TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / krisna22z / BENDITO ADAGIO PARTE IV

[C:556403]

BENDITO ADAGIO PARTE IV

Un tema nos llevó a otro, hasta que, sin darnos cuenta, terminamos hablando sobre la mentira. De ahí, como si destapáramos un viejo cofre, emergió un lindo recuerdo del pasado.

—En esta época, la verdad y la honestidad merecen un aplauso —dije con un halo de tristeza.

—Valores tan poco usados que la gente las olvida —respondió Janin.

—Andrea, a veces eres demasiado sincera —dijo, mirándome con ternura—. Yo estoy en contra de la mentira, pero hay verdades que deben quedarse en silencio.

—¡Yo sólo dije la verdad! —repliqué, aunque en el fondo sabía que al develarla… Me quedé en silencio, sin poder continuar mis palabras.

—Bueno, bueno, Andrea, con calma. Ahora disfrutemos del café.

—Tienes razón.

Afuera, la oscuridad ya había cubierto la calle. La gente transitaba en distintas formas: algunos emparejados, otros en soledad; unos apresurados, otros serenos. Los autos seguían su ritmo, sin prisa sin estridencias.
Nosotras estábamos tan ensimismadas en la conversación que el tiempo pareció detenerse entre risas, silencios y recuerdos. El momento culminó cuando abrimos la cajita con las reliquias de Janin, aquellas que yo había guardado con tanto esmero. Cuando nos despedimos, la noche ya estaba avanzada.

Al llegar a casa, fui directo al patio. Me sentía en paz, mis perros lo percibieron al instante. Se acercaron a mí, dejando caer sus lomos contra mis piernas, buscando caricias. Los acaricié, les di unas suaves palmadas en la cabeza, esperando que sus ánimos de juego se aplacaran hasta el día siguiente.

Subí las escaleras, me puse la ropa de dormir. No tenía sueño.

Miré a mi derecha, quité fotografía del marco, fui al armario, abrí la gaveta tomé una manta tibia. Bajé nuevamente.

Sobre el sofá gris extendí la manta, era una especie de telar de colores vibrantes que había comprado en Cuzco, la vez que visité el valle sagrado de los incas. Fue una semana en la que mis ojos se asombraron con tanta maravilla. Me cubrí con la manta suave y tibia, respiré hondo. Un escalofrió me recorrió la espalda.

Fue la nostalgia.

Años… Si, años habían pasado desde que nos debíamos un encuentro, un saludo, un abrazo, un simple “¿Cómo has estado?”

Y, por supuesto, la inevitable pregunta. Esa que, en cada reunión familiar, tarde o temprano alguien se atreve a formular.

—¿Te volviste a enamorar?

Siempre deseaba que hicieran esa pregunta en cualquier otro momento. Pero no. Esperaban que todos los comensales estuvieran disfrutando la mesa, en medio de alguna conversación animada, entre risas y exclamaciones de asombro, para que, de repente, como un golpe de realidad, alguien lanzara la interrogante.

La voz que formulaba solía detener la charla, atrapar todas las miradas y, de paso, arrastrarme a un instante de tormento.

Mi respuesta era siempre la misma:

—Mi situación en libertad no la cambiaría por nada.
Sonreía. Se hacía un breve silencio, casi como si se esperara una repregunta de alguna de las partes. Pero, por suerte, el tema solía diluirse en la conversación general.

Hasta que la dulce Camill se acercaba con su vocecita de ángel y preguntaba:

—Tía, ¿tienes novio?
Me inclinaba hacía ella y, en un suave secreto, le decía:
—Si tengo un novio virtual. ¿Me guardas el secreto?

Sus ojitos se habrían con asombro. Su inocencia había sido estafada por mi pequeña mentira blanca.

—Porque la respuesta correcta debió ser “No”.

Pero su pregunta siempre venía acompañada de fantasía, así que la dejaba recreando su castillo de amor virtual.
De la misma forma en que yo, acostada en mi sofá, recreo las palabras de Janin.

