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Inicio / Cuenteros Locales / Mariette / La Leyenda del Holandés Errante, capítulo 22.

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Capítulo 22: “La Caza Por Ivanna Van der Decken”.
Nota de Autora:
¡Ahoi a todo el mundo! ¿Cómo están ustedes? Me es muy grato saludarlos ahora, cada vez más seguido, especialmente ahora que los venía extrañando cada vez más.
Pues, primero que todo, quiero dedicar este capítulo a alguien muy muy muy importante para mí. En estos dos días de amistad –porque sí, nos conocemos de hace muy poquito, hace apenas una semana, y somos amigos propiamente tal desde hace apenas dos días- nos ha tocado vivir cosas muy fuertes, realmente dolorosas; y nos hubiese resultado muy difícil continuar si no nos hubiésemos tenido el uno al otro. Martín, querido pequeño Hobbit, tu amistad es muy importante para mí, gracias por ser mi amigo y darme tu confianza y, sobretodo, tu cercanía y seguridad. Eres una gran persona y me siento muy feliz de haberte conocido. Quiero que sepas que siempre estaré ahí para ti, pequeño Hobbit… gracias por todo…
Bueno, luego del minuto lacrimógeno de esta nota de autora, quiero deciros que sí, han sido días muy fuertes –y si estoy ahora coherentemente escribiendo esto, lo repito, es gracias a Martín-, la he pasado quizá un poco mal y han pasado cosas tristes. Si alguno de vosotros aprecia a Mariette Sparrow aunque sea un poco, le pediría por favor que investigue todo lo que pueda acerca de la Parálisis del Sueño –y me lo haga saber, por supuesto-, creo que me está pasando y no es nada agradable.
Bueno, luego de haberme puesto tan sentimental y haber duchado gratuitamente al teclado –que ni culpa tenía en todo esto-, paso a decir que me quedó algo por contestar a la estudiante de psicología del capítulo anterior… ella me preguntó por qué Aliet no volvió a contactar a los gitanos que oficiaron el conjuro al ver cómo nuestra pequeña, querida y adorada Sophie –a quien sigo extrañando mucho… su sarcasmo me alegraba el día… quizá volvamos a verla en algún flashback… quién sabe- se agravaba en su estado mental. De paso con decirle que es una excelente pregunta, aprovecho de contestarle que fue porque ella siempre fue una intelectual –algo que se evidencia en su estatus profesional al inicio del libro- y aparte, siempre fue muy racional. Nunca creyó en la magia. Lo que no se explica con ciencia no vale para Aliet –o no valía, mejor dicho… en paz descanse-. Aparte ella seguía teniendo un cierto recelo hacia los gitanos, no iba a buscarlos aunque le pagaran su peso en oro.
Bueno, no quiero aburriros más, mis queridos lectores, espero que disfrutéis este capítulo…porque acá entramos en la última parte de esta historia –no os preocupéis, no la cortaré así como así, aún quedan muchos nudos por atarse y aún tenemos que ver cómo se las arregla Liselot para vivir en el siglo XVIII-. Quiero que sepáis que me ha costado mucho escribir esta historia, hay veces en que le encuentro cada vez menos sentido… desmentidme vosotros si me equivoco…
Bien, ahora que ya he terminado de lloraros mis penas, paso a deciros que el tema del capítulo es –redoble de tambores- ¡Khazad-Dûm Bridge! Autoría del genial, increíble, asombroso y fantástico Howard Shore para una de mis películas favoritas, una que es sencillamente fabulosa: El Señor de los Anillos, la Comunidad del Anillo. Hechas todas las recomendaciones, poneos a leer.
P.S.: Si me tardo mucho en subir el capítulo, es que sencillamente no pude con mi genio y desperdicié una noche de pura escritura con la brillante idea de ver El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, es que… es mi película favorita, ¡no puedo evitarlo! Cuidaos, recordad que sois importantes para Mariette.
