Han de comenzar en ti los sueños rotos que oculté de niña
tras ellos, quizá, una a una se apaguen las estrellas y,
quede yo, como siempre; desnuda
e incrédula. Murmurando un Rosario que para otras ocasiones jamás recuerdo.

Comenzaran en ti de manera impune, los suspiros que no permití escapar después de lloverme soledades y desconsuelos por los ojos.
Esos desconsuelos jamás me lavaron el alma pero regaban la albahaca que sembré para no sentirme sola
...
entonces vuelva a mis ojos la confianza
y la luz que el dolor y el astigmatismos
me robaron: permítaseme ser más que hueso y carne y, los nuevos comienzos
me hagan latir de esta tierra; azote romano; o grito de hierba;
para declarar que
mis letras son el amante a quien me entrego en silencio.
Pero el tiempo es intransferible e inmenso, casi amorfo. En él todo pierdo.

Y aun así, ésta es mi manera de amar lo que no perdura.