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Disfraz de viejo

Julio se sentó en un banco de la plaza. No pasaron más de dos minutos cuando se percató de la presencia de un viejo que lo miraba fijamente a los ojos y que estaba sentado en el banco opuesto al suyo. El viejo utilizó su bastón como ayuda para pararse del asiento y lentamente fue avanzando hacia Julio hasta quedar parado delante de él.
-Disculpe, ¿Quiere algo?-dijo Julio
El viejo lo miró, se rascó la oreja y se sentó a su lado. Sacó un cigarrillo, y le ofreció uno a Julio, quién le negó con la cabeza, sabía claramente que fumar te sacaba tiempo valioso de vida. Encendió el cigarrillo y dijo:
-A veces me preguntó, ¿Hasta donde es capaz de llegar una persona por unos billetes?
-No creo que muy lejos.
-¿Seguro?-dijo el viejo- Yo vi un hombre cortarse una oreja por diez grandes.
Julio lo miró con temor. El viejo repuso:
-Yo te ofrezco quince mil pesos.
-¿Disculpe?
-Lo que escuchaste, quince grandes por verte cortarte una oreja.
-Está loco…- dijo Julio haciendo ademán de pararse.
El viejo lo agarró de la muñeca y lo volvió a sentar. Le puso el fajo de billetes en el bolsillo y le ofreció una navaja.
-Escucha bien pelotudo, quince grandes por cortarte el dedo menique. Vos sabés muy bien lo que te conviene y lo que no, y estoy seguro que sabés bien que es lo que querés en este momento, y eso es efectivo fácil. Seguro que necesitás plata ¿No es cierto?
Julio lo miró fijamente a los ojos, agarró el cuchillo de las sucias y viejas manos de aquel hombre, y sin darle lugar a la duda, se corto el dedo menique de la mano izquierda. Su cara de sufrimiento se divisaba a kilómetros de distancia.
-Duele ¿No? Que te parecen ahora cincuenta grandes por cortarte la mano- dijo el viejo y le puso dos fajos de billetes en el bolsillo.
Julio sintió que su bolsillo rebalsaba de dinero más que su mano de dolor, y pensó que no podría seguir viviendo si el viejo le sacase la plata del bolsillo y este quedase vacío.
Así que asintió y le dio la mano al viejo. Este sacó una sierra de un portafolios que llevaba y empezó a cortar. Como la sierra no estaba afilada resultó más difícil cortarle el hueso y esto le provocó un dolor enorme. La gente pasaba y miraba con desagrado, pero aunque suene extraño, no entiendo como no les resultó raro ver a un hombre amputándole una mano a otro.
Julio aullaba del dolor. Se desparramó en el banco pero el viejo intento ponerlo derecho.
-Tranquilo-dijo el viejo-. Tranquilo, tengo la cura.
El viejo metió la mano en el bolsillo interior del saco y saco un revolver. Lo miró, le dio vueltas y luego se lo puso en las manos a Julio.
- Te doy cien mil pesos si te das un tiro.
Julio lo miró con una mezcla de miedo, dolor y llanto. Observó el arma y la agarró. El viejo le puso los cien mil en el bolsillo. Julio se quedo con el revolver en la mano observando el horizonte. Lentamente fue levantando el arma hasta llegar a la sien. Pensó que por fin podría empezar a pagarse los tratamientos para el cáncer que sufría. Esbozó una sonrisa, y disparó.

La sangre se esparció por todos lados. El cadáver calló de lleno al piso. Tras el estruendo del disparo toda la gente volteó a mirar, pero nadie se sorprendió al ver que había un muerto y siguieron todos con sus caminos.
El viejo saco un pañuelo del saco y se limpió la sangre que tenía en la cara. Por suerte no se le había manchado el traje. Metió la mano en los bolsillos de Julio y saco todos los billetes, abrió el portafolios y los metió todos ahí. Agarró el bastón, se fue parando en la forma en la que podría pararse un diablo disfrazado de viejo, y fue a buscar otro banco en donde sentarse.

Texto agregado el 07-02-2015, y leído por 114 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-02-2015 Espléndido! pintorezco
 
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