P.S. 2: La película estaba mal grabada, cuando pasé la primera hora comenzó a quedarse pegada fotograma a fotograma. Fue horrible, primera vez que la Carga de los Rohirrim en los Campos de Pelennor no me hizo tiritar. Sin embargo como futura cineasta esta experiencia me ha sido muy útil, porque he notado detalles técnicos que de otra forma jamás en mi vida hubiese notado. Saqué la película del DVD antes de que Aragorn llegara con los montañeses en los barcos de los Corsarios de Umbar, porque sencillamente me aburrí de ir tan lento y no temblar en mi escena favorita –sí, la Carga de los Rohirrim es mi escena cinematográfica favorita- , y puse el Cable porque era demasiado temprano como para ir a acostarme. Me encontré en el TNT Piratas del Caribe: En Mareas Misteriosas –creo que así se llama la cuarta película-. No hay palabras para describir mi desilusión; esa sencillamente no era una película de piratas y Jack Sparrow no es ese hombre astuto y genial a quien le robé el apellido… quizá más adelante haga una crítica de este film. Lo mejor –y único bueno- de la película es el final. En fin, no os jodo más… esta nota de autora se está haciendo demasiado larga. Quizá me demore mucho en subir el capítulo porque no sé cómo desarrollarlo, así que voy a acuñar la sabia frase de “No importa el destino, sino el viaje” e improvisar. Saludos, Mariette.
Aprovecho de responder a Stracciatella su comentario: Pues, amigo, cuando quieras puedes leer los capítulos, están aquí. Respecto a lo impaciente, bueno, no me sorprende que saltes de nota en nota, las hago demasiado largas… veré la forma de acortarlas. Gracias por darme ánimos para continuar, el tuyo es el primer comentario que he recibido en casi un año y no quieres ni ver cómo salté del asiento al ver que alguien me había escrito. Y el final aún no te lo puedes desvelar, porque aún no está… ¿o te referías a cómo acaba el capítulo?
También contesto a mente_veloz: ¿También te gusta Sonata Arctica? Son realmente geniales. ¿Cuál es tu tema favorito? Pues, espero que el resto de los capítulos te interesen al igual que este. ¿De verdad tu primer libro que leíste fue de piratas? ¡Son la mola! Siempre me han gustado esas ideas. Me siento honrada y feliz porque te haya recordado aquel libro de forma tan grata…


Liselot sintió cómo unos pasos se acercaban a ella a través del suelo metálico del pasillo, sin embargo no levantó la cabeza. Con un ojo chequeaba las coordenadas que le mostraba el computador encendido –el cual no le servía de mucho, porque no era capaz de mostrarle su posición actual- y con el otro ojo intentaba fijarse en una de las tantas cartas de navegación que tenía abiertas y desordenadas sobre el mesón.
Con una herramienta del programa computacional intentó fijar el curso, pero, tras varios intentos sobre el detallado mapa se aburrió, apagó el aparato y se concentró sobre las cartas de una buena vez.
-Siempre he opinado que es mejor ocupar el computador, te da más información-opinó Lodewijk apoyado cómodamente en el marco de la puerta.
-¡Lowie! ¡Me asustaste!-exclamó Liselot.
Sin decir nada, Lodewijk se acercó a la computadora y la encendió de nueva cuenta. Liselot tomó un compás y se concentró otra vez en la carta de navegación, haciendo girar el instrumento sobre las rutas dibujadas arcaicamente en el mapa.
-¿Tortuga?-preguntó Lowie mirando atentamente los trazos imaginarios que su amiga dibujaba en la carta.
Por toda respuesta, Liss movió la cabeza en afirmativa.
-Era demasiado obvio…-dijo Lodewijk-. Nau podrá ser todo lo arriesgado que quiera, pero está bajo las órdenes de mi padre, quién será todo lo que se le antoje menos un imbécil.
-Quieren que vaya hasta ellos, el lugar más obvio es Tortuga. Es donde Jack les vio por última vez, era obvio que nos vendrían con el cuento-respondió ella.
