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Recuérdalo. Recuérdalo cuando desde un decimo piso, en la sala blanca de un gran departamento con vista a un parque, dejando enfriar una taza de café, omitiendo la atención de sus sentidos, con un celular en la mano, Zenen daba inicio a la fecha que nunca olvidaba. La esposa que tanto lo amaba la había olvidado hace diez años, sus amigos y familiares nunca la habían aprendido. Sólo a él, en la Tierra, le causaba alboroto esta fecha por la misma razón. Tenía reservada siempre la misma rutina que repetía desde hace años sin necesidad de compañía. Hoy, dándole con disgusto un sorbo a su café frio, decidió no mandar un arreglo floral a la tumba de su amigo.

En este mismo día, cuando él y Tzadi tenían diecinueve años, un incendio consumió la vida de los padres y los hermanos de Tzadi. Él se salvo, podría decirse, por accidente. Cargaba a su hermana menor inconsciente. No pensaba en nada más que en salvarla de las llamas. Una viga ardiente lo golpeo en la cara y pecho, empujándolo a él y a su hermana por la ventana. Habían caído desde el tercer piso de la casa. Él se rompió la pierna en ocho partes, su hermana el cuello en una. Su madre grito por siete días antes de morir en el cuarto contiguo al suyo. Su pierna nunca sanaría del todo y el lado derecho de su rostro mostraría por siempre un recuerdo arrugado de la viga que le salvo la vida.

La herencia de su padres se aseguro que Tzadi no tuviera que trabajar por dinero ni un día de su vida. Su tío, el único familiar con vida que tenía, se ofreció a administrar su capital y propiedades. Tzadi sabía que su tío recibía frecuentemente dinero de su padre en forma de inversiones para negocios que sabía eran ficciones. Al rechazar la propuesta de su tío se despidió por ultima vez de él.

Todos sus amigos y amigas lo ayudaron a seguir adelante. No paso un día sin que hubiera al menos dos personas en su cuarto de hospital jugando videojuegos con él, platicándole de nimiedades cotidianas, prometiéndole apoyo incondicional y demás cortesías. Cuando salió del hospital organizaban fiestas en su honor o lo llevaban a los antros peor iluminados donde sabían se sentía cómodo. Los primeros años fingía estar bien y mejorando, no quería demeritar el esfuerzo de sus amigos y sinceramente creía que su permanente tristeza desaparecería. Al pasar los años se dio cuenta de lo contrario. Su melancolía no se disipaba y permeaba ahora sus sonrisas. La gente comenzó a deprimirse y aburrirse a su alrededor. Paulatinamente paso la novedad de ser la persona que lo apoyaba y a los veintidós Zenen era su único amigo.

Tzadi se convirtió, a decisión propia, en el recluso de una enorme casa de campo cerca de la ciudad. Rondo por años los pasillos de la mansión teniendo como único contacto del exterior a tres empleados que se encargaban del aseo y de prepararle sus comidas. Evitaba el contacto con ellos ya que estaba seguro que a sus espaldas reían de su apariencia, su extraña manera de caminar y de su soledad. Un día que escuchó a un par reír en la cocina y decidiendo que no podía tolerarlo más despidió a los tres. Comenzó a hacerse cargo de su propia limpieza y la comida le era procurada por mensajería.
Cuando por fin le pareció intolerable su aislamiento retomo la amistad de Zenen, quien comenzaba su carrera como oncólogo. Zenen logró incitarlo a salir, lo empujo a convivir con gente y recibir de esto alegría. De esta nueva dicha Tzadi encontró un interés fulminante por el arte, por todas las expresiones de sufrimiento, compasión, regocijo y demás emociones y pensamientos que pudiera conjurar la mente humana. Su hogar se convirtió en una colmena de artistas e intelectuales donde las más brillantes mentes emigraban para dialogar y exponer sus obras entre cocteles. El nombre de Tzadi y Zenen eran constantemente apalabrados en los más selectos círculos. Zenen, el culto, joven y refinado doctor de los artistas, y Tzadi, el patrón de las artes.

En una de estas reuniones un pintor llevo como acompañante a su ultima fuente de inspiración, un guapo y talentoso actor, Belz. El actor se identifico desde su llegada como el primo de Tzadi, hijo del tío que nunca volvió a ver. Siete años habían pasado desde la ultima vez que lo vio, por lo que tuvo que examinarlo de cerca para reconocerlo. Este reencuentro causo gran conmoción y felicidad para los presentes, pero a nadie tanto como a Tzadi. Para él fue el inicio de una vida en familia que había olvidado. No pasaron siete meses antes de que Belz vivera con él.

Su hogar familiar permaneció en ascendente felicidad por exactamente tres años. Firmó un testamento dejando sus posesiones a su primo, Belz. Noventa días después, un hombre fracaso en su intento de acabar con la vida de Tzadi utilizando siete cuchilladas. El hombre fue aprehendido esa misma noche. Confesó de inmediato haber sido seducido a hacerlo por Belz, quien en seguida desapareció del país.

