ¿Bajo qué peligro está?-preguntó.
-Mi dama, no creas que te conté la historia de la señorita en las mazmorras de Sheefnek sólo por que sí. Nosotros manejamos el azar-respondió Jack extendiendo los brazos y haciendo un gesto que demostraba que la explicación era demasiado obvia como para decirla.
Liselot sintió que ahora sencillamente moriría. No podía ser posible. Había visto suficiente mundo como para comprender lo que estaba pasando. Ivanna, aquella mocosa que solía hacerle bromas pesadas y a quien se había empeñado en olvidar, estaba ahí y en peligro. Y no bajo cualquier peligro, sino que estaba bajo la garra de los dos hombres más crueles de ese momento: el sanguinario Jean David Nau y el frío Dirck Sheefnek. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cuándo había llegado ahí? ¿Con qué objetivo? Por tres años había estado todo bien… ahora Ivanna tendría dieciséis años ¡Cómo pasaba el tiempo de rápido! ¿Cómo sería físicamente? ¿Qué le gustaría hacer? No pudo evitar que una sonrisa se le escapase al pensar en su hermana luego de tanto tiempo… ¿para qué la querría Naomie? ¿Cuál era el sentido de todo eso? Durante tantos años se había confiado, había creído que Naomie la había dejado en paz y que felizmente de que todo había terminado. Había tenido la fe de que en casa ya no les lloraban ni a ella ni a su padre y que ahora todos eran felices de nuevo, quizá con la espina clavada en el fondo del corazón, pero que se realizaban y que ella y su padre se desvanecían, lentamente, como el humo de un cigarrillo, en las sombras de los retratos de la sala. Había creído que había sido lo mejor, en el fondo de su corazón. Sin embargo, luego de tres años, cuando creía que su vida era casi perfecta, su mundo se ponía de cabeza.
-¿Mi madre y Sophie están bien? ¿Están en Holanda? ¿En casa?-preguntó… aún no quería caer en la realidad ni sudar frío.
-No lo sabe de cierto… las ha buscado por tres años sin encontrarlas… supone que están en Holanda en el siglo XXI… prefiere no contemplar la probabilidad de que hayan muerto-contestó Jack.
Muertas… eso era justo lo que faltaba… su cerebro procesó por arte de magia, nadie se hubiese esperado que ella razonara en ese estado de pánico.
-¿Hace tres años, dices?-preguntó.
-Aye, milady-respondió Jack con esa voz mística y enronquecida por el ron que tanto le caracterizaba.
Por primera vez en tres años, desde que muriese su padre, maldijo con su alma a Naomie y sintió lo que era la primera vez que odiabas a alguien otra vez…
-¿Por qué tres años?-preguntó.
-No se preocupe en pensar, mi dama… si lo hace no sabemos qué historia saldrá de su cabeza-aconsejó Jack y, definitivamente, tomó la palabra.
En agosto de hace tres años, tus hermanas Sophie e Ivanna salían de la escuela y, al pasar cerca de la Plaza, notaron que los empleados del municipio se afanaban en montar el escenario principal de la feria que todos los años en Ámsterdam, ¿lo recuerdas? El ambiente era festivo por todos lados, estoy seguro de que lo recuerdas. ¿Te imaginas lo triste que es llegar a casa y ver que tu mamá está tan triste que ni siquiera baja a almorzar? Ellas sintieron que necesitaban hacer algo…
Un día iban tranquilamente por la feria, mirando puesto por puesto y se encontraron, de pronto, con una maga. Decía llamarse Naomie y portaba una bandeja de plata, la cual llenaba de agua… ella decía que si observabas en ese Espejo verías reflejos del pasado, el presente y el futuro. ¡Ah! ¡Naomie! ¡Te suena ese nombre! Si quieres maldecirla con toda tu alma, no dudes en hacerlo, yo te ayudo. Es por ella que estás aquí… pero nunca olvides que también es por algo.