-Recuerda que quien tiene a Ivanna no es Nau, sino Sheefnek… él no se te va a dar en bandeja de plata, mucho menos va a ir a Tortuga y mucho menos aún si no sabe dónde estás. Quien sabe dónde estás es el Olonés y es una verdadera suerte que no haya venido tras de ti-dijo él.
-Es un verdadero milagro-confirmó ella.
-Llámalo como quieras…-concedió Lowie, un poco molesto al oír la palabra “milagro”-. Ya hemos probado la mano de Nau en batalla y, aunque queramos arrancarle la cabeza ahora, tenemos que rescatar a Ivanna primero y no podemos trenzarnos con él ahora. Cuanto menos, tenemos que aprovechar la ventaja que sacamos por destruirle su barco. No podemos ir a Tortuga. Lo que debemos hacer es…-dijo y se detuvo un poco a mover el cursor del computador para enseñarle a Liselot un nuevo rumbo que creía mejor- ir a Inglaterra.
Liselot de haber estado bebiendo algo se hubiese atragantado y de buena gana, pero conociendo como conocía a Lodewijk en parte ya no le sorprendía tal acto de osadía de su parte... pero tampoco era que le pareciera una idea muy brillante acercar hasta la Armada más peligrosa el barco más extraño y conocido del momento, ni entregar su cuello en bandeja de plata al rey de turno.
-No sé si lo recuerdas, Liss, pero… Jack mencionó la palabra Liverpool-dijo Lowie con un brillo pícaro en la mirada y la clásica sonrisa sínica que esbozaba al mencionar un plan que probablemente saldría mal.
-Sí-respondió ella.
-Ahora bien, dime, querida amiga… ¿dónde queda Liverpool?-preguntó Lowie.
-Oh, rayos, Lowie…-fue lo único que se limitó ella a opinar-. Nadie nos dice que siga ahí… quizá nos acercaremos por nada.
Un silencio sordo se apoderó de ambos. Lodewijk seguía enfrascado en su idea de que ir a Inglaterra y matar a su padre, sin Nau cerca, era la mejor opción; era demasiado intrépido como para pensar lo contrario. Por su parte, Liselot no hacía sino pensar en lo descabellada que era la idea de su mejor amigo, aunque una parte de su corazón le decía que lo que más quería en esa vida era deshacerse de ese problema de una vez por todas… y saber que Ivanna estaba bien.
-Cuanto antes, tenemos que salir del Caribe-dijo ella.
-¿Hacia dónde piensas tomar?-preguntó Lowie.
-Hacia el este. Nunca hacia el norte: están los Estados Unidos y los españoles son presa fácil para Nau. Ni tampoco hacia el oeste ni el sur: la ruta comercial es demasiado concurrida-dijo ella.
-Acertado. ¿Por eso debo entender que ya no piensas ir hacia Tortuga?-preguntó Lowie enarcando agudamente una ceja.
-No sabría decirte… Podría quizá alejarme hacia el este, luego bajar hacia el sur y tomar entre República Dominicana y Puerto Rico para entrar en el Caribe, vadear Haití y llegar a Tortuga-dijo ella, señalando la ruta con el dedo índice.
-En ese caso, te conviene mejor entrar entre Turks & Caicos y Haití. Es territorio inglés y francés: Nau no quiere nada que ver con su patria y los ingleses lo único que quieren es cocinarlo, no va a pasar por ahí. Aparte, te queda a menos de media jornada, a unas horas y eso. Si pasas por Puerto Rico, es territorio español y recuerda lo que acabas de decirme… y si tienes que huir el trecho es muy largo-le aconsejó Lowie.
-Lo que sí está claro es que iremos hacia el este hasta que salgamos hasta el meridiano 56° para salir de la ruta comercial y no chocar con barcos españoles-dijo ella.
Lodewijk de repente estalló en carcajadas. Liselot sonrió sin poderlo evitar y le dirigió una mirada de duda.
-Parece mentira: nosotros huyendo de barcos españoles-dijo Lodewijk entre risa y risa.
