Con el primer beso te vi, me sentiste y me deseaste tuya. Te convertiste en cazador, un lobo que a las estrellas le aúlla, por sueños que escapan y se duermen en la luna. Agazapado mirabas la cabellera esponjosa, tranquila bebiendo agua en el claro. La Libre libre corría, brincaba, refugiada entre madrigueras y maleza, oculta en los ojos, perdida a la distancia. Un nuevo sol nació en los labios, un arma cargada, mirilla ajustada, las aves volaron después del estruendo. Puntería fina, directo en la espalda y justo al pecho cayendo en brazos dispuestos. Ahora sostienen este corazón remendado y sin remedio, que presume estar enamorado.