¿Quieres saber qué es lo que vieron tus hermanas ahí? Vieron cómo su padre moría y su hermana mayor era besada de forma indecorosa por el contramaestre Sheefnek. ¿Te duele? ¡Pues eso no es todo, milady! Descubrieron que ese Espejo se llamaba el Espejo de Grecia y era ampliamente conocido por los gitanos de un campamento a las afueras de tu ciudad… hablaron con los gitanos y ellos decidieron oficiar un conjuro para traerlas al siglo XVIII… lamentablemente a mitad del rito tu madre llegó a detenerlo todo y consiguió devolver a Sophie al siglo XXI, al menos eso cree Ivanna, pues fue la única que llegó hasta aquí.
Aterrizó en el desierto del Sahara una madrugada, ella recuerda que ya iba a amanecer… es un milagro que no se haya congelado… El caso es que sobrevivió, pidió ayuda a los Bereberes del desierto y los acompañó en su caravana hasta llegar a la costa occidental de África. Ahí se subió en un barco tras otro siguiendo cada noticia que tenía de ti… hasta que tuvo la mala fortuna de repetir su nombre en una taberna.
Van der Decken… ese apellido le quedó dando vuelta en la cabeza a Jean David Nau… en un inicio pensó que eras tú, mi querida dama. Un tal Dirck Sheefnek lo había contratado para darte caza, sabía que tú no accederías a tratar con él y que nuestro amigo aquí presente conocía cada treta de su padre… pero ante el Olonés o es la prisión o es la muerte. Es un tirano y uno inquebrantable. Mandó un mensaje y supo que no te llamabas Ivanna, ni que eras rubia ni despampanante, pero sí supo que tenías una hermana y que Dirck Sheefnek la quería sí o sí para su haber. Como estaba bajo paga no tuvo problema en ir tras ella… pero no sabía que yo había salido de New Providence movido por la curiosidad de oír de él luego de tres años de ignorar su paradero.
Fue así cómo conocí a tu hermana Ivanna en las mazmorras de L’Olonais… reaccionó de inmediato a tu nombre. Tenemos una aliada en el bando contrario, Liselot, una muy poderosa. Ella haría cualquier cosa por ti, ya no le importa hacer ni más ni menos: lleva tres años padeciendo todo lo que consideraba imposible por seguir tus huesos. Y debes saber que el enemigo no le hará nada. ¿Crees que ellos te buscan sólo porque sí? Tu hermana les sirve mejor viva que muerta. Incluso correrán a cumplir sus deseos, saben que sin ella todo su plan se desmoronará.
Jack vació por completo su botella, no quedó ni una gota en el interior del recipiente. La golpeó contra la desvencijada mesa de madera, demostrando a viva voz que se la había acabado y que quería otra. Estiró los brazos en forma de cruz y los posó detrás de su nuca. Un silencio tenso envolvió la mesa. Una jovencita se acercó a reponer la botella y se marchó.
-¿Por qué la tienen?-preguntó Liss. La botella que tenía en la mano se hizo pedazos, toda ella temblaba sin parar.
El Calicó se limitó a enarcar la ceja con un cierto aire burlón. Lodewijk le dedicó una mirada asesina, recomendándole que se guardara todos los comentarios que no iban con fines productivos. Acto seguido le dirigió una mirada cargada de duda. Por tres años se había olvidado de su padre, su peor pesadilla, y resulta que ahora, de la nada, volvía a aparecer. Eso no iba a ser bueno para el Evertsen, para nada bueno de hecho; era mejor saberlo de sentado que quedarse con la duda.
-Dos personas dijeron el nombre de Naomie demasiado cerca de quien no debían-dijo Jack.
Liselot se removió nerviosa en su silla. Tres años después ese maldito nombre, una y mil veces maldito, seguía penándola; ¿por qué? ¿Con qué fin? ¿Qué podía ella darle a Naomie que antes no le hubiera dado? Lodewijk la rodeó con el brazo atrayéndola hacia sí.
-Tranquila-dijo Jack con un sonsonete irónicamente festivo-, alégrate, que una de ellas no has sido tú.
Poco a poco los hombros de Liselot fueron relajándose.
-¿A quién podría interesarle el nombre de un fantasma?-ladró Lowie.
-A otra persona que haya conocido a ese fantasma-dijo Jack jugueteando con el gollete de la botella.
Lowie le dirigió otra mirada asesina con toda su alma. Jack, que conocía a la perfección al muchacho, sabía interpretar su mímica y reconoció la duda.