Al comprender el chiste, ella comenzó a carcajearse también. Aún meneando la cabeza, giró el timón y se quedó quieta vigilando la rueda y mirando atentamente la pantalla de la computadora y la carta de navegación. Lodewijk enarcó una ceja.
-¿Y?-preguntó el muchacho.
Ella le devolvió la mirada al tiempo que él se cruzaba de brazos.
-Tienes que comer algo-dijo él.
-Me quedaré cuidando el timón… toda la noche-dijo ella.
-Sabía que lo dirías-rió Lodewijk-. Aquí tienes-dijo tendiéndole unas galletas disecadas.
Así anocheció y transcurrió toda la noche. Cuando comenzaba a llegar la madrugada, Lowie y Liselot se pusieron a cabecear sin poderlo remediar hasta que se quedaron inefablemente dormidos.
-¡Barco a la vista!-ese grito resonó por todo el barco.
Ambos inspiraron aire violentamente y corrieron hacia la pantalla del computador para intentar emplearla como catalejo. Sintieron pasos en el pasillo de metal y Lodewijk echó instintivamente a Liselot hacia su espalda para protegerla con su cuerpo. Un hombre de su propia tripulación entró corriendo.
-¿Por qué no ha dado la alarma, capitana?-preguntó jadeante.
Lodewijk se volcó a la pantalla de la computadora.
-¡Liss, ya se ve!-exclamó Lodewijk.
Tanto la muchacha como el tripulante se acercaron a la carrera al visor.
-¡Mira, Liss! Pasaje libre hasta Liverpool-exclamó Lodewijk con sonsonete sarcástico.
El muchacho corrió el cursor y señaló, a la altura del Nido del Cuervo del barco que observaban, una bandera británica que flameaba con el escaso viento de esa mañana. Los ojos de Liselot se agrandaron de dicha, sentía cómo una idea, una muy buena idea, comenzaba a gestarse en su mente.
-¡Izad la Jolly Roger!-exclamó y salió corriendo.
-¿La Jolly Roger?-preguntó Lodewijk.
-Capitana, puede ser un barco de la Armada-acotó el marinero.
-¡Sólo lo sabemos si izamos la Jolly Roger!-exclamó ella-. ¿Aún queda combustible en los lanza torpedos?
-Para un barco como ese, sí-opinó Lodewijk mirando con desprecio el bajel británico.
Liselot salió corriendo, seguida de cerca por Lodewijk y el marinero.
-Liss, el Evertsen necesita un timonel-dijo Lodewijk, confundido por el actuar de su mejor amiga, quien solía pelearse por el rol de timonel.
-Necesito dar las órdenes-exclamó ella, corriendo adelante.
Lodewijk puso los ojos en blanco, la cogió del brazo y, sin mediar palabra, la llevó de regreso al Puente de Mando. Tomó un aparato similar a un micrófono conectado por cableado a los parlantes distribuidos en todo el barco, especialmente en la cubierta. Apretó un botón, se escuchó un chirrido y se lo puso a Liselot en la mano, quien sonrió tontamente, admitiendo a su peculiar manera que, en su excitación, la idea jamás se le hubiese ocurrido.
-¡Linda Freeman, con tu sección, al Puente de Mando!-exclamó tímidamente-. Atención tripulantes de cubierta, ¡Izad la Jolly Roger!
Se escuchó un grito feral en la cubierta y luego un ajetreo que nadie hubiese sido capaz de entender.
-Subiré a cubierta a vigilar que se obedezcan las órdenes-dijo Lodewijk y dio la media vuelta. Ya estaba por irse cuando giró levemente la cabeza-: recuerda no gritarlas por Alta Voz cuando estén muy cerca, mándame un mensajero-le recordó y, acto seguido, se marchó del Puente de Mando, dejando a Liselot completamente sola.
Cuando Lodewijk subió a la cubierta se encontró con Linda Freeman y sus hombres corriendo a acudir al llamado de Liselot.
