EL HOMBRO
Caminaba sigilosamente por la calle, mientras un movimiento casi imperceptible de sus hombros, es percatado por la multitud silenciosa como una leve vibración sentimental. A medida que continuaba su marcha fue tomando fuerza, a tal punto que los hombros se movían por sí solos, como queriéndose despegar de su cuerpo. Se sintió intimidado por las atentas miradas, que como pequeños reflectores, seguían el desplazamiento de sus hombros inquietos.
Cuando éstos terminaron de agitarse pudo observarse a sí mismo, y sentir que sus hombros ya no se movían; el alivio fue tremendo, hasta que se dio cuenta que los observaba desde tres metros de distancia.

Gabriel Falconi