-Jean David Nau no tuvo un último encuentro con la tal Naomie, eso le oí decir y es de hecho lo último que se pregona entre los puertos de Inglaterra, me extraña que no lo sepáis-opinó con un tono de voz sarcásticamente afectado.
Lodewijk prefirió no pensar en cómo Jack había llegado tan recientemente a los puertos de Inglaterra y sus chorromil tabernas para enterarse de las novedades. Ante eso, prefirió concentrarse en cómo había llegado a saberse.
-Y supongo que mi padre le mostró el esqueleto al perro-ironizó.
-Siempre me admiré de tu inteligencia, muchacho, quiero que lo sepas-ironizó.
Entonces Lodewijk vio con toda claridad cómo el cuadro se conformaba ante sus ojos. Su mente voló a los movidos puertos mercantes de Inglaterra, específicamente a Liverpool.
Era un mediodía común y corriente de otoño, no más de dos meses atrás. En una de las tantas tabernas que pululaban en el muelle un hombre macizo y bajo almorzaba. Tenía el ceño fruncido y se limitaba a consumir su sopa de pollo con gesto malhumorado. Un hombre irrumpió en la taberna abriendo la puerta de un solo portazo. La campanilla tintineó con ganas. El mismo hombre, quien no era sino un muchacho que no sobrepasaba los veinticinco años, largó una risotada con ganas y palmeó la espalda de otro que estaba en la barra, bebiendo una cerveza. Ambos se abrazaron con aire festivo. Su poderoso acento francés llamó la atención de aquel hombre de mediana edad y gesto malhumorado que bebía sopa de pollo, y, como no tenía nada mejor que hacer, se dedicó a seguir su conversación con el oído bien puesto.
-¿Qué haces por aquí, Jean Pierre?-preguntó el joven que estaba en la barra, corriéndose en el taburete para hacerle un espacio al amigo.
-La tripulación atracó aquí-dijo Jean Pierre.
El amigo pareció atorarse con su cerveza, le dirigió una mirada llena de pánico y trató de contestar algo coherente.
-¿Ahora navegas de honesto?-preguntó.
-Eso debes ver-respondió Jean Pierre un poco nervioso.
-¿Quién?-preguntó el amigo con total y sincera curiosidad.
-El Olonés-contestó Jean Pierre.
El amigo se atragantó otra vez, tosió un poco y se dedicó a regañar a Jean Pierre por un buen rato, preocupándose de hacerle notar lo loco que estaba por navegar con semejante hombre. Cuando se aburrió de ese monólogo que estaba por irritar al otro, se decidió a preguntar algo más cuerdo.
-¿Qué están haciendo aquí?-inquirió en voz baja.
-Dime, amigo, ¿Has oído hablar de una tal Naomie?-preguntó Jean Pierre cuidándose de hablar lo más bajo posible.
-Han pasado muchas mujeres por mi vida y ninguna se llamaba Naomie… ¡qué nombre más raro!-exclamó el amigo.
-¡Anda, grandísimo animal, no me refiero a eso!-exclamó Jean Pierre golpeándole el pectoral-. Hablo de una hechicera, una de temer. Dicen que viste como las Antiguas Griegas, ¿recuerdas la Academia de Marsella? Como las mujeres del mural-aclaró.
-La del medio era hermosa-suspiró el amigo, al tiempo que Jean Pierre le golpeaba el pectoral otra vez.
-Aparece y desaparece a voluntad de los lugares. Da grandes consejos y maneja la magia al nivel de ser capaz de mantenerte con vida cuando estás muriendo y transportarte de un lugar a otro. Sólo que no siempre lo hace cuando lo necesitas… muchas veces te hace el favor porque en realidad ella necesita algo de ti. Y no te esperes verla a voluntad: puedes conocer a alguien que hable con ella, que esté hablando con ella justo aquí y ahora y no verla en ningún momento-dijo Jean Pierre con un especial magnetismo en la voz.
-Entonces supongo que El Olonés tuvo un enredo con esa mujer-acotó el amigo.
-No podría decirlo mejor… y la busca con desesperación para hacerla pagar-dijo Jean Pierre con el mismo magnetismo que había empleado antes para describir a Naomie.
Tanto como él y su amigo ordenaron el almuerzo y, un hombre de mediana edad, macizo y aspecto malhumorado, que comía una sopa al tiempo que prestaba atención a su plática esbozó una sonrisa maliciosa.