Después de tantos temas, de tantas confesiones, ella, intuyendo mis gritos ahogados, o quizás habiendo oído mi respuesta ante su pregunta, me miró y dijo:

—Él aún está soltero.

Me tomó algunos segundos levantar la mirada. Tal vez de impresión o emoción.

—¡Ya no te hagas, Andrea! Sabías que querías saber de él.

Sonreí, suspiré y solo atiné a preguntar:

—¿Estás segura?

Nos reímos.

Andrea, en aquella época debiste callar. Era Amor. Un amor bonito, delicado, hasta inocente.

—¡Cómo te tomaba de la mano! —continuó Janin, evocando aquellos días—, Yo los veía y deseaba algo igual para mí. Hasta los imaginaba casándose.

Hizo una pausa, me miró y agregó.

—En una ocasión te tomó la cintura… Andrea, créeme, lo que vi en ese momento. Ni siquiera Rubén me tomó así jamás.

Soltamos una mezcla entre risa y suspiro.

—Es tu culpa que en este momento él no esté aquí, mirándote con esos ojos envidiables —dijo, en un tono juguetón.

Negué con la cabeza, sonriendo con nostalgia.

—No importa quién fue el culpable —respondí—. Tú, él o yo.

Nos presentaste porque éramos amigas, porque querías liberarme del dolor. Pero quizás… pusiste demasiado entusiasmo. Lo llenaste de expectativas por un ser casi sobrenatural, cuando yo no era más que una simple mortal.

Ella bajó la mirada.

—¿Qué te costaba mentir u omitir, Andrea? Si aquella relación a la que te aferrabas ya había terminado… Solo quedaba cordialidad. ¡Tú cordialidad, tú amabilidad, tú bondad! Siempre cedes, siempre entregas, das sin pensar en lo que dejas atrás.
Bajé la mirada, sosteniendo un mar contenido en mis ojos.

—Andrea… Tu dulzura y tu humanidad eran todo lo que Tadeo anhelaba —murmuró, tomándome las manos con una calidez que hacía mucho no sentía.

—¡Basta, Janin! —dije, intentando detener su nostalgia, aunque en sus ojos también vi un atisbo de tristeza.
Porque a Tadeo jamás podría haberle mentido.

No lo hice.
Dije la verdad.
Aunque eso significo el fin de un amor hermoso.
Regresamos al silencio, con la añoranza pesando sobre nosotras.

—Ustedes tenían una conexión muy linda… —dijo en voz baja.

—Sí, demasiado para ser real. —respondí.
Fue un hermoso error cruzarme en su camino.
O que tu cruzaras nuestros destinos.
Y aunque duela, debo decirte… gracias a ti, tengo el recuerdo más bonito.
Me enjugué los ojos.
Janin y yo nos miramos.
Asentimos la tristeza. La serenidad.

Decidí en ese instante contarle sobre mis encuentros espontáneos con Tadeo, esos que el destino, amigable o caprichoso, había propiciado. Le hablé de aquel cruce fugaz en mayo, en pleno centro de la ciudad. No nos detuvimos, por mí parte me paralizó el miedo. Luego, continué relatándole que lo volví a ver una noche de agosto. Se veía encantador, atractivo como solo él podía ser.

—Janin, no sé qué sentimientos guarda hacía mí. Solo deseo que sean los mejores. Es mi anhelo y también mi incertidumbre.

Permanecí sumergida en la tibieza de la manta, con la mirada vidriosa que apenas me permitía distinguir la fotografía de Tadeo. Pasé a sorbos mi tristeza e intenté abanicar mis párpados para consumir las lágrimas.

Recordé aquella noche de ligera oscuridad en la que volví a casa con una receta nueva, muchos medicamentos y el cuerpo totalmente agotado. Estaba a unos pasos de la puerta cuando un instinto me detuvo y me hizo alzar la vista. Tal vez por costumbre, por ese hábito inquebrantable de mirar el firmamento en cualquier momento. Entonces la vi. Una estrella moribunda atravesó el cielo con prisa. Era la primera estrella fugaz que veía en mi vida.

