El Viejo Juvenal (La fantasía es el puente para salvar la crueldad que tiene la vida) Del libro Agua y Delirio.

Cruzamos el puente sobre la avenida. La ciudad quedó atrás. Entramos en la quema. Escombros, fierros, montañas de estopa, aserrín, cartones, esqueletos de heladeras. No había basura domiciliaria; era un cementerio de cosas viejas. De la mano de mi abuelo, mi hermana, mis primos y yo, íbamos a visitar a su amigo. Nos había hablado mucho de él. Doblamos por un camino interno. Desde varios lugares salía humo. Montañas de cosas se estaban quemando. Llegamos a una casucha de chapas. Salió a nuestro encuentro el amigo de mi abuelo, el viejo Juvenal. Se alegró de conocernos. Nos dio un beso tierno en la mejilla a cada uno. Cuando el viejo abrió la puerta de su casa, vi que escapaban varias motonetas aladas y un caballo rojo, al que le salían burbujas de colores por las orejas. Puso en funcionamiento un destartalado ventilador a pedal y de sus aspas comenzó a brotar música. Ahí no más nos enseñó a bailar la tarantela, mientras mi abuelo pedaleaba y pedaleaba en el improvisado fonógrafo.