De alguna parte le sonaba el nombre Naomie… de cierta mocosa que le había quitado el barco que le pertenecía por derecho y que atribuía a una mujer mágica todo lo que sabía y tenía. El amigo de Jean Pierre se levantó de la barra, se despidió con un palmeo en la espalda. La clientela del mediodía comenzó a irse hasta que quedaron solamente Jean Pierre y el hombre.
Jean Pierre se despidió con un apretón de manos de la posadera y, cuando estaba haciendo amago de salir, un apretón en su brazo le detuvo. Sacó sin pensar una daga y una llave de karate lo redujo.
-Así que te llamas Jean Pierre y navegas para El Olonés-susurró la voz, con un fuerte acento holandés-. Mi nombre es Dirck Sheefnek, soy capitán del HMNS Evertsen y sé todo lo que necesitas saber de una tal Naomie… una mujer que hace magia y es vista sólo por quien quiere que la vea… ¿te interesa?
Ambos hombres salieron de la taberna. Afuera comenzaban a arremolinarse las nubes de una de las primeras lluvias otoñales. Se subieron a un barco, un velero. Jean Pierre golpeó la puerta del Puente de Mando y, tras informar a su brutal capitán que alguien le esperaba, se apresuró a retirarse.
Los ojos del capitán de L’Olonais se salieron de sus órbitas apenas vieron al hombre que le aguardaba. ¿Acaso no era aquel el mismo Contramaestre papanatas que hace tres años le había impedido tomar El Holandés Errante? Sacó el sable de su funda y estaba por asestar el golpe cuando Dirck sacó la voz:
-Paz, amigo… ¿te suena el nombre Naomie?-preguntó con aparente seguridad, aunque en su interior estaba muerto de miedo.
La espada detuvo su trayectoria. Se detuvo, pero no bajó. Dirck, agradeciendo la oportunidad que tenía de hablar antes de ser rebanado en pedacitos, comenzó a exponer sus términos:
-Yo sé que buscas a esa tal Naomie, de hecho tú y yo buscamos a la misma persona: Liselot Van der Decken. Esa muchachita, hija de mi difunto almirante, de quien he sabido hace poco que sigue con vida, navegando en el Evertsen, tenía contacto con Naomie. De hecho, eran muy amigas… si alguien sabe dónde ubicarla, es Liselot-dijo.
El brutal capitán del temido navío francés bajó la guardia.
-De hecho, tú la buscas por la tal Naomie… y yo la busco porque quiero volver a mi tiempo y a mi país… quiero regresar al siglo XXI: no soporto vivir aquí. Así que, vengo a proponerte un trato…-dijo Dirck.
-¡Habla, te escucho!-exclamó Nau, enfundando definitivamente su espada.
-Bien, muy bien… Yo te doy todas las indicaciones para que encuentres a Liselot, te la describo de pies a cabeza y te digo todo lo que necesitas saber para encontrarla. Entonces tú la traes hasta aquí y…-no alcanzó a completar la idea.
-Si tanto la buscas, ¿por qué no vas a por ella tú mismo?-le ladró Nau.
-Porque si yo voy a por ella sencillamente no vendrá… sabe lo que quiero-dijo Dirck-. Te propongo un trato: te la describo de pies a cabeza, tú la traes, obtienes los datos de Naomie y yo cómo obtener a casa y, además, te quedas el Evertsen… ¿qué dices?
Y ante tal desperdicio de palabras tan bien dichas, Jean David Nau no tuvo nada que decir, excepto que estaba de acuerdo totalmente.
Pasaron los meses y, en el proceso, se encontraron una tal Ivanna Van der Decken, la carnada ideal para atraer a Liselot, capturarla y acabarla. Oportunidades así se tienen sólo una vez en la vida.
-Mi muchacho… tienes una imaginación prodigiosa… conoces muy bien al cerdo de tu padre-dijo Jack cuando ambos terminaron de construir el relato de cómo habían dado con la pobre e inocente Ivanna –inocente en todo este asunto, claro-.
Lodewijk se limitó a omitir los comentarios al respecto y se concentró en lo que realmente importaba. Miró a su amiga y preguntó:
-¿Y? ¿Qué vas a hacer?-.