Ciento noventa y cinco días más vivió en reclusión. No es que quisiera estar solo. Pero a nadie más que Zenen sabía con certeza los sentimientos que lo acorralaban. Pensaba que otros no lo soportarían y que si veían su soledad se alejarían de nuevo de él. Su mente era rodeado como un carrusel por la misma idea simplificada una y otra vez “Ríe y reirán contigo. Llora y lloraras solo. Ríe y reirán contigo. Llora y lloraras solo. Ríe y reirán contigo. Llora y lloraras solo. ¡Ríe y reirán contigo! ¡Llora y lloraras solo! ¡Ríe y reirán contigo, llora y lloraras solo! ¡Ríeyreiráncontigollorayllorarassolo! Ríe y… reirán… Ríe… y …reirán.” Se cansó de utilizar una sonrisa y una personalidad forzada para poder convivir con los demás seres humanos. Prefirió abandonar el mundo, sacudirse las manos de él, aceptar que no estaba dentro de su fortuna interactuar de manera profunda y sincera con otros. Mantendría su humanidad y su cordura como pudiese, otros habían tomado el camino del ermitaño ¿Por qué no podría él hacerlo también?

El ultimo día llamó a Zenen y le dijo que todo el arte, toda la información que consumían, todo lo que sentían, pensaban y decían no se transformaría en nada más que un recuerdo si no lo resumían, si no lo usaban para crear. Desde el día siguiente Tzadi intento crear algo que fuera totalmente hermoso. Siempre que Zenen lo visitaba lo encontraba trabajando en un proyecto nuevo. Lo veía siempre lleno de pintura, el suelo de todos los cuartos y todos los pasillos estaban decorados por manchas de colores. Donde no había pintura había libros y manuscritos, donde no había manuscritos había barro, donde no había barro había fotografías. Su hogar se permeo por la vibrante actividad de un hombre que rara vez dormía.

Recuérdalos. Treinta años desperdiciados en buscar algo que sólo puede encontrarse con los ojos adecuados. Creyó que hallaría la manera de conectar lo que él se refería como la verdadera belleza, aquello que trasciende la estética y puede, como un destello, cegar los pensamientos haciendo vibrar las cuerdas que llamamos sentimientos al unísono de la melodía eterna que ata todo lo que abarca la existencia, con el atractivo estético que es fácil de comprender. Nunca se convenció de haberlo logrado pero la esperanza que le daba vislumbrar en cada una de sus obras la impresión dejada por la arcilla de los ladrillos que serían utilizados en el puente que conectaría estas dos ideas tan suyas le permitía seguir su tierna búsqueda.

Después de siete años de la muerte de su amigo y de intentar vender alguno de sus cuadros como algo más que objetos decorativos o publicar alguno de sus libros como algo más que un capricho adinerado, Zenen perdió la esperanza en el talento de su amigo que creyó, por mucho tiempo, merecedor de algún galardonado tipo de reconocimiento. Se obscureció en el ático de sus recuerdos el sueño de que describieran a su amigo como alguien que había bautizado paginas como rocío que acaricia flores dejándolas con pétalos que parecen rezos.

Murió debido a un mal diagnostico de un amigo de Zenen. Tzadi no mostro ningún tipo de enojo. Zenen, sin embargo, no podía aceptar que su amigo muriera sin que su vida haya sido apreciada por los demás. Tzadi intento reconfortarlo diciéndole por más emocionante que haya sido producir arte por un gran periodo de su vida nunca fue el arte lo que le pareció impresionante. Lo que le parecía avasallador, aquello que le permitía sentir intensamente, aquello que le permitió ignorar sus defectos y su circunstancias, era haber podido contemplar la vida misma y no el arte, que es sólo un pequeño suspiro traducido.

Y recuérdalo ahora. Le gustaría pensar que esas lagrimas son por su amigo, o al menos por la pérfida manera que la suerte se había negado tantas veces a sacudirlo por completo de la tierra; pero Zenen lo sabe, y nos gustaría saberlo nosotros, que las lagrimas que corren por su rostro y se meten en su boca nacen del silencio de sus pensamientos al ver la lapida de este hombre, que recuerda cada vez menos, sin una flor que la haga placentera a la vista, con el polvo que acumula cada año y las fechas, el nombre y las palabras que resumen injustamente la búsqueda de un ser humano por querer ver aunque sea por un momento con las pupilas de los dioses; nacen de comprender que la sinfonía se esconde de quienes la quieren atrapar con las manos; nacen del repetitivo eco de la memoria que se difumina como imperio en el desierto; nacen porque de no nacer privarían a este diminuto haz de memorias de lo que lo hace más que una razón y mucho menos que un sentimiento. Y podrían ángeles con las alas extendidas regar flores con luz y salvación sobre cada tumba y las lagrimas no dejarían de nacer.

Texto agregado el 17-02-2015, y leído por 69 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-02-2015 Zenen perdió la esperanza en el talento de su amigo que creyó, por mucho tiempo, merecedor de algún galardonado tipo de reconocimiento. ! Nos pasa, a veces no creemos en nosotros y ponemos la esperanza en otro. Muy larga tu historia y màs pòr ser la primera...Igual yo me tomo tres y vos dos copas !! Y escribe màs corto, al menos aquì y si no te gusta que te lea otro ! pero rios de vino no puede leer largo...un abrazo sin bromas riosdevino
 
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