-¡Fuerza y honor!-gritó ella.
-¡Fuerza y honor!-contestó él eufórico, la adrenalina comenzaba a subírsele a la cabeza y pronto entraría en un estado de casi coma muy parecido al de los míticos Berserkers.
La mujer y su compañía desaparecieron por la escalerilla que conducía a la subcubierta. Sólo entonces Lodewijk levantó la mirada y se encontró con la épica escena de tres hombres izando la pesada bandera de pura tela negra con dos sables cruzados bajo un cráneo descubierto. Dos tirones más a la cuerda blanca y, aquel amanecer, la Jolly Roger de Jack Rackham ondeó al viento en lo más alto del HMNS Evertsen.
Al tiempo que Linda Freeman y su gente irrumpían en el Puente de Mando con fin de ayudar a Liselot a maniobrar más rápido las máquinas, pero, sobre todas las cosas, proteger la principal dependencia del barco.
-¡Russel! ¡A la sala de máquinas!-exclamó Liselot a través del micrófono.
-¿Piensas usar la maquinaria de vapor, capitana?-preguntó Linda.
-No, sólo la eléctrica… pero deben saber que este barco nos pertenece-dijo Liselot.
-¿No piensas dejar que se acerquen, o sí?-preguntó Linda, enarcando una ceja.
No pudo seguir hablando. En ese momento las siete almas que había en el Puente de Mando se concentraron en el visor de la computadora. El barco de procedencia británica viraba. Liselot hizo un zoom y captó al aterrorizado capitán, catalejo en mano, bramando órdenes de virar. El timonel hacía todo lo que podía en seguir aquel mandato, dando vueltas desesperadas a la raída rueda de madera. Dos colegas se acercaron a ayudarlo. Finalmente el viento sopló por detrás de la vela del Mástil Mayor. Sin embargo la algarabía no carcomió a la tripulación: sabían perfectamente lo que vendría. Así que se dedicaron a huir a todo lo que les dio.
-¿Eso es todo?-preguntó Linda.
-¡Zeeman!-exclamó Liselot a través del micrófono, por toda respuesta-. ¡Lleva un cuarto de la tripulación al interior del barco y repártelos entre los camarotes! ¡Lowie! ¡Quédate con un cuarto en los Lanza-Torpedos! ¡La otra mitad espere órdenes al centro de la cubierta! ¡Vayan a por armas a la bodega en grupos! ¡Espadas, metralletas y arpones!
Liselot soltó el botón cuando estaba jadeante y volvió a concentrarse en la pantalla. El navío británico huía inefablemente.
-¿Eso es todo?-volvió a preguntar Linda.
Liselot se limitó a no contestar, demasiado concentrada en sus planes para la batalla como estaba. En la pantalla el barco seguía alejándose y, pese a que podía oír cómo los pasos iban y venían por la cubierta principal acarreando armas y por los pasillos guiados por sus respectivos líderes hasta sus posiciones de combate, también podía sentir cómo el frenesí de la batalla comenzaba a congelarse poco a poco y era una sensación dolorosa de describir, ver cómo la épica se desvanecía lentamente y la emoción de la escaramuza se perfilaba ahora lejana. Primero había gritos de batalla, disparos al aire, movimiento de objetos pesados de un lado a otro, instrucciones por parte de Linda, Sheila, Lodewijk y la señora Russell; pasos, carreras de un lado a otro, puertas abriéndose y cerrándose. Luego los gritos se silenciaron y todo se hizo de forma mecánica. Luego los objetos pesados y los disparos dejaron de sentirse y quedaron sólo los pasos. Luego siguió el silencio, primero intrigante, luego sombrío, lleno de olvido. Fue entonces cuando Liselot juzgó que era suficiente tiempo. Miró la pantalla y el velero se veía ahora lejano.
-¡Lowie! ¡Arría la Jolly Roger! ¡Iza la bandera roja!-exclamó Liselot.