Liselot, que aún estaba en estado de shock, mirando al frente y temblando, reguló su cabeza y se limitó a decir:
-Iré a buscarla-fortaleciendo su voz en grado superlativo.
-Eso es justo lo que quieren. Al final no tendrán compasión ni contigo ni por ella-dijo Lowie intentando hacerla entrar en razón.
-¡Eso no me importa, iré a buscarla!-dijo Liselot, era primera vez que Lodewijk y Jack la oían gritar-. ¡Lowie, ordena que de inmediato vayan a por provisiones! ¡Zarparemos mañana cuando suba la marea!
Se puso de pie de inmediato, tomando sus pertenencias y dejando la botella a medio vaciar en la mesa. Lowie la sostuvo del brazo y la miró completamente orgulloso de la mujer en que se había convertido.
-Si alguien muere aquí, soy yo… Yo entraré al refugio de Sheefnek… Jack y yo tenemos detalles acerca de los cuales hablar largo y tendido-dijo.
-No será ni aquí ni ahora… es una conversación en la cual voy a participar… tengo mis dudas al respecto de muchas cosas-dijo ella.
-No puedo estar más de acuerdo-dijo Lowie al tiempo que la soltaba.
-¡Atención todos! ¡Pónganse de pie! ¡Mañana zarpamos con la marea alta! ¡Pónganse a trabajar!-exclamó.
Sus marineros, ya demasiado confundidos como para acotar cualquier cosa, se limitaron a ponerse de pie, pagar la cuenta y largarse lo antes posible a la espera de órdenes más completas.
Cuando cerró la puerta del local, Liselot Van der Decken sintió cómo sus ojos liberaban las lágrimas que había contenido por espacio de casi una hora.
Ivanna, mi querida Ivanna… nuestro padre murió, fue una horrible noche… No me gustaría molestarte más, ya soy una suficiente molestia. Esperaste que volviéramos, pero te aburriste y viniste a por nosotros.
Podría querer que mis oídos me traicionaran, pero lo que ha dicho Jack es cierto, no tiene razón para mentir. Creo que sencillamente mi corazón no puede resistirlo….
-¡Liselot!-escuchó a Lodewijk gritar. El muchacho corría detrás de ella.
Volteó para verlo al tiempo que él la agarraba del brazo y susurraba Liss. Sintió cómo las lágrimas rodaban por su mejilla y los dedos de su mejor amigo las secaban.
-¿A dónde vas, Liss?-preguntó él.
-Al mercado, voy a comprar provisiones-contestó ella.
-No puedes ir tú sola, Liss-le dijo él, mirándola con ternura.
-Cierto… tienes razón-afirmó ella con una triste sonrisa.
Lowie la afirmó de los hombros y echó a andar con ella, siempre pensando que era una idea pésima ir a esa hora al mercado, especialmente para una mujer… pero sabiendo que ella no se quedaría tranquila hasta que todo estuviese listo para partir. Un grupo de marineros se les unieron, un poco sorprendidos por el diametral cambio de ánimo de Liselot.
Ivanna, hermanita… ¿mamá ha muerto? Por favor respóndeme, dime que no. ¿Sophie está bien? ¿Dónde están ellas? ¿Dónde estás tú? Sé que desearías que yo regresara a casa, sé que quizá me odiarás de por vida porque papá murió. Por favor perdóname, prometo que no haré más estas cosas ni que te obligaré nunca más a esperar día tras día a que yo, Liselot estuviera a tu lado, yo, Liselot, que partí de casa sin querer para nunca volver.
No puedes sorprenderme más, hermanita… nunca me hubiese esperado que estuvieses aquí. Desearía que jamás hubieses venido. Sería mejor eso: no vernos más, que verte engrilletada en esas paredes que tanto me ha costado dejar. ¿Por qué te ha costado tanto dejarme ir?
-Ella me odia-dijo Liselot.
-¿Quién?-preguntó Lodewijk.
-Ivanna-contestó Liselot con las lágrimas cayéndole.
-No lo creo… de otra forma jamás hubiese llegado aquí-dijo Lodewijk acariciándole el hombro.
-Quiere vengarse-contestó ella sin poder evitar que se le quebrara la voz.
