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Las ramas chasquean inertes a medida que camino, impávido sigo aguantando los baldazos que caen del cielo, sostengo mi abrigo y me abro paso entre la maleza, un sentimiento de fastidio me lleva a decir maldita noche del demonio, y seguramente era porque la naturaleza con su clima conspiraba contra mí, yo solo buscaba un refugio, agua y alimento, y me sentía cansado. Seguí adelante casi arrastrándome hasta llegar a una puerta de madera, arriba, en una de las ventanas vi por un instante que se proyectaba una sombra, toque a la puerta y me quedé dormido. Cuando abrí mis ojos, me asombré de estar bajo el agua, los froté con mis nudillos y vi que tenía frente a mí un vaso a medio llenar y un plato con una pera y carne a medio comer. -Seguramente alguien me arrastró dentro, pensé- pero no explicaba porque estaba sentado, y no recordaba haber bebido ni comido nada, y no sentía sed ni apetito. Me levante y mire a mí alrededor. Había velas encendidas, una chimenea, y por una de las ventanas pude ver en lo alto la luna, una nube la iba tapando poco a poco. En uno de los rincones había un cajón, en su interior: un trapo, fotos viejas, un mechero, una caja de chocolates, baterías, un arma vieja, una media, un oso de peluche, un cojinete, tuercas, tornillos, un hacha, guantes. Telarañas por doquier. Una silla en otro de los rincones, un cuadro donde una persona entraba a una cueva que parecía pintado con prisa. Las paredes y el piso eran de madera, de ningún modo eran nuevos. Del techo colgaba una lámpara apagada. Subí por una escalera, y casi me caigo porque uno de los escalones no aguanto el peso de mí pie. Pude ver plantas secas en macetas, un ventanal grande de vidrio amarillo, la ventana más chica por donde vi la sombra. Mirase donde mirase me daba la impresión de que nadie vivía allí desde hace mucho tiempo, la casa necesitaba de limpieza y reparaciones. Observaba todo minuciosamente cuando sentí un soplo de aire gélido en mi cara, me sobresalté y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¿De dónde salió el aire? No había una abertura por donde pudiera ingresar, salvo en el techo, pero el aire me vino de frente, y la pared no respira. Giré sobre mis pasos y volví rápido al piso de abajo, me senté a reflexionar y bebí la fuerte bebida que quedaba en el vaso, me ardía la garganta. Me levanté para encender la chimenea, por suerte traía conmigo un encendedor, y con un pedazo de papel, un pedazo de madera y el alcohol de una botella que encontré el fuego ardió. Mientras calentaba mis manos frías y miraba las llamas bailando con calma, escuché pasos huecos detrás de mí, pero no giré. Hasta que escuché una voz que me dijo: ¿Tienes frío? Me di vuelta y a una mujer alta a la que no podía ver bien su rostro, y me hablaba de cierta distancia le dije: “No sé qué hago aquí, ni como llegue…debí haberme perdido”.
-Sin dudas, te perdiste, no te preocupes siéntete como en tu casa -dijo.
-¿Es tu casa?
-Hace tiempo vivo aquí, entre estas paredes gastadas…de tanto sufrimiento.
-Me viste afuera y me ayudaste a entrar…
- Cada uno ayuda a su prójimo, y dice a su hermano: Sé fuerte. La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba.
Sentí una presencia en mí espalda, y sus manos tocaron mis hombros, y dije: ¿Cómo has hecho eso? No temas –me dijo, pasaremos un tiempo juntos, bienvenido a mi casa. Incliné mi cabeza hacia un costado y miré hacia el suelo, me moví lentamente y pude ver que sus pies flotaban en el aire, salí corriendo y me tropecé con una silla, y debí golpearme contra algo, porque perdí el conocimiento.
Me desperté en una cama, y no podía moverme, cosa extraña, no tenía cuerdas ni nada que me atara.
Ella seguía mirándome, y yo seguía sin poder ver su rostro. Me estremecí cuando vi que sus ojos brillaron y se pusieron de color rojo. Debía salir de la maldita casa cuanto antes, pero no podía moverme, pese a mi mareo y confusión escuché que decía: “Jehová guardará tu salida y tu entrada” y estalló en carcajadas, fue el preciso instante en que me di cuenta que esa presencia no era buena, un alma del mismísimo infierno. Hice fuerzas para despegarme de la cama, pero no podía, como si unas manos invisibles me sujetaran los tobillos y las muñecas.
Comencé a rezar un padre nuestro, hasta que no pude mover mis labios. Fui llevado hasta la mesa, lo extraño es que obedecí sin oponerme, como si estuviese hipnotizado. Allí me dijo: come, es lo último que cenarás y volvió a sonreír con esa sonrisa macabra. No puedo mover las manos -le dije. Está bien, pero no intentes nada… me advirtió. Me soltó de su influjo diabólico y tomé el tenedor y el cuchillo. No le haría daño con eso, ¿cómo lastimar a un fantasma con un cuchillo y un tenedor? necesitaba hacer otra cosa, huir de alguna manera. Hablemos, me encanta verte comer –me dijo. Su voz parecía provenir de la silla delante de mí, pero yo la veía vacía, hasta que cada palabra que emitía la escuchaba proveniente de cualquier rincón de la casa. Déjame ver tu rostro, le dije. Entonces la vi sentada frente a mí: era bella, pelo castaño, ojos almendrados, de rostro tranquilo, parecía una mujer normal. Sin embargo, algo me decía que no era su verdadero rostro, ni su cuerpo, o quizá cuando vivía, esa cosa no podía ser humana. ¿Te gusto? Me dijo. Si claro, respondí. Pero debes permitirme…. Nada te permitiré, -gritó furiosa. Come tu comida, rápido, no hay tiempo que perder, cuando acabes te haré miembro honorable de mi hogar. En ese instante escuché voces de lamentos y vi caras endemoniadas y de pobres desdichados, almas atormentadas, rostros de almas en pena flotando en un remolino ante mi vista que no resistía la demente visión. ¿Qué estás esperando? Acaba tu cena. Me levanté y corrí lo más rápido que pude en toda mi vida, sentí un aire frío que me atravesó el cuerpo, como si se hubiera abalanzado sobre mí para poder atraparme, yo caí contra la puerta que se abrió y quedé en el pasto tirado, me incorporé, y murmuré: Gracias Dios. Me puse en pie y la vi en una de las ventanas, gritaba como loca: ¡No podrás escapar de mí! Mientras el suelo temblaba, caí al suelo y vi que la casona se hundía lentamente. ¡Todo temblaba! Luego de unos minutos el temblor cesó, en vez de casa quedó un pedazo de tierra cubierto de un recién crecido césped como si nunca hubiera habido una construcción, por raro que parezca, ni siquiera podía ver un pozo. Finalmente la casa fue tragada por la tierra y yo de pie, sacudí mi ropa y me fui caminando.

Texto agregado el 14-05-2015, y leído por 233 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
15-05-2015 ¡Soberbia historia Serki! cjvr
15-05-2015 Muy bueno y que buen desenlace chao anybet
14-05-2015 quee mieedo voy a tener pesadilllas , bueeniisisisimo NatiMiau
14-05-2015 definitivamente este es tu estilo, quede atrapada. Gracias a Dios en tu cuento y no en la casa ;) Invierno
14-05-2015 uhmmmm..... me quede con ganas de seguir leyendo.. pero estuvo muy entretenido .... muy bueno KEILYSLINDA
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