Se escuchó un grito de euforia a lo largo y ancho de todo el barco. Lodewijk corrió hacia el mástil y, con su pura fuerza, arrió la bandera negra y, en su lugar, subió una bandera roja que amenazaba con teñir de sangre el mar del Caribe aquella mañana, aquella bandera roja juraba que el fuego ardería otra vez. Liselot suspiró; esperó unos instantes más, el bajel británico ya se perdía.
-¡Ahora! ¡Avancen! ¡Tras ellos!-exclamó eufórica-. Propulsión: electricidad. Carbón está de repuesto.
La maquinaria del puente de mando se encendió. Los cientos de botones en aquel cuarto emitieron luz, las bobinas sonaron, los generadores se activaron y la energía corrió libremente por todo el barco. El HMNS Evertsen comenzó a moverse a gran velocidad, guiado firmemente por Liselot Van der Decken, quien dividía su atención entre la pantalla del computador y el timón.
Pronto estuvieron a menos de cien metros del navío inglés y Liselot pudo ver la cara de espanto de éste, quien obligó a sus hombres a ir más y más rápido. El Evertsen ahora le seguía los talones y amenazaba con estar, en menos de un minuto, a su lado. Los británicos comenzaron a echar toda clase de cosas al agua y, entre lo que ellos consideraban un lastre estaba un velamen completo de repuesto, con su respectivo mástil. Liselot observó bien y notó que correspondía al Palo Mayor.
-¡Que recojan ese velamen!-exclamó en dirección a Linda.
-¡Sí, mi capitana!-exclamó la mujer lo más fuerte que pudo para acto seguido salir corriendo en dirección a la Cubierta Principal.
El velamen flotó hacia el Evertsen, exactamente hacia babor. Liselot interpuso su barco entre el aparejo y el navío inglés. No bien escuchó que ya lo habían recogido y que toda la tripulación estaba a salvo, luego de bajar algunos en un bote para engancharlo con arpones y subirlo, siguió avanzando.
No tardó muchos segundos en posicionar el Evertsen baranda contra baranda del otro bajel. Los cinco cañones de babor dispararon al mismo tiempo. Liselot giró su navío en diagonal, de tal modo que las balas del barco inglés pasaron de largo, al tiempo que los británicos emprendían la huida. Pudo ver cómo quedaba en diagonal al Palo Mayor y sin dudarlo, gritó:
-¡Disparen al Palo Mayor!-.
Los certeros Lanza-Torpedos de la popa dispararon al unísono y, el Mástil Mayor del bajel inglés, cayó quebrado a un metro de altura de su base y destrozado más arriba. Las velas y las jarcias cayeron en desorden sobre los marineros y, poco a poco, siguiendo el peso de la punta del mástil de madera, algunas cayeron al mar, enredando y confundiendo a los tripulantes, algunos siguieron su camino hacia el agua.
Aprovechando esa confusión en la cubierta principal del barco, Liselot dijo a Linda, quien ya volvía:
-¡Te quedas a cargo!-.
Y, tomando su metralleta y sus municiones en volandas salió finalmente del Puente de Mando y corrió por el pasillo todo a lo largo, asegurándose de llevar su espada y un arpón. Cuando llegó a la cubierta principal, algunos marineros ingleses habían conseguido desenredarse y se acercaban a los cañones con intención de disparar la otra bala que les quedaba.
-¡Lanza Torpedos a las metralletas!-exclamó Liselot.
-¡Dejen los Lanza Torpedos, tomen las metralletas!-exclamó Lodewijk haciendo lo mismo. Sus hombres obedecieron-. ¡A quienes disparan en los cañones!-exclamó, su gente escogió un blanco, mientras los ingleses intentaban desesperadamente alistar los cañones, solos, pues su cubierta aún era un desastre-. ¡Disparen!-gritó Lodewijk.
Cientos de balas barrieron la baranda de babor del navío británico y, está de más decir, que ningún cañón fue disparado aquella vez. Al menos la quinta parte de la tripulación británica pereció y, aprovechando que la cubierta inglesa era aún un desastre, Liselot arreó a la mitad restante de la tripulación hasta la baranda.