-Ella sabe que es tu fantasma: te da pánico, pero también te trae esperanzas-contestó Lodewijk.
Liselot lo levantó la mirada y Lodewijk bajó los labios hasta el oído de su mejor amiga.
-Si ella ha llegado hasta aquí es porque sabe cómo hacerlo, ¿no crees?... ¿Quién te dice que no sabe cómo recorrer el camino hacia atrás?-preguntó.
La esperanza surgió en los ojos de Liselot. El comercio bullía a su alrededor. Sus hombres compraban una cosa, luego la otra. Emprendieron el camino de regreso al muelle.
-Me olvidé por tanto tiempo de ella. Quise sepultar a mi madre, a Ivanna… a Sophie-murmuró-. Y aquí están otra vez. Ellas sufrieron, ellas lloraron. Ellas me buscaron, Lowie. Sophie e Ivanna quisieron venir; Ivanna llegó. Se ha sacrificado. Lleva tres años aquí, sola, ¿sabes lo que son tres años? Con mucha suerte sigue viva. Quizá cuánto ha sufrido... quizá ya ni siquiera es la misma. Ellas se dedicaron a buscarme, ellas no me olvidaron… y yo me dediqué a olvidarlas… Me dediqué a no estar…
Llegaron al muelle. Entre los arrecifes de coral los hombres de Jack Rackham limpiaban el casco metálico del Evertsen, dejándolo libre de conchas marinas habitadas o sin animales en su interior. Los marineros holandeses especializados en el manejo de las máquinas accionaban las válvulas, turbinas, hélices y motores que salían del casco de la nave para poderlos limpiar de forma más rápida.
-¡Capitana Van der Decken!-le gritó uno de los piratas de Jack, portando una enorme bolsa-. El casco estaba lleno de mariscos. Son suyos. Véndalos para obtener mejores provisiones. Que tenga buen viaje-dijo el hombre y, acto seguido, volvió a limpiar con su cuchilla el casco con renovadas ganas.
La Capitana Liselot Van der Decken se quedó parada donde la habían dejado, pasmada. Tantas cosas habían pasado en apenas dos días. La imagen de Ivanna volvió a aparecer en su cabeza.
Creo que con esto ya has dicho que me esperarías por siempre, debes saber que en mi nueva vida está mi puntal… deben dejarme ir, deben olvidarme… yo ya soy pasado. Debes mentir a mamá, es pecado, lo sé; con esto te meto en un lío, pero te prometo que será el último. Tú no me has encontrado y no volverás a buscarme antes de que el sol se ponga detrás de mi tumba.
-¡Milady!-exclamó Jack, perturbándola nuevamente.
-¿Sí, Jack?-contestó apenas sí con un hilo de voz.
-Las provisiones han llegado-dijo él, señalando con una mano a sus hombres y a los marineros holandeses que subían por una rampla hasta la cubierta y luego la bodega del Evertsen tanto animales, como forraje para ellos, y agua, muchísima agua.
-¿En ese saco hay suficiente como para una cabra?-preguntó ella con la voz muerta.
Jack se agachó a ver y arrugó la nariz con disgusto.
-Una cabra, un novillo y una nueva gallina ponedora-confirmó.
-Y charqui y más agua, cuánto menos-acotó Lowie acercándose a ver.
Luego de dudar un poco, Jack se echó el saco al hombro.
-Dentro de una hora tendrás eso y mucho más-acotó guiñando el ojo y alejándose en la bruma de la madrugada. Liselot suspiró preocupada, mientras se alistaban los últimos preparativos…
-Pronto todo estará listo para ir tras la caza de Ivanna Van der Decken-suspiró.

Texto agregado el 28-01-2015, y leído por 119 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-01-2015 Sonata arctica toca genial. E interesante capítulo. Al iual que stracciatella es el primero que leo, pero ahora que me ha captado la atención leeré el resto. Debo confesar que el primer libro que leí era sobre piratas, leer tu texto me remontó en cierta forma al pasado, trayéndome gratos recuerdos. mente_veloz
29-01-2015 Juro que algún dia me las leeré todas, soy demasiado perezoso e impaciente, de momemnto fluyo de nota en nota... ánimo, eso sí... no me desvelé el final. stracciatella
 
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