A la hora justa, Adam partió. Abrió y pasó al bar para matar al traidor.
Tal jugada solicitaba una astucia agudísima y un cálculo quirúrgico para atacar sin fallar con su arma, atinar al blanco y no morir por una falla.
Aun así, tomó su cuchillo y, con su filo mirando hacia abajo, pasó al antro. Su oscuridad y olor lo pillaron. Cual maldición, lo apisonaron y, para su infortunio, avanzaban con cada paso.
La planificación no tuvo una rama para mirar un factor así y ya no había forma para tomar la justicia por sus manos sin avanzar.
Su posición no ayudaba para nada y, dijo para sí mismo, la única forma para lograr su misión no pasaba por ninguna zona muy complicada. Acabaría pronto.
Como no había nada muy similar al blanco buscado, pasó al fondo y siguió por la muralla tal cual lo imaginó y, pasando ya al final, un cigarrillo lanzó su última brasa al oxidado y diminuto tarro con colillas saturándolo. Al no distinguir ya nada más por la oscuridad, pasó a comprobar su blanco.
Una figura tan sombría como las otras lanzó unos fósforos y cigarrillos al fumador. La figura fumadora los cogió. Al salir un poco la claridad, Adam vio al traidor: su oportunidad única para acabar la misión.
Por alguna razón, la sombra fumadora no alzó los ojos para buscar la figura piadosa. Solo hizo una llama y buscó fumar su cigarro atascado por sus labios. Aspiró y la llama murió.
Adam ya había sacado su cuchillo y, apuntando a la yugular como blanco, lo mató con su único tiro. La hoja salió volando y, tras corroborarlo, huyó con ahora solo un mango para cuchillo balístico.
Durmió y, al iniciar la mañana más próxima, dirigió su rumbo a la tumba ya tapada y casi olvidada por su familia.
Sintió un gran alivio cuando divisó una lápida cuya inscripción lucía las palabras “Una gran mamá acribillada por un horroroso papá”
Lloró al ubicar cada ramo comprado para la ocasión y, con su voz nostálgica, clamó tocando un pasto casi amarillo: ‹‹Mamá… papá ya partió a su castigo››
PD: ¿Y la "e"?