“Un cambio en mi vida”, proclamaron mis labios antes de que se perdiera de mi vista.

Cuando su estela se disipó, entré a la casa. En la habitación, flotaba el olor de la realidad: inyectables, una enfermera, demasiada atención médica.

—Muy despacio… —susurró mi nombre.
—¡Andrea!

Una melodía me interrumpió mis pensamientos de golpe. Era mi celular. Retiré la manta, y lo tomé de la mesita de centro.

—¡Aló!
—¿Cariño, ya estás en casa? —Al otro lado de la línea, la voz ansiosa de Javier.
—Si Javier... —respondí.
—¿Y esa vocecita?

Seguramente había notado la melancólica en mi tono, la tristeza impregnada en los recuerdos que venía en bocanadas incontrolables.

—¡No me cuentes nada aún, ya voy!
—¡Es muy tarde, Javier! —le advertí.

Pero Insistió, y terminé aceptando que viniera a verme.
El encuentro con Janin, me había dado el placer de retroceder en el tiempo. Saboree cada palabra dicha sobre Tadeo, tanto que se me hizo inevitable no rememorar aquel verano.

Janin había planeado un viaje para renovar ánimos y dejar atrás pesares. Regresábamos de Máncora, con la piel bronceada, las tristezas ahogadas en sal de mar y la risa instalada en la garganta. Entramos al departamento con voces de felicidad, narrando anécdotas una y otra vez, riendo de todo.

—Andrea, a ti solo se te ocurre pedir Cebiche picante y, además, solicitar una pieza de rocoto extra. —Me regañaba, aunque en su regaño aún flotaban carcajadas.
—¡Me gusta así! —le respondí, encogiéndome los hombros.

—Pero ¿cómo iba a adivinar que ese rocoto picaría como el demonio?

Janin, no paraba de contar el suplició que pasó la persona que atendió nuestra mesa.

El joven que nos atendía apresuró en llevar la jarra de chicha morada que habíamos pedido, en mi desesperación por calmar el ardor, le sujeté fuerte el puño para que me sirviera. Pero él, nervioso, derramó la bebida en la mesa mientras yo, en mi angustia, retiraba el vaso antes de que pudiera llenarlo.

El espectáculo no pasó desapercibido. Se acercaron el administrador, una camarera y algunos comensales, intentando ayudar.

—No se preocupen, solo fue el rocoto… — explicaba Janin, entre risas y pena ajena.
—Janin perdón… —le hice un puchero fingido, lo que desató más carcajadas.

Terminando rendidas en los sofás.
Ya en la habitación, con batas de baño y toallas en la cabeza, la charla siguió.

—Andrea, ¿recuerdas que te comenté que tengo un amigo? Bueno, el amigo de mi hermano… que también es mi amigo.
—Sí, claro, el muchacho que te gustaba.
—Andrea, eso fue en tiempo pasado.
—¿Cómo no me iba a gustar? Si es un muchacho lindo.
—¡Esos ojitos te brillan! —bromeé.
—No, Andrea, deja que te cuente... ¡Quiere conocerte!
Mi asombro se volcó sobre Janin en un grito ahogado.
—¿Qué?

Continúa…

Krisna

Texto agregado el 24-05-2015, y leído por 304 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
31-05-2015 De entre la dinámica del tiempo vas tejiendo la/s historias con habilidad y oficio. Tan es así, que despierta interés por seguir leyendo. sagitarion
25-05-2015 Estás haciendo un trabajo hermoso, querida. Te felicito y te sigo... un abrazo. gsap
25-05-2015 Coincido, esta muy bien narrada. Felicitaciones. 5* dfabro
25-05-2015 Una historia larga y muy interesante. Bien narrada. Saludos y 5* NINI
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]