-¡Arpones!-exclamó.
Los arpones volaron hasta la barandilla británica y se afirmaron de forma diestra y segura.
-¡Listos!-exclamó la tripulación.
-¡Al abordaje!-gritó ella, impulsándose hasta el navío británico. Cincuenta y tres personas volaron hasta él y cuando llegaron, las cosas se pusieron realmente feas.
Liselot corrió hasta el capitán del navío, seguida por un grupo de su tripulación, quienes se encargaron de abrirle paso a punta de metralleta, un arma desconocida para aquellos hombres, quienes no pudieron evitar temblar de miedo. Un par de disparos al aire pudieron con el ánimo de la mayoría de los británicos y, aquellos que dispararon la única bala de sus pistolas, se vieron enfrascados en una pelea de espadas de la cual casi no salieron vivos. Sólo la compasión de la Holandesa Errante pudo evitar que fueran asesinados.
Un grupo intentó proteger a su capitán, pero con un par de golpes dejaron a Liselot el paso libre. Entonces ella se adelantó y le hizo una elegante reverencia, acto seguido desenfundó su espada invitándolo a pelear. Él se adelantó con un temblor en las piernas y desenvainó su florete.
Las armas se cruzaron y ella le concedió el primer golpe. El hombre dio una estocada que no hizo ni retroceder ni menguar a Liselot, quien decidió dar una sucesión de golpes rápidos, desde arriba y abajo, en diagonal, los cuales dieron con ralentizar los movimientos de su oponente, quien retrocedió sin poderlo siquiera evitar, confundido y cansado.
Ella lanzó una estocada, la cual él alcanzó a frenar. Estaban forcejeando con las armas, cuando ella posicionó su espada encima de la del británico y, con un rápido movimiento, le obligó a bajarla. Y, sin siquiera dejarlo reaccionar, le golpeó con la espada la mano derecha. El hombre se vio obligado a soltar su arma. Ella se adelantó y le colocó el filo en el cuello.
-Clemencia… ¡Clemencia!-exclamó el hombre y, uno a uno, los tripulantes de su navío que quedaban con vida, arrojaron sus armas al suelo, las cuales fueron recogidas por los marineros holandeses.
Liselot soltó el cuello del hombre y recogió la espada que antes había salido volando.
-Tengo un plan para vosotros…-exclamó-. Si lo cumplen, los dejaré libres en Inglaterra y les devolveré el barco, y soy una mujer de palabra. Si optan por no hacerlo, es tiempo que vayan asumiendo lo que es el Marrooning y que me quede su barco…-dijo, luego miró al capitán-. ¡Nombre!
-Capitán Harold Sebastian Jones-respondió el hombre.
-Capitán Jones, ¿cuál es el nombre del barco?-preguntó.
-The Queen of Sea-respondió el hombre.
-Hablaremos largo y tendido, capitán Jones-dijo Liselot-. Por ahora, The Queen of Sea pasa a mi haber. ¡Teniente!-exclamó en dirección a uno de sus tripulantes- Ordene que remolquen The Storm. ¡Westermann! Encárguese de que los tripulantes de The Queen of Sea sean llevados a las mazmorras y se les de desayuno.
-¡Sí, mi capitana!-exclamaron tanto el teniente como el señor Westermann. En menos de una hora ambos cometidos habían sido realizados, entonces Lodewijk y Liselot se encontraron en la cubierta,
-¡No vuelvas a hacer eso!-la regañó Lodewijk
-Cada paso se concreta, para que concluya la caza de Ivanna Van der Decken-.

Texto agregado el 31-01-2015, y leído por 122 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
02-02-2015 Por respeto a tus letras volveré con calma y tiempo a leerte. Un abrazo, sheisan
01-02-2015 Perdon no salio la carita :-) ahi esta de nuevo. ticaa
01-02-2015 Muy interesante 😉 